En la TV3 catalana, donde mandan los socialistas y sus aliados nacionalistas, apareció recientemente la imagen del PP dentro de una diana. Dijeron que fue un "accidente", pero muchos sospechamos que fue un episodio más de corrupción y de malas artes políticas.
Las "malas artes" se han instalado en la política española y la han podrido hasta la médula. En la práctica, son utilizadas por todos, pero de un modo magistral por el gobierno de Zapatero, que las emplea para alcanzar tres grandes objetivos: para fortalecer su poder, para evitar el terrible desgaste que proporciona la crisis económica y el mal gobierno y para engañar a la oposición y a los ciudadanos. El PP también las utiliza, pero su habilidad en el uso de los trucos, trampas y engaños es muy inferior, al igual que su osadía en la utilización de la guerra sucia.
En la pasada legislatura, las mentiras y los trucos alcanzaron niveles que parecían insuperables, desde las mentiras en la negociación con ETA a los famosos “errores técnicos” del gobierno, algunos tan sonados como el SMS de Moraleda, Secretario de Estado de Comunicación, que acusaba al portavoz popular, Eduardo Zaplana, de corrupto en el caso “Terra Mítica”, y las imágenes que la televisión pública española difundió de Mariano Rajoy, mezcladas con otras de torturas en la cárcel iraquí de Abu Ghraib.
Aquellos errores y otros muchos del mismo estilo que se han producido no eran errores reales sino parte de la "estrategia de las puñaladas" que tan hábilmente practica el PSOE.
Las malas artes se utilizan, sobre todo, para confundir y engañar a los ciudadanos. Quizás el mejor ejemplo de la utilización de la mentira y la conspiración en España sea el asunto de Sacyr Vallhermoso y Repsol, en el que primero se habló de que sería una empresa rusa pública la que compraría la compañía energética española, después apareció Lukoil y finalmente se habla de la francesa TOTAL, sin que nadie sepa desde cuando el gobierno conoce esta amenaza, qué papel están desempeñando el gobierno y la Casa Real, ni cuales son los objetivos reales de Zapatero, aunque todos sospechamos que el prioritario es ayudar a su amigo Luis del Rivero, presidente de Sacyr.
Desacreditar al PP y aislarlo políticamente han sido también dos objetivos vitales para el PSOE, que sabe que la política que está desarrollando el gobierno Zapatero es impopular y le resta votos. Es evidente que los Estatutos de Cataluña y Andalucía, la negociación débil con ETA, la OPA anti-ENDESA, los enfrentamientos con la Iglesia Católica, el desmembramiento de la unidad nacional, las alianzas con nacionalismos extremos independentistas, el conflicto permanente con la Asociación de Víctimas del Terrorismo, los frecuentes traspiés en política exterior y, sobre todo, la pésima gestión de la crisis económica, que está cerrando miles de empresas, produciendo parados a rítmo vertiginoso y empobreciendo dramáticamente al país son brechas abiertas en la línea de flotación del PSOE que sólo pueden ser neutralizadas impidiendo que el PP las capitalice políticamente y gane las próximas elecciones.
Los estrategas del PSOE han ideado un plan contra el PP que funciona como una tenaza y cuyo objetivo es impedirle que gane las próximas elecciones. Para conseguirlo, debe avanzarse simultáneamente en dos frentes: el primero consiste en aislarlo políticamente, para lo cual establece “pactos excluyentes” con todos los partidos políticos, incluso con aquellos ideológicamente incompatibles, como los nacionalistas extremos, y el segundo pretende desacreditar a la derecha, utilizando para ello filtraciones y argucias de todo tipo que, posteriormente, son aireadas convenientemente por los medios de comunicación domesticados.
La ofensiva del descrédito al PP es tan cruenta y vital que lo permite prácticamente todo: desde el uso de imágenes subliminales hasta acusaciones falsas, sin descuidar argumentos fabricados en el laboratorio y ocultación de informaciones que hacen daño, como, por ejemplo, las encuestas que reflejan retrocesos electorales, que están siendo sistemáticamente silenciadas por los medios públicos y afines.
El objetivo de la estrategia es impedir por todos los medios posibles que el PP alcance la mayoría absoluta, dado que, aunque ganase las próximas elecciones por mayoría amplia, nunca podría gobernar porque ningún partido político le prestaría su apoyo para formar gobierno. En esas circunstancias, el PSOE, aunque pierda, como esperan sus estrategas, más de un millón de votos en las próximas elecciones, seguiría gobernando con el apoyo de una coalición amplia, cuyo núcleo serían los socialistas, los antiguos comunistas y nacionalistas de cualquier pelaje, incluyendo, si fuera necesario, a los testaferros de esa Batasuna que representa al terrorismo etarra.
Sin embargo, ante la debilidad del liderazgo de Rajoy en la presente legislatura, la estrategia del PSOE se ha modificado ligeramente y el objetivo principal ha pasado a ser ridiculizar al lider de la oposición y acentuar sus debilidades ante la opinión pública.
Los estrategas del PSOE están felices y satisfechos de sus resultados y exhiben como prueba irrebatible de su éxito el que Zapatero, a pesar de sus errores y del tremendo desgaste que padece por la crisis económica, apenas retrocede en las encuestas, mientras que Rajoy, que en condiciones normales tendría que estar muy por delante en intención de voto y en valoración, no sólo se estanca y se desespera sino que su partido está sufriendo importantes divisiones internas y sangrías de votantes, que se pasan a UPyD o a las cada día más nutridas filas del voto en blanco y la abstensión.
