El realizador mexicano Alfonso Cuarón, en su última película, 'Hijos de los hombres', proyectada ayer en el Festival de Cine de San Sebastián, denuncia las grandes lacras, el terrorismo, la emigración y degradación del medio ambiente, que azotan y amenazan a la humanidad en el siglo XXI. En la adaptación de la novela del mismo nombre de la escritora británica P.D. James, aborda el extravío general del ser humano a través de una visión apocalíptica, bien acogida en el certamen donostiarra.
La película que viene del último Festival de Venecia, se desarrolla "en el microcosmos" de Londres, el año 2027, devastado, en descomposición y azotado por masas de inmigrantes irregulares que son cazados y enjaulados por el ejército británico como alimañas, en medio de un caos incontenible, en que la vida es cuestión de simple azar. En rueda de prensa, explicó el director: "Siento que vivimos un momento, en que la realidad es atenazante, entre los efectos de la globalización y los estragos a la naturaleza, algo que ya no sucede en continentes lejanos, sino en el corazón de Occidente". "Es una manera de explicar lo que está sucediendo, agregó, observo con pesimismo el presente y el futuro inmediato del mundo, pese a lo cual el final deja un vislumbre para la esperanza". La humanidad, amenazada por una plaga de infertilidad, deposita en una pequeña recién nacida, mestiza e hija de madre emigrante, la esperanza de demorar aún su definitiva desaparición, pero la neófita tendrá que sortear el peligro, sobrevivir al caos reinante y huir del Reino Unido.
La actualidad se halla marcada por vertiginosos cambios. El mundo, asentado en su cómodo bienestar, vive en general despreocupado de los escollos que lo asedian. La humanidad "tiende a la interacción de culturas en espacios muy reducidos", un problema cuya solución "no es ni política ni ideológica, sino que la dictarán las generaciones venideras". Son ya muchas las voces y muchos los signos que vienen anunciando y previniendo del deterioro tan tremendo que sufre la vida en el planeta; y muchos, inconscientes, ambiciosos e interesados siguen atacándolo y destruyéndolo. Cuando acuerden, ya será tarde; cuando acudan, encontrarán sólo el negro fruto de la incuria.
El hilo de esperanza que deja entrever al final del su film, explicó Cuarón, que sintoniza, en cierto modo, con esas "explosiones de solidaridad que a veces tiene la gente", sobre todo después de catástrofes naturales, como las del tsunami y el huracán 'Katrina', "pero suelen durar una semana, son superficiales". Los actos de caridad y esfuerzo pasajeros, son hermosos, pero no solventan la cuestión. La humanidad, para salvarse y evitar el desastre, ha de tomar los caminos y las medidas pertinentes, ya, en este momento. En caso contrario, la ruina de la tierra llegará y será irremediable.
Camilo Valverde Mudarra
La película que viene del último Festival de Venecia, se desarrolla "en el microcosmos" de Londres, el año 2027, devastado, en descomposición y azotado por masas de inmigrantes irregulares que son cazados y enjaulados por el ejército británico como alimañas, en medio de un caos incontenible, en que la vida es cuestión de simple azar. En rueda de prensa, explicó el director: "Siento que vivimos un momento, en que la realidad es atenazante, entre los efectos de la globalización y los estragos a la naturaleza, algo que ya no sucede en continentes lejanos, sino en el corazón de Occidente". "Es una manera de explicar lo que está sucediendo, agregó, observo con pesimismo el presente y el futuro inmediato del mundo, pese a lo cual el final deja un vislumbre para la esperanza". La humanidad, amenazada por una plaga de infertilidad, deposita en una pequeña recién nacida, mestiza e hija de madre emigrante, la esperanza de demorar aún su definitiva desaparición, pero la neófita tendrá que sortear el peligro, sobrevivir al caos reinante y huir del Reino Unido.
La actualidad se halla marcada por vertiginosos cambios. El mundo, asentado en su cómodo bienestar, vive en general despreocupado de los escollos que lo asedian. La humanidad "tiende a la interacción de culturas en espacios muy reducidos", un problema cuya solución "no es ni política ni ideológica, sino que la dictarán las generaciones venideras". Son ya muchas las voces y muchos los signos que vienen anunciando y previniendo del deterioro tan tremendo que sufre la vida en el planeta; y muchos, inconscientes, ambiciosos e interesados siguen atacándolo y destruyéndolo. Cuando acuerden, ya será tarde; cuando acudan, encontrarán sólo el negro fruto de la incuria.
El hilo de esperanza que deja entrever al final del su film, explicó Cuarón, que sintoniza, en cierto modo, con esas "explosiones de solidaridad que a veces tiene la gente", sobre todo después de catástrofes naturales, como las del tsunami y el huracán 'Katrina', "pero suelen durar una semana, son superficiales". Los actos de caridad y esfuerzo pasajeros, son hermosos, pero no solventan la cuestión. La humanidad, para salvarse y evitar el desastre, ha de tomar los caminos y las medidas pertinentes, ya, en este momento. En caso contrario, la ruina de la tierra llegará y será irremediable.
Camilo Valverde Mudarra