Abrumado por el rechazo que genera
Aunque parezca increíble, Pedro Sánchez sigue pensando que puede ganar las próximas elecciones, tanto las municipales y autonómicas como las generales. A la vista de las actuales encuestas, que según los demoscópicos no reflejan una foto instantánea sino una tendencia consolidada hacia la derrota, lo que Sánchez piensa es una locura casi imposible, salvo que ocurra algo mágico y capaz de conmover al país, que al final le salve, como ocurrió con Zapatero, que fue presidente porque unos trenes estallaron y murieron muchos españoles en el más oscuro, sospechoso y brutal atentado de la Historia de España.
Sánchez tiene un plan, pero es casi imposible que funcione, aunque no deja de ser inteligente. Está derramando el dinero que obtiene endeudando a España y con sus impuestos abusivos en medidas populistas que le proporcionan votos y, simultáneamente, se está repartiendo el electorado de izquierdas con la vicepresidenta comunista Yolanda Díaz, que se ocupará de atraer el voto de la chusma marginada, incluyendo a violentos, okupas, vagos y maleantes, en los que se estimula el odio hacia la derecha y a los ricos, mientras que el PSOE se moderará y echará las redes en el centro izquierda, a la que ya empieza a halagar condenando a los okupas, esgrimiendo el fantasma de la extrema derecha y aportando dinero para suavizar la inflación, un dinero que consigue de manera suicida endeudando a la nación,
El problema es que todo esto llega demasiado tarde, cuando el grueso de los españoles ya piensa que Sánchez es un tipo peligroso, capaz de lo peor y que la única receta para salvar a España es echarlo cuanto antes.
El desprestigio y la falta de credibilidad de Sánchez ha llegado a un nivel de saturación en las capas más cultas e informadas de la población, donde hasta hay miles de españoles que piensan que se propone falsificar los resultados electorales con un pucherazo.
¿A que esperan los socialistas para echar a Sánchez, como ya hicieron en el pasado cuando lo expulsaron del partido por tramposo, al ser sorprendido manipulando una urna ilegal? ¿Por que le tienen tanto miedo y respeto?
La única respuesta es que saben que Sánchez, a pesar de su fracaso y de su pésimo gobierno, sigue contando con muchos apoyos entre las élites globalistas con sede en Estados Unidos y Gran Bretaña. Esas élites, donde militan los Soros, los Bill Gates y otros muchos sinestros prebostes obsesionados en controlar el mundo, son las que le han impuesto, entre otras muchas medidas que parecen orientadas a destruir las fortalezas de España, que se enfrente a Rusia en el asunto de Ucrania, conflicto en el que España está demostrando un innecesario e inexplicable entusiasmo anti-Putin, a pesar de que no tenemos con Rusia conflicto alguno y si los tenemos con los anglosajones, que nos marginan, amenazan, tienen parte del territorio español ocupado (Gibraltar) y están armando y potenciando a nuestro peor enemigo, que es Marruecos.
Sánchez es, sin duda, un peligro que debilita a España y la empuja hacia el fracaso, pero tanto el grueso de los medios de comunicación, sobre todo las televisiones, regados con abundante dinero público, como el mismo PSOE, incomprensiblemente, a pesar de su larga historia como partido de poder en España, están apostando por el desastre y se han convertido en sus cómplices y en los que le amparan en la ruina de la nación.
Francisco Rubiales
Sánchez tiene un plan, pero es casi imposible que funcione, aunque no deja de ser inteligente. Está derramando el dinero que obtiene endeudando a España y con sus impuestos abusivos en medidas populistas que le proporcionan votos y, simultáneamente, se está repartiendo el electorado de izquierdas con la vicepresidenta comunista Yolanda Díaz, que se ocupará de atraer el voto de la chusma marginada, incluyendo a violentos, okupas, vagos y maleantes, en los que se estimula el odio hacia la derecha y a los ricos, mientras que el PSOE se moderará y echará las redes en el centro izquierda, a la que ya empieza a halagar condenando a los okupas, esgrimiendo el fantasma de la extrema derecha y aportando dinero para suavizar la inflación, un dinero que consigue de manera suicida endeudando a la nación,
El problema es que todo esto llega demasiado tarde, cuando el grueso de los españoles ya piensa que Sánchez es un tipo peligroso, capaz de lo peor y que la única receta para salvar a España es echarlo cuanto antes.
El desprestigio y la falta de credibilidad de Sánchez ha llegado a un nivel de saturación en las capas más cultas e informadas de la población, donde hasta hay miles de españoles que piensan que se propone falsificar los resultados electorales con un pucherazo.
¿A que esperan los socialistas para echar a Sánchez, como ya hicieron en el pasado cuando lo expulsaron del partido por tramposo, al ser sorprendido manipulando una urna ilegal? ¿Por que le tienen tanto miedo y respeto?
La única respuesta es que saben que Sánchez, a pesar de su fracaso y de su pésimo gobierno, sigue contando con muchos apoyos entre las élites globalistas con sede en Estados Unidos y Gran Bretaña. Esas élites, donde militan los Soros, los Bill Gates y otros muchos sinestros prebostes obsesionados en controlar el mundo, son las que le han impuesto, entre otras muchas medidas que parecen orientadas a destruir las fortalezas de España, que se enfrente a Rusia en el asunto de Ucrania, conflicto en el que España está demostrando un innecesario e inexplicable entusiasmo anti-Putin, a pesar de que no tenemos con Rusia conflicto alguno y si los tenemos con los anglosajones, que nos marginan, amenazan, tienen parte del territorio español ocupado (Gibraltar) y están armando y potenciando a nuestro peor enemigo, que es Marruecos.
Sánchez es, sin duda, un peligro que debilita a España y la empuja hacia el fracaso, pero tanto el grueso de los medios de comunicación, sobre todo las televisiones, regados con abundante dinero público, como el mismo PSOE, incomprensiblemente, a pesar de su larga historia como partido de poder en España, están apostando por el desastre y se han convertido en sus cómplices y en los que le amparan en la ruina de la nación.
Francisco Rubiales