Pero los ciudadanos deberían estar de luto porque las estrategias conspirativas y el imperio de la mentira han sustituido a la transparencia y al respeto a la verdad en la política española, dos valores imprescindibles para que funcione la democracia.
Las "malas artes" se han instalado en la política española y la han podrido hasta la médula. En la práctica, son utilizadas por todos, pero de un modo magistral por el gobierno de Zapatero, que las emplea para alcanzar tres grandes objetivos: para fortalecer su poder, para evitar el terrible desgaste que proporciona la crisis económica y el mal gobierno y para engañar a la oposición y a los ciudadanos. El PP también las utiliza, pero su habilidad en el uso de los trucos, trampas y engaños es muy inferior, al igual que su osadía en la utilización de la guerra sucia.
En la pasada legislatura, las mentiras y los trucos alcanzaron niveles que parecían insuperables, desde las mentiras en la negociación con ETA a los famosos “errores técnicos” del gobierno, algunos tan sonados como el SMS de Moraleda, Secretario de Estado de Comunicación, que acusaba al portavoz popular, Eduardo Zaplana, de corrupto en el caso “Terra Mítica”, y las imágenes que la televisión pública española difundió de Mariano Rajoy, mezcladas con otras de torturas en la cárcel iraquí de Abu Ghraib.
Aquellos errores y otros muchos del mismo estilo que se han producido no eran errores reales sino parte de la "estrategia de las puñaladas" que tan hábilmente practica el PSOE.
Las malas artes se utilizan, sobre todo, para confundir y engañar a los ciudadanos. Quizás el mejor ejemplo de la utilización de la mentira y la conspiración en España sea el asunto de Sacyr Vallhermoso y Repsol, en el que primero se habló de que sería una empresa rusa pública la que compraría la compañía energética española, después apareció Lukoil y finalmente se habla de la francesa TOTAL, sin que nadie sepa desde cuando el gobierno conoce esta amenaza, qué papel están desempeñando el gobierno y la Casa Real, ni cuales son los objetivos reales de Zapatero, aunque todos sospechamos que el prioritario es ayudar a su amigo Luis del Rivero, presidente de Sacyr.
Desacreditar al PP y aislarlo políticamente han sido también dos objetivos vitales para el PSOE, que sabe que la política que está desarrollando el gobierno Zapatero es impopular y le resta votos. Es evidente que los Estatutos de Cataluña y Andalucía, la negociación débil con ETA, la OPA anti-ENDESA, los enfrentamientos con la Iglesia Católica, el desmembramiento de la unidad nacional, las alianzas con nacionalismos extremos independentistas, el conflicto permanente con la Asociación de Víctimas del Terrorismo, los frecuentes traspiés en política exterior y, sobre todo, la pésima gestión de la crisis económica, que está cerrando miles de empresas, produciendo parados a rítmo vertiginoso y empobreciendo dramáticamente al país son brechas abiertas en la línea de flotación del PSOE que sólo pueden ser neutralizadas impidiendo que el PP las capitalice políticamente y gane las próximas elecciones.
Los estrategas del PSOE han ideado un plan contra el PP que funciona como una tenaza y cuyo objetivo es impedirle que gane las próximas elecciones. Para conseguirlo, debe avanzarse simultáneamente en dos frentes: el primero consiste en aislarlo políticamente, para lo cual establece “pactos excluyentes” con todos los partidos políticos, incluso con aquellos ideológicamente incompatibles, como los nacionalistas extremos, y el segundo pretende desacreditar a la derecha, utilizando para ello filtraciones y argucias de todo tipo que, posteriormente, son aireadas convenientemente por los medios de comunicación domesticados.
La ofensiva del descrédito al PP es tan cruenta y vital que lo permite prácticamente todo: desde el uso de imágenes subliminales hasta acusaciones falsas, sin descuidar argumentos fabricados en el laboratorio y ocultación de informaciones que hacen daño, como, por ejemplo, las encuestas que reflejan retrocesos electorales, que están siendo sistemáticamente silenciadas por los medios públicos y afines.
El objetivo de la estrategia es impedir por todos los medios posibles que el PP alcance la mayoría absoluta, dado que, aunque ganase las próximas elecciones por mayoría amplia, nunca podría gobernar porque ningún partido político le prestaría su apoyo para formar gobierno. En esas circunstancias, el PSOE, aunque pierda, como esperan sus estrategas, más de un millón de votos en las próximas elecciones, seguiría gobernando con el apoyo de una coalición amplia, cuyo núcleo serían los socialistas, los antiguos comunistas y nacionalistas de cualquier pelaje, incluyendo, si fuera necesario, a los testaferros de esa Batasuna que representa al terrorismo etarra.
Sin embargo, ante la debilidad del liderazgo de Rajoy en la presente legislatura, la estrategia del PSOE se ha modificado ligeramente y el objetivo principal ha pasado a ser ridiculizar al lider de la oposición y acentuar sus debilidades ante la opinión pública.
Los estrategas del PSOE están felices y satisfechos de sus resultados y exhiben como prueba irrebatible de su éxito el que Zapatero, a pesar de sus errores y del tremendo desgaste que padece por la crisis económica, apenas retrocede en las encuestas, mientras que Rajoy, que en condiciones normales tendría que estar muy por delante en intención de voto y en valoración, no sólo se estanca y se desespera sino que su partido está sufriendo importantes divisiones internas y sangrías de votantes, que se pasan a UPyD o a las cada día más nutridas filas del voto en blanco y la abstensión.
Pero los ciudadanos deberían estar de luto porque las estrategias conspirativas y el imperio de la mentira han sustituido a la transparencia y al respeto a la verdad en la política española, dos valores imprescindibles para que funcione la democracia.