Hace años leí una novela de ciencia ficción que trataba sobre la manipulación, en principio publicitaria, aunque luego derivó hacia la política.
En aquella sociedad el castigo para los delitos extraordinariamente graves era quemar el cerebro. El condenado quedaba como un vegetal, no recuerdo si podía moverse y alimentarse o quedaba inmóvil. La cuestión es que aquello había reducido los delitos graves al mínimo, pero no los había eliminado del todo, de hecho una parte importante de la trama es el asesinato de la única (aparentemente) persona capaz de reconducir la sociedad dominada por las empresas de publicidad.
Todos se preguntaban cómo era posible que alguien aceptara que le iban a freír el cerebro. Uno de los personajes dio la respuesta. En una sociedad con quince mil millones de personas siempre es posible encontrar algunos individuos dispuestos a cualquier cosa, por demencial que parezca, con tal de satisfacer unas expectativas personales, por absurdas que puedan ser.
Y así fue como encontraron ese asesino que acepto quedarse el resto de su vida como un vegetal.
Toda esta larga introducción para convencer al lector que se siempre se puede encontrar una persona dispuesta a hacer algo que le encarguemos, por absurdo que parezca, si somos capaces de satisfacer sus aspiraciones.
Solemos pensar que ciertas cosas son imposibles de realizar, porque nosotros no las haríamos, pero en más de siete mil millones de personas que hay, siempre podremos encontrar la persona adecuada a la misión más disparatada que se nos ocurra.
El día 15 se produjo un secuestro en una cafetería de Sidney con el resultado final de dos rehenes y el secuestrador muertos.
Aparentemente un supuesto clérigo chií y digo supuesto porque las informaciones no se ponen de acuerdo, había retenido a los clientes con el objetivo de reivindicar algo.
Tampoco las noticias se ponen de acuerdo sobre los antecedentes del tipo. En unos sitios leías que tenía más de cincuenta antecedentes de violencia y en otros que era un buen ciudadano, que había colaborado en el asesinato de su esposa y en otros no se mencionaba a la esposa.
Lo que se vio en TV fue a la policía rodeando el local y en la cristalera una bandera del Estado Islámico. Nos contaron que el tipo la había exigido. Luego sonaron unos disparos o no sonaron y la policía entró y aparentemente mató al secuestrador.
Algunos aquí se apresuraron a culpar a la policía de las muertes de los rehenes. Y es que a algunos con el biberón les metieron que la policía por definición es mala y ellos siguen con eso. Luego, cuando alcanzan el poder, descubren que la policía es lo que se interpone entre ellos y los ciudadanos cabreados y las diatribas de hoy se convierten en alabanzas mañana. Eso le ocurrió a D. Felipe, el que nos arruinó por primera vez.
Pero para el ciudadano normal, que ha seguido el secuestro sentado en su sillón, las cosas han ocurrido así, el secuestrador está muerto y piensa si otro terrorista solitario no lo hará en su país. Luego se empapa de la información deportiva y el secuestro se olvida. Pero en su subconsciente queda que en cualquier momento se va a producir otro atentado y que puede ser en su país. Y en algunos hasta se produce el pensamiento sobre si ese terrorismo no será por causa de estar en sitios en los que no se nos ha perdido nada.
Pero no se ha percatado que todo ha sido un montaje. Y sabemos que ha sido un montaje porque se han producido unos cuantos fallos. El primero y más aparente es el de la bandera. El ciudadano desde su sillón no distingue entre los distintos grupos musulmanes. Exactamente igual que los musulmanes no distinguen entre los distintos grupos cristianos.
Un supuesto clérigo chií ha colocado una bandera del E. I. indicando que el va a dar su vida por esa causa, cuando resulta que el E. I. y los chiies se odian entre sí más que cualquiera de ellos a los cristianos. Cuanto menos curioso.
Y a los sesudos criticadores no se les ocurre otra cosa que censurar la violencia policial. Es exactamente igual que en la magia. Se mira la mano gesticulante del mago y no se ve lo que hace con la otra. ¿Serán los sesudos criticadores la mano gesticulante?
Ante esto sólo se me ocurre pensar en cuantos trucos nos hacen los que mandan, cada día. Y nosotros como el buen público de los espectáculos de magia, aplaudimos al final del truco.
