La firma de los pactos bilaterales de 1953, cuyo fin último era ir preparando a sectores escogidos de la sociedad española para facilitar la consecución de los objetivos norteamericanos, permitieron que la España de Franco, aislada y arruinada, recibiera una inyección de aire fresco y el espaldarazo que la incorporaba al mundo de la prosperidad occidental. Los pactos firmado entre Estados Unidos y España y la posterior visita del presidente Eisenhower, en 1959, consagran la supervivivencia del régimen, que tuvo que pagar por ese favor grandes facturas. La factura visible eran las bases americanas en España, sobre todo la importante base aeronaval de Rota, clave para la estrategia de Washington en la Guerra Fría, pero hubo otras facturas secretas que todavía permaneces invisibles. La siguiente es una de ellas:
Estados Unidos intervendría, en adelante, en la descolonización del Sahara y Guinea Ecuatorial, abriéndose un periodo en el que las empresas americanas deberían tomar posiciones en esos territorios para, en el momento de su independencia, explotar sus grandes recursos, sobre todo el petróleo. España tendría una participación en el festín, a través de algunos consorcios empresariales suministradores y subsidiarios de los norteamericanos.
Franco, que nunca dejó de sentir repugnancia por aquellas clausulas secretas, se hizo el remolón para no cumplir aquellos compromisos y utilizó con los norteamericanos las mismas tácticas dilatorias que tanto éxito le dieron con Adolf Hitler. Los americanos estaban indignados ante el comportamiento del gallego y le presionaban a través del terrorismo de ETA, que, al igual que Al Queda, fue en sus inicios una criatura de la CIA.
El asesinato de Carrero Blanco y la posterior enfermedad del caudillo debilitaron mucho la resistencia española. Los que sucedieron a Carrero Blanco al frente del régimen impusieron a Franco el cumplimiento de los pactos secretos con Estados Unidos y empezaron a preparar el abandono de las colonias, según los designios de Estados Unidos, que habían decidido entregar el Sahara a sus amigos de Marruecos, el principal aliado de Washington en el Magreb, y Guinea Ecuatorial al poderoso Clan Nguena, protegido por la inteligencia norteamericana, al que pertenecía el asesinado presidente Macias y el actual Obiang.
Cuando el general Franco cayó enfermo, los oficiales españoles en el Sahara y en Guinea se vieron sorprendidos por las órdenes que recibían, absurdas e incomprensibles, desde su punto de vista. Empezaron a colocar a personas concretas de Guinea y de Marruecos, probablemente escogidas por la inteligencia de Washington, al frente de servicios y departamentos de gran valor estratégico. Mientras tanto, se preparaba se alimentaba el odio al colonialismo español, que siempre había mantenido unas relaciones excelentes con la población autóctona, y se preparaba en secreto la Marcha Verde.
Las órdenes que se recibían incluían la prohibición de explotar recursos naturales en ambos territorios, a pesar de que ya había constancia plena de que Guinea era riquísima en petróleo y que también existían pozos de crudo explotables y otros valiosos recursos en las arenas del Sahara Español.
Después llegaron las órdenes humillantes de no defenderse frente al asalto de las bandas armadas marroquíes y, finalmente, la todavía más humillante retirada ante el avance de una Marcha Verde que podría haberse disuelto con apenas tres ráfagas disparadas al aire.
Nota:
La anterior es una historia cierta y contrastada, aunque indemostrable con pruebas. El autor la ha contrastado con oficiales de la inteligencia norteamericana, cubana, rumana y española. Últimamente, también ha sido confirmada por oficiales del Ejército español por aquellos tiempos destacados en el Sahara.
Se publica ahora porque conocer estas verdades ocultas ayudan a entender como funciona el poder mundial y permite imaginar las oscuras razones que sustentaron, por ejemplo, la sorprendente guerra contra Gadafi, desatada por gobernantes occidentales que hasta pocos meses antes eran sus amigos y aliados, o la invasión de Irak o la inesperada y precipitada retirada de Afganistán.
Secretos como estos hay muchos y son tan importante que han marcado nuestra historia reciente. Pronto revelaremos otros.
Francisco Rubiales
Estados Unidos intervendría, en adelante, en la descolonización del Sahara y Guinea Ecuatorial, abriéndose un periodo en el que las empresas americanas deberían tomar posiciones en esos territorios para, en el momento de su independencia, explotar sus grandes recursos, sobre todo el petróleo. España tendría una participación en el festín, a través de algunos consorcios empresariales suministradores y subsidiarios de los norteamericanos.
Franco, que nunca dejó de sentir repugnancia por aquellas clausulas secretas, se hizo el remolón para no cumplir aquellos compromisos y utilizó con los norteamericanos las mismas tácticas dilatorias que tanto éxito le dieron con Adolf Hitler. Los americanos estaban indignados ante el comportamiento del gallego y le presionaban a través del terrorismo de ETA, que, al igual que Al Queda, fue en sus inicios una criatura de la CIA.
El asesinato de Carrero Blanco y la posterior enfermedad del caudillo debilitaron mucho la resistencia española. Los que sucedieron a Carrero Blanco al frente del régimen impusieron a Franco el cumplimiento de los pactos secretos con Estados Unidos y empezaron a