La gente lo considera duro, cruel e implacable, pero no está claro que esa imagen sea la que en justicia le corresponde. El propio Fidel, al que siempre le gustó reservarse el papel de "poli bueno", se ha empeñado en pintar a Raul como un tipo "duro", mucho más que él. Sin embargo, ahora que Fidel está abatido por la enfermedad, la verdad comienza a aflorar y Raul Castro empieza a desvelar su verdadero talante, que es el de un tipo más abierto al diálogo que su hermano, que siempre ha creído que Cuba no tiene futuro sin un acuerdo de convivencia con Estados Unidos.
La reciente visita de diez congresistas norteamericanos, la mayor delegación proveniente de Estados Unidos desde el triunfo de la Revolución, en 1959, ha sido impulsada y preparada directamente por Raul, que le dio el visto bueno tan sólo tres días después de que su hermano Fidel, enfermo, le cediera los poderes presidenciales.
Otro signo elocuente del verdadero pensamiento político de Raul es la declaración esplícita que hizo el pasado 2 de diciembre, cuando afirmó que Cuba estaba dispuesta a iniciar negociaciones con Estados Unidos.
Muchos expertos norteamericanos siguen creyendo, con cierta candidez, que Fidel Castro es el único obstáculo que se alza entre Cuba y la democracia y que, cuando muera Fidel, la población cubana se arrojará, imparable, en brazos de la democracia y la economía de mercado. Sin embargo, son muchos los que creemos que la migración hacia la democracia, ciertamente anhelada por la población, no va a ser tan fácil en un país que posee una de las mayores redes mundiales de delatores, vigilantes, policías y gente armada al servicio del Estado.
Cuando yo era corresponsal de la agencia EFE en la Habana (entre 1975 y 1977), tuve la suerte de conversar varias veces con Fidel y recuerdo que en una de esas ocasiones me preguntó si conocía a Raul. Yo le dije que "no" y él me respondió algo así como "ese sí que es un tipo duro".
Sin embargo, muchos de mis amigos cubanos, sobre todo los altos cargos militares que conocí, dos de los cuales habían ostentado el alto rango de "comandantes de la revolución", me aseguraban todo lo contrario, que Raul es un tipo abierto, razonable, curioso insaciable, lector y estudioso.
Entonces sucumbí al engaño y siempre consideré a Raul un tipo huraño y peligroso. Cuando lo saludé, en un par de ocasiones, ni siquiera hice intento alguno por conversar con él. Pero hoy creo que yo, como muchos otros observadores y analistas, estaba equivocado.
Raul es hoy, cuando Fidel parece que agoniza, un claro factor de distensión en esa Isla que el Castrismo convirtió en una enorme prisión. Raul, al perecer enfrentado a la jauría de cachorros revolucionarios formados por Fidel en el radicalismo y la intransigencia, quiere para Cuba una salida muy parecida a la vía China: un gobierno comunista y una economía capitalista. Es más, Raul cree, como los chinos y muchos teóricos de la democracia, que el capitalismo está más bien diseñado para prosperar bajo un régimen autoritario que bajo la democracia, con la que es incompatible, ya que el capitalismo persigue la acumulación y el beneficio de pocos, mientras que la democracia establece principios tan incompatibles con el capitalismo como la soberanía del pueblo, la igualdad y la extención de los derechos y privilegios a todos los ciudadanos.
Raul cree que una salida de ese tipo, que incluiría una apertura hacia la economía de Estados Unidos, paulatina pero constante, puede ser pactada con Washington como la mejor manera de garantizar la paz y el futuro de Cuba, sin violencia ni traumas desestabilizadores.
Voto en Blanco
La reciente visita de diez congresistas norteamericanos, la mayor delegación proveniente de Estados Unidos desde el triunfo de la Revolución, en 1959, ha sido impulsada y preparada directamente por Raul, que le dio el visto bueno tan sólo tres días después de que su hermano Fidel, enfermo, le cediera los poderes presidenciales.
Otro signo elocuente del verdadero pensamiento político de Raul es la declaración esplícita que hizo el pasado 2 de diciembre, cuando afirmó que Cuba estaba dispuesta a iniciar negociaciones con Estados Unidos.
Muchos expertos norteamericanos siguen creyendo, con cierta candidez, que Fidel Castro es el único obstáculo que se alza entre Cuba y la democracia y que, cuando muera Fidel, la población cubana se arrojará, imparable, en brazos de la democracia y la economía de mercado. Sin embargo, son muchos los que creemos que la migración hacia la democracia, ciertamente anhelada por la población, no va a ser tan fácil en un país que posee una de las mayores redes mundiales de delatores, vigilantes, policías y gente armada al servicio del Estado.
Cuando yo era corresponsal de la agencia EFE en la Habana (entre 1975 y 1977), tuve la suerte de conversar varias veces con Fidel y recuerdo que en una de esas ocasiones me preguntó si conocía a Raul. Yo le dije que "no" y él me respondió algo así como "ese sí que es un tipo duro".
Sin embargo, muchos de mis amigos cubanos, sobre todo los altos cargos militares que conocí, dos de los cuales habían ostentado el alto rango de "comandantes de la revolución", me aseguraban todo lo contrario, que Raul es un tipo abierto, razonable, curioso insaciable, lector y estudioso.
Entonces sucumbí al engaño y siempre consideré a Raul un tipo huraño y peligroso. Cuando lo saludé, en un par de ocasiones, ni siquiera hice intento alguno por conversar con él. Pero hoy creo que yo, como muchos otros observadores y analistas, estaba equivocado.
Raul es hoy, cuando Fidel parece que agoniza, un claro factor de distensión en esa Isla que el Castrismo convirtió en una enorme prisión. Raul, al perecer enfrentado a la jauría de cachorros revolucionarios formados por Fidel en el radicalismo y la intransigencia, quiere para Cuba una salida muy parecida a la vía China: un gobierno comunista y una economía capitalista. Es más, Raul cree, como los chinos y muchos teóricos de la democracia, que el capitalismo está más bien diseñado para prosperar bajo un régimen autoritario que bajo la democracia, con la que es incompatible, ya que el capitalismo persigue la acumulación y el beneficio de pocos, mientras que la democracia establece principios tan incompatibles con el capitalismo como la soberanía del pueblo, la igualdad y la extención de los derechos y privilegios a todos los ciudadanos.
Raul cree que una salida de ese tipo, que incluiría una apertura hacia la economía de Estados Unidos, paulatina pero constante, puede ser pactada con Washington como la mejor manera de garantizar la paz y el futuro de Cuba, sin violencia ni traumas desestabilizadores.
Voto en Blanco