En el siguiente enlace, que enlaza a su vez a otros sitios, se señalan cinco fallos del truco. Pasen y vean y no aplaudan al final.
http://elrobotpescador.com/2014/12/16/5-aspectos-sospechosos-del-ataque-islamista-en-sidney/
Vanlop
En aquella sociedad el castigo para los delitos extraordinariamente graves era quemar el cerebro. El condenado quedaba como un vegetal, no recuerdo si podía moverse y alimentarse o quedaba inmóvil. La cuestión es que aquello había reducido los delitos graves al mínimo, pero no los había eliminado del todo, de hecho una parte importante de la trama es el asesinato de la única (aparentemente) persona capaz de reconducir la sociedad dominada por las empresas de publicidad.
Todos se preguntaban cómo era posible que alguien aceptara que le iban a freír el cerebro. Uno de los personajes dio la respuesta. En una sociedad con quince mil millones de personas siempre es posible encontrar algunos individuos dispuestos a cualquier cosa, por demencial que parezca, con tal de satisfacer unas expectativas personales, por absurdas que puedan ser.
Y así fue como encontraron ese asesino que acepto quedarse el resto de su vida como un vegetal.
Toda esta larga introducción para convencer al lector que se siempre se puede encontrar una persona dispuesta a hacer algo que le encarguemos, por absurdo que parezca, si somos capaces de satisfacer sus aspiraciones.
Solemos pensar que ciertas cosas son imposibles de realizar, porque nosotros no las haríamos, pero en más de siete mil millones de personas que hay, siempre podremos encontrar la persona adecuada a la misión más disparatada que se nos ocurra.
El día 15 se produjo un secuestro en una cafetería de Sidney con el resultado final de dos rehenes y el secuestrador muertos.
Aparentemente un supuesto clérigo chií y digo supuesto porque las informaciones no se ponen de acuerdo, había retenido a los clientes con el objetivo de reivindicar algo.
Tampoco las noticias se ponen de acuerdo sobre los antecedentes del tipo. En unos sitios leías que tenía más de cincuenta antecedentes de violencia y en otros que era un buen ciudadano, que había colaborado en el asesinato de su esposa y en otros no se mencionaba a la esposa.
Lo que se vio en TV fue a la policía rodeando el local y en la cristalera una bandera del Estado Islámico. Nos contaron que el tipo la había exigido. Luego sonaron unos disparos o no sonaron y la policía entró y aparentemente mató al secuestrador.
Algunos aquí se apresuraron a culpar a la policía de las muertes de los rehenes. Y es que a algunos con el biberón les metieron que la policía por definición es mala y ellos siguen con eso. Luego, cuando alcanzan el poder, descubren que la policía es lo que se interpone entre ellos y los ciudadanos cabreados y las diatribas de hoy se convierten en alabanzas mañana. Eso le ocurrió a D. Felipe, el que nos arruinó por primera vez.
Pero para el ciudadano normal, que ha seguido el secuestro sentado en su sillón, las cosas han ocurrido así, el secuestrador está muerto y piensa si otro terrorista solitario no lo hará en su país. Luego se empapa de la información deportiva y el secuestro se olvida. Pero en su subconsciente queda que en cualquier momento se va a producir otro atentado y que puede ser en su país. Y en algunos hasta se produce el pensamiento sobre si ese terrorismo no será por causa de estar en sitios en los que no se nos ha perdido nada.
Pero no se ha percatado que todo ha sido un montaje. Y sabemos que ha sido un montaje porque se han producido unos cuantos fallos. El primero y más aparente es el de la bandera. El ciudadano desde su sillón no distingue entre los distintos grupos musulmanes. Exactamente igual que los musulmanes no distinguen entre los distintos grupos cristianos.
Un supuesto clérigo chií ha colocado una bandera del E. I. indicando que el va a dar su vida por esa causa, cuando resulta que el E. I. y los chiies se odian entre sí más que cualquiera de ellos a los cristianos. Cuanto menos curioso.
Y a los sesudos criticadores no se les ocurre otra cosa que censurar la violencia policial. Es exactamente igual que en la magia. Se mira la mano gesticulante del mago y no se ve lo que hace con la otra. ¿Serán los sesudos criticadores la mano gesticulante?
Ante esto sólo se me ocurre pensar en cuantos trucos nos hacen los que mandan, cada día. Y nosotros como el buen público de los espectáculos de magia, aplaudimos al final del truco.
En el siguiente enlace, que enlaza a su vez a otros sitios, se señalan cinco fallos del truco. Pasen y vean y no aplaudan al final.
http://elrobotpescador.com/2014/12/16/5-aspectos-sospechosos-del-ataque-islamista-en-sidney/
Vanlop