No hay diferencia alguna entre los “progroms” nazis contra los judíos y la estrategia de intimidar, perseguir, encarcelar, torturar y hasta asesinar que el régimen de Fidel Castro despliega ante la disidencia interna. Sin embargo, hay una parte de la izquierda mundial, por desgracia cada vez más importante, que no logra (ni quiere) despegarse del totalitarismo y que no cree en la democracia, que es incapaz de condenar los crímenes de Fidel y los de otras decenas de dictadores del mundo a los que, vergonzosamente, presta su apoyo.
Esa izquierda vergonzante es la que está apoyando hoy a Castro, a Hugo Chavez y a otras decenas de dictadores, radicales islamistas, fascistas en activo y todos ellos violadores pertinaces de los derechos humanos, cuyo único “mérito” común es que se oponen al “imperialismo” de Estados Unidos.
Aunque suene a paradoja, esa izquierda mundial, lamentable y confundida, constituye hoy el principal obstáculo para que la Humanidad avance hacia una sociedad más democrática, justa y libre.
Es una izquierda que no logra desprenderse de sus prejuicios históricos, ni de sus raíces leninistas, gracias a las cuales protagoniza la aberración de juzgar los crímenes más por quien los comete que por el daño que causan.
Ese comportamiento envilecido coloca a la gente honrada de izquierda contra las cuerdas y la obliga a elegir entre la lealtad al partido del que forman parte y la lealtad a la verdad y a la honradez, batalla que casi siempre, por causa del sectarismo y del espíritu gregario y de un agudo sentido de tribu, desgraciadamente, suele ganar el partido político, abriéndose así la ruda que conduce a la vileza.
Cuba es hoy un claro ejemplo que demuestra hasta donde ha llegado la perversión de la otrora honrada izquierda, aquella que llegó a ser una esperanza ética para la Humanidad. Esa parte confusa y pervertida de la izquierda ha perdonado a Cuba todos sus "pecados", desde las feas relaciones del régimen de La Habana con el narcotráfico hasta su afición por el acoso,el encarcelamiento y la tortura de la disidencia.
El que Fidel encarcele, torture y asesine es una verdad histórica demostrada hasta la saciedad, pero esos crímenes son fácilmente perdonados y olvidados por esa izquierda corrompida que, sin saberlo, se ha hecho fascista, porque ¿qué es la esencia del fascismo sino ceguera para distinguir entre el bien y el mal?
Esa izquierda vergonzante es la que está apoyando hoy a Castro, a Hugo Chavez y a otras decenas de dictadores, radicales islamistas, fascistas en activo y todos ellos violadores pertinaces de los derechos humanos, cuyo único “mérito” común es que se oponen al “imperialismo” de Estados Unidos.
Aunque suene a paradoja, esa izquierda mundial, lamentable y confundida, constituye hoy el principal obstáculo para que la Humanidad avance hacia una sociedad más democrática, justa y libre.
Es una izquierda que no logra desprenderse de sus prejuicios históricos, ni de sus raíces leninistas, gracias a las cuales protagoniza la aberración de juzgar los crímenes más por quien los comete que por el daño que causan.
Ese comportamiento envilecido coloca a la gente honrada de izquierda contra las cuerdas y la obliga a elegir entre la lealtad al partido del que forman parte y la lealtad a la verdad y a la honradez, batalla que casi siempre, por causa del sectarismo y del espíritu gregario y de un agudo sentido de tribu, desgraciadamente, suele ganar el partido político, abriéndose así la ruda que conduce a la vileza.
Cuba es hoy un claro ejemplo que demuestra hasta donde ha llegado la perversión de la otrora honrada izquierda, aquella que llegó a ser una esperanza ética para la Humanidad. Esa parte confusa y pervertida de la izquierda ha perdonado a Cuba todos sus "pecados", desde las feas relaciones del régimen de La Habana con el narcotráfico hasta su afición por el acoso,el encarcelamiento y la tortura de la disidencia.
El que Fidel encarcele, torture y asesine es una verdad histórica demostrada hasta la saciedad, pero esos crímenes son fácilmente perdonados y olvidados por esa izquierda corrompida que, sin saberlo, se ha hecho fascista, porque ¿qué es la esencia del fascismo sino ceguera para distinguir entre el bien y el mal?