España no deja de "subir" en el ranking de la corrupción, situándose ya entre los paises más corruptos del mundo desarrollado, según los últimos informes de la organización anticorrupción Transparencia Internacional (TI).
Antonio Garrigues, promotor de Transparencia Internacional en España, ya advirtió en 2005, cuando España parecía haberse estancado en el índice, que estancarse es retroceder, dado el riesgo creciente de corrupción existente en España, sobre todo en el ámbito del urbanismo y el suelo.
La democracia española se está cargando de delitos y de culpa, algo que la degrada peligrosamente y que le resta dignidad y respeto ante los ciudadanos.
"Hemos convivido tanto con la corrupción, se ha robado tanto en la España democrática, a la sombra del urbanismo y del suelo, que un día tendremos que aprobar, como en su momento hizo Argentina, una especie de Ley Española de Punto Final para borrar las huellas del pasado y evitar que miles de políticos, sobre todo alcaldes y concejales, tengan que ir a la cárcel".
El anterior párrafo entrecomillado es de un amigo, alcalde andaluz desde hace muchos años, perfecto conocedor de las cloacas del poder, que pide que no revelemos su nombre, pero que se ofrece a descubrirnos las claves de la gran corrupción urbanística que se ha instalado como un cáncer en la democracia española.
La declaración está influída por el pesimismo desatado en Andalucía al conocerse el enorme alcance de la corrupción urbanística e inmobiliaria en Marbella, en la comarca sevillana del Aljarafe y en otros muchos territorios andaluces, con tramas que implican a alcaldes, concejales, empresarios y a una nutrida corte de medradores y trepadores, corruptos y desalmados.
"Todos sabiamos que no había dinero para responder a las exigencias de los ciudadanos, para financiar los servicios que demanda la comunidad, todos sabíamos que había que sacar el dinero de donde estaba. Y el dinero sólo estaba en el suelo y en el urbanismo. Que nadie se escandalice porque todos los políticos lo saben y todos los partidos conocen los secretos de la corrupción municipal, los dineros que se recaudaban para los partidos y los dineros que se quedaban en los bolsillos de miles de alcaldes, concejales y altos cargos de la administración".
"No conozco un sólo alcalde que no haya pedido dinero a sus amigos constructores y empresarios para financiar sus campañas. Tampoco conozco a un sólo empresario, sobre todo del sector inmobiliario, que no haya repartido mucho entre políticos para ganar mucho. Los cheques llegaban al portador, pero la mayoría venía como dinero contante y anónimo, billetes viejos y usados".
"Todos hemos sido hipócritas. La sociedad española también, porque parece mentira que no lo hayan descubierto los ciudadanos cuando todo estaba a la vista. Basta con estudiar el patrimonio de los políticos, sus casas, sus coches y su tren de vida. Es suficiente comparar el antes y el después para descubrir que se han producido cambios inexplicables. ¿Crees que se pueden amasar fortunas con salarios de tres mil euros al mes? Todos, todos hemos sido hipócritas".
"La clave de la historia está en que la democracia nunca ha resuelto legalmente la financiación de los partidos políticos, que, lógicamente, no pueden sobrevivir con las cuotas de los militantes. Como daba vergüenza financiarlos plenamente con el dinero del Estado, hemos recurrido a la hipocresía y, prácticamente, hemos abierto las puertas, de par en par, a la corrupción. Los ayuntamientos tampoco han tenido nunca dinero suficiente, lo que les ha llevado hacia el suelo, el urbanismo, la construcción y la especulación como fuentes de financiación".
"Muchos justificaban la corrupción pidiendo en nombre o para el partido, como si eso justificara el expolio. En realidad, la confusión era dramática porque corromperse en nombre de un partido político o hacerlo en nombre de un partido político hace más grave el pecado, en lugar de suavizarlo. Tampoco los políticos, mal pagados, estábamos preparados para resistir las tentaciones. Hemos visto tanto dinero alrededor, gente que compraba por diez y vendía por cien, tres días despues, que muy pocos han podido resistir. Lo de Marbella es sólo un fenómeno publicitado porque los grandes partidos no estaban directamente implicados, porque se han peleado unos con otros y han optado por derribar las columnas del templo filisteo, caiga quien caiga, pero el fenómeno es generalizado y el mismo panorama espantoso que se vislumbra en en Marbella tiene vigencia muchos lugares de España".
"¿Que cómo se arregla esto? Creo que tendremos que hacer un esfuerzo entre todos y modificar las reglas del juego democrático. Hasta que la democracia española no reconozca que ha sido corrupta hasta lo inverosimil, hasta que los demócratas no aceptemos y reconozcamos que este sistema es bueno, el mejor posible, a pesar de las suciedades que lo adornan, no habrá termiando la Transición Española a la democracia".
"Tenemos que aprender a amar la democracia como a nuestras madres, por encima de sus defectos. Tenemos que confesar y aceptar que hemos manchado la democracia hasta extremos que al ciudadano le va a costar trabajo admitir. Habrá que ser generosos y perdonar. No podemos abrir juicios masivos, ni meter en las cárcelesd a miles de cargos públicos. La sociedad española tiene que aprender a perdonar y a hacer borrón y cuenta nueva, como un día hicieron los argentinos. Por eso hablo de una Ley Española de Punto y Final contra la corrupción".
Antonio Garrigues, promotor de Transparencia Internacional en España, ya advirtió en 2005, cuando España parecía haberse estancado en el índice, que estancarse es retroceder, dado el riesgo creciente de corrupción existente en España, sobre todo en el ámbito del urbanismo y el suelo.
La democracia española se está cargando de delitos y de culpa, algo que la degrada peligrosamente y que le resta dignidad y respeto ante los ciudadanos.
"Hemos convivido tanto con la corrupción, se ha robado tanto en la España democrática, a la sombra del urbanismo y del suelo, que un día tendremos que aprobar, como en su momento hizo Argentina, una especie de Ley Española de Punto Final para borrar las huellas del pasado y evitar que miles de políticos, sobre todo alcaldes y concejales, tengan que ir a la cárcel".
El anterior párrafo entrecomillado es de un amigo, alcalde andaluz desde hace muchos años, perfecto conocedor de las cloacas del poder, que pide que no revelemos su nombre, pero que se ofrece a descubrirnos las claves de la gran corrupción urbanística que se ha instalado como un cáncer en la democracia española.
La declaración está influída por el pesimismo desatado en Andalucía al conocerse el enorme alcance de la corrupción urbanística e inmobiliaria en Marbella, en la comarca sevillana del Aljarafe y en otros muchos territorios andaluces, con tramas que implican a alcaldes, concejales, empresarios y a una nutrida corte de medradores y trepadores, corruptos y desalmados.
"Todos sabiamos que no había dinero para responder a las exigencias de los ciudadanos, para financiar los servicios que demanda la comunidad, todos sabíamos que había que sacar el dinero de donde estaba. Y el dinero sólo estaba en el suelo y en el urbanismo. Que nadie se escandalice porque todos los políticos lo saben y todos los partidos conocen los secretos de la corrupción municipal, los dineros que se recaudaban para los partidos y los dineros que se quedaban en los bolsillos de miles de alcaldes, concejales y altos cargos de la administración".
"No conozco un sólo alcalde que no haya pedido dinero a sus amigos constructores y empresarios para financiar sus campañas. Tampoco conozco a un sólo empresario, sobre todo del sector inmobiliario, que no haya repartido mucho entre políticos para ganar mucho. Los cheques llegaban al portador, pero la mayoría venía como dinero contante y anónimo, billetes viejos y usados".
"Todos hemos sido hipócritas. La sociedad española también, porque parece mentira que no lo hayan descubierto los ciudadanos cuando todo estaba a la vista. Basta con estudiar el patrimonio de los políticos, sus casas, sus coches y su tren de vida. Es suficiente comparar el antes y el después para descubrir que se han producido cambios inexplicables. ¿Crees que se pueden amasar fortunas con salarios de tres mil euros al mes? Todos, todos hemos sido hipócritas".
"La clave de la historia está en que la democracia nunca ha resuelto legalmente la financiación de los partidos políticos, que, lógicamente, no pueden sobrevivir con las cuotas de los militantes. Como daba vergüenza financiarlos plenamente con el dinero del Estado, hemos recurrido a la hipocresía y, prácticamente, hemos abierto las puertas, de par en par, a la corrupción. Los ayuntamientos tampoco han tenido nunca dinero suficiente, lo que les ha llevado hacia el suelo, el urbanismo, la construcción y la especulación como fuentes de financiación".
"Muchos justificaban la corrupción pidiendo en nombre o para el partido, como si eso justificara el expolio. En realidad, la confusión era dramática porque corromperse en nombre de un partido político o hacerlo en nombre de un partido político hace más grave el pecado, en lugar de suavizarlo. Tampoco los políticos, mal pagados, estábamos preparados para resistir las tentaciones. Hemos visto tanto dinero alrededor, gente que compraba por diez y vendía por cien, tres días despues, que muy pocos han podido resistir. Lo de Marbella es sólo un fenómeno publicitado porque los grandes partidos no estaban directamente implicados, porque se han peleado unos con otros y han optado por derribar las columnas del templo filisteo, caiga quien caiga, pero el fenómeno es generalizado y el mismo panorama espantoso que se vislumbra en en Marbella tiene vigencia muchos lugares de España".
"¿Que cómo se arregla esto? Creo que tendremos que hacer un esfuerzo entre todos y modificar las reglas del juego democrático. Hasta que la democracia española no reconozca que ha sido corrupta hasta lo inverosimil, hasta que los demócratas no aceptemos y reconozcamos que este sistema es bueno, el mejor posible, a pesar de las suciedades que lo adornan, no habrá termiando la Transición Española a la democracia".
"Tenemos que aprender a amar la democracia como a nuestras madres, por encima de sus defectos. Tenemos que confesar y aceptar que hemos manchado la democracia hasta extremos que al ciudadano le va a costar trabajo admitir. Habrá que ser generosos y perdonar. No podemos abrir juicios masivos, ni meter en las cárcelesd a miles de cargos públicos. La sociedad española tiene que aprender a perdonar y a hacer borrón y cuenta nueva, como un día hicieron los argentinos. Por eso hablo de una Ley Española de Punto y Final contra la corrupción".