“ No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca, ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo .”
Francisco de Quevedo y Villegas
Desde anteayer, martes, 3 de enero de 2006, una vez publicada en el Diario Oficial de la Generalitat de Catalunya (DOGC), en dicha Comunidad Autónoma rige, quiero decir que está vigente, la Ley de Comunicación Audiovisual de Catalunya, aprobada hace dos semanas por el Parlament, conocida por “ley mordaza”, que conculca varios preceptos constitucionales y concede plenos poderes al Consejo Audiovisual de Catalunya (CAC –usted, amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector, ya conoce cuál es el criterio o el parecer del abajo firmante: un anacronismo o una antigualla y, por ende o todo ello, mejor, ¡dónde vas a parar!, muchísimo más apropiado o pintiparado, CACA-) para imponer sanciones y hasta para clausurar temporalmente las emisiones del medio de comunicación de masas de que se trate o sea, si estimara que ha infringido gravemente la normativa que contiene la mentada y lamentable ley.
Grosso modo (y aun sabiendo que, si toda generalización acarrea injusticia, mutatis mutandis, toda sinopsis, resumen o epítome entraña tres cuartas partes de lo mismo, esto es, iniquidad –más o menos palmaria-), o sea, a grandes rasgos, en líneas generales, las teorías del edmontonés Herbert Marshall McLuhan, insigne teórico de la comunicación, celebérrimo por proclamar y recoger en letras de molde su aforismo de que “el medio es el mensaje” (título de un trabajo suyo, “The Medium is the Message”, publicado en 1967), píldora en la que intentó concentrar buena parte de sus estudios y perspectivas acerca de la cada vez más creciente y pujante influencia de los más revolucionarios y modernos medios de comunicación de masas (MCM o “mass media”) en las sociedades humanas contemporáneas, itero, las teorías del canadiense Marshall McLuhan (MM) pueden reducirse a estas pocas líneas: la comunicación verbal fue superada por la comunicación escrita (“galaxia Gutenberg”) y ésta, a su vez, fue sobrepasada por la comunicación audiovisual (“galaxia Marconi”), que convirtió al mundo en una “aldea global” y a la humanidad en una “tribu planetaria”.
No obstante, si los MCM, según idea defendida y sostenida por MM, propiciaron el fin de la escisión de los hombres y el inicio de una nueva reconstrucción de la familia o hermandad humana, la sociedad debe aprender, a la mayor brevedad posible, desde las competentes entidades u organismos jurisdiccionales, a controlar cómo funcionan los mecanismos de los susodichos medios, si no quiere ni desea ser devorada ni destruida por ellos (cfr. con el mito clásico de Acteón).
Una vez llegados a este punto, el menda lerenda se pregunta si quienes idearon el CAC (acaso amigos del baile o la danza, es decir, los anagramas) no leyeron mal (por causas, tal vez, disléxicas) a MM y, en lugar de “el medio es el mensaje”, coligieron que “el miedo es el mensaje”.
A “Otramotro” (con guasa, con su(pre)ma guasa –en serie y en paralelo; sí, también, con segundas-) le parece que al Consejo Audiovisual de Catalunya (CAC o CACA) le sobra la “s”, letra central, porque, una de dos, o se lo han sacado de la chistera (de chiste) unos zumbones, o de la manga unos tahúres (así, pasando de hacer referencia sucinta o eludiendo dar noticia escueta del nombre del río –aunque, a pesar de ello, no deje de expresar mi hilaridad-), quienes buscan hacer trampas o mangonear el cotarro.
El caletre de “Metáfora” aún anda dándole vueltas al asunto o caso, volviéndose tarumba, pues a la susomentada le peta aventurar o lanzar la hipótesis de si no obedecerá todo más que a una simple confusión o deterioro (o a una luenga sarta de ellas/os), y Marshall McLuhan, sencillamente, por arte de prestidigitación o birlibirloque, ha devenido y degenerado en sheriff o policía de lujo.
Ángel Sáez García
ya tocando la boca, ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo .”
Francisco de Quevedo y Villegas
Desde anteayer, martes, 3 de enero de 2006, una vez publicada en el Diario Oficial de la Generalitat de Catalunya (DOGC), en dicha Comunidad Autónoma rige, quiero decir que está vigente, la Ley de Comunicación Audiovisual de Catalunya, aprobada hace dos semanas por el Parlament, conocida por “ley mordaza”, que conculca varios preceptos constitucionales y concede plenos poderes al Consejo Audiovisual de Catalunya (CAC –usted, amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector, ya conoce cuál es el criterio o el parecer del abajo firmante: un anacronismo o una antigualla y, por ende o todo ello, mejor, ¡dónde vas a parar!, muchísimo más apropiado o pintiparado, CACA-) para imponer sanciones y hasta para clausurar temporalmente las emisiones del medio de comunicación de masas de que se trate o sea, si estimara que ha infringido gravemente la normativa que contiene la mentada y lamentable ley.
Grosso modo (y aun sabiendo que, si toda generalización acarrea injusticia, mutatis mutandis, toda sinopsis, resumen o epítome entraña tres cuartas partes de lo mismo, esto es, iniquidad –más o menos palmaria-), o sea, a grandes rasgos, en líneas generales, las teorías del edmontonés Herbert Marshall McLuhan, insigne teórico de la comunicación, celebérrimo por proclamar y recoger en letras de molde su aforismo de que “el medio es el mensaje” (título de un trabajo suyo, “The Medium is the Message”, publicado en 1967), píldora en la que intentó concentrar buena parte de sus estudios y perspectivas acerca de la cada vez más creciente y pujante influencia de los más revolucionarios y modernos medios de comunicación de masas (MCM o “mass media”) en las sociedades humanas contemporáneas, itero, las teorías del canadiense Marshall McLuhan (MM) pueden reducirse a estas pocas líneas: la comunicación verbal fue superada por la comunicación escrita (“galaxia Gutenberg”) y ésta, a su vez, fue sobrepasada por la comunicación audiovisual (“galaxia Marconi”), que convirtió al mundo en una “aldea global” y a la humanidad en una “tribu planetaria”.
No obstante, si los MCM, según idea defendida y sostenida por MM, propiciaron el fin de la escisión de los hombres y el inicio de una nueva reconstrucción de la familia o hermandad humana, la sociedad debe aprender, a la mayor brevedad posible, desde las competentes entidades u organismos jurisdiccionales, a controlar cómo funcionan los mecanismos de los susodichos medios, si no quiere ni desea ser devorada ni destruida por ellos (cfr. con el mito clásico de Acteón).
Una vez llegados a este punto, el menda lerenda se pregunta si quienes idearon el CAC (acaso amigos del baile o la danza, es decir, los anagramas) no leyeron mal (por causas, tal vez, disléxicas) a MM y, en lugar de “el medio es el mensaje”, coligieron que “el miedo es el mensaje”.
A “Otramotro” (con guasa, con su(pre)ma guasa –en serie y en paralelo; sí, también, con segundas-) le parece que al Consejo Audiovisual de Catalunya (CAC o CACA) le sobra la “s”, letra central, porque, una de dos, o se lo han sacado de la chistera (de chiste) unos zumbones, o de la manga unos tahúres (así, pasando de hacer referencia sucinta o eludiendo dar noticia escueta del nombre del río –aunque, a pesar de ello, no deje de expresar mi hilaridad-), quienes buscan hacer trampas o mangonear el cotarro.
El caletre de “Metáfora” aún anda dándole vueltas al asunto o caso, volviéndose tarumba, pues a la susomentada le peta aventurar o lanzar la hipótesis de si no obedecerá todo más que a una simple confusión o deterioro (o a una luenga sarta de ellas/os), y Marshall McLuhan, sencillamente, por arte de prestidigitación o birlibirloque, ha devenido y degenerado en sheriff o policía de lujo.
Ángel Sáez García