Los partidarios de un único gobierno central, sin autonomías, han aumentado 2,4 puntos en el barómetro de febrero del CIS, en el que bajan también los que prefieren un Estado con comunidades con todavía más autonomía y los que quieren que se les reconozca la posibilidad de declarar su independencia.
Según la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, elaborada del 1 al 12 de febrero, el porcentaje de quienes apuestan por un Estado con un gobierno central sin autonomías subió ese mes al 20,3 por ciento frente al 17,9 por ciento de enero.
Los que pedían más poder para las autonomías bajan 3,2 puntos respecto a enero los que apuestan por un estado con comunidades con más autonomía hasta situarse en febrero en el 12,6 por ciento frente al 15,8 por ciento del mes anterior.
Interpretar esos resultados como un apoyo al gobierno central sería un error porque el rechazo a ese gobierno no para de crecer. La única interpretación lógica de los resultados es que crece el descontento con la situación existente y el apoyo a un centralismo que estuviera en manos de otros partidos y otros políticos, diferentes y distintos a los actuales.
La situación empeora en España porque retroceden también los amigos de la democracia y los partidarios de Europa. Todo es producto de la frustración ante la clase política, que esa si que es ya un verdadero clamor.
En España, salvo los que viven directamente del sistema y cobran, directa o indirectamente, de los partidos y gobiernos, la masa restante de los ciudadanos, si pudieran, expulsarían del poder a los que mandan y apostarían por cambios sustanciales que, por ahora, no tienen encarnación concreta en un partido o un líder.
Tengo un amigo sociólogo de altura que me dice que la situación que reflejan las encuestas en España es la típica de los pueblos decepcionados y cansados de la política existente, que están a la espera de un "salvador", lo que quiere decir que si en España apareciera un líder nuevo y distinto, alejado de la política actual y ajeno a los partidos más poderosos y presentes en el Congreso, podría ser votado por más de la mitad del electorado frustrado, lo que equivaldría a entregarle el poder en bandeja.
Los decepcionados crecen en la España actual como la espuma porque los dos grandes partidos, PP y PSOE, están quemados, al igual que los viejos nacionalismos, cada día más rechazados, mientras que las nuevas opciones visibles, Podemos y Ciudadanos, no terminan de convencer a la creciente masa de indignados y frustrados.
El número de los decepcionados crece a ritmo de vértigo, como lo demuestran las manifestaciones masivas de colectivos vitales, como los pensionistas, que poseen diez millones de votos, y las mujeres en rebeldía, que casi representan la mitad de la población femenina, no menos de 12 millones de votos, suficientes, tanto en el caso de los jubilados como en el de las mujeres para poner y quitar gobiernos y hasta para cambiar el sistema.
Basta reflexionar un poco para darse cuenta que los actuales líderes políticos, desde Rajoy a Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y los que representan al odiado nacionalismo, son poco más que fantasmas, a los que el grueso de la población ya ha dado la espalda,
La España actual está en una situación peligrosa porque está dispuesta a entregarse, en cuerpo y alma, al primer salvapatrias hábil y con labia que aparezca en el horizonte, que ojalá sea una persona decente.
Francisco Rubiales
Según la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, elaborada del 1 al 12 de febrero, el porcentaje de quienes apuestan por un Estado con un gobierno central sin autonomías subió ese mes al 20,3 por ciento frente al 17,9 por ciento de enero.
Los que pedían más poder para las autonomías bajan 3,2 puntos respecto a enero los que apuestan por un estado con comunidades con más autonomía hasta situarse en febrero en el 12,6 por ciento frente al 15,8 por ciento del mes anterior.
Interpretar esos resultados como un apoyo al gobierno central sería un error porque el rechazo a ese gobierno no para de crecer. La única interpretación lógica de los resultados es que crece el descontento con la situación existente y el apoyo a un centralismo que estuviera en manos de otros partidos y otros políticos, diferentes y distintos a los actuales.
La situación empeora en España porque retroceden también los amigos de la democracia y los partidarios de Europa. Todo es producto de la frustración ante la clase política, que esa si que es ya un verdadero clamor.
En España, salvo los que viven directamente del sistema y cobran, directa o indirectamente, de los partidos y gobiernos, la masa restante de los ciudadanos, si pudieran, expulsarían del poder a los que mandan y apostarían por cambios sustanciales que, por ahora, no tienen encarnación concreta en un partido o un líder.
Tengo un amigo sociólogo de altura que me dice que la situación que reflejan las encuestas en España es la típica de los pueblos decepcionados y cansados de la política existente, que están a la espera de un "salvador", lo que quiere decir que si en España apareciera un líder nuevo y distinto, alejado de la política actual y ajeno a los partidos más poderosos y presentes en el Congreso, podría ser votado por más de la mitad del electorado frustrado, lo que equivaldría a entregarle el poder en bandeja.
Los decepcionados crecen en la España actual como la espuma porque los dos grandes partidos, PP y PSOE, están quemados, al igual que los viejos nacionalismos, cada día más rechazados, mientras que las nuevas opciones visibles, Podemos y Ciudadanos, no terminan de convencer a la creciente masa de indignados y frustrados.
El número de los decepcionados crece a ritmo de vértigo, como lo demuestran las manifestaciones masivas de colectivos vitales, como los pensionistas, que poseen diez millones de votos, y las mujeres en rebeldía, que casi representan la mitad de la población femenina, no menos de 12 millones de votos, suficientes, tanto en el caso de los jubilados como en el de las mujeres para poner y quitar gobiernos y hasta para cambiar el sistema.
Basta reflexionar un poco para darse cuenta que los actuales líderes políticos, desde Rajoy a Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y los que representan al odiado nacionalismo, son poco más que fantasmas, a los que el grueso de la población ya ha dado la espalda,
La España actual está en una situación peligrosa porque está dispuesta a entregarse, en cuerpo y alma, al primer salvapatrias hábil y con labia que aparezca en el horizonte, que ojalá sea una persona decente.
Francisco Rubiales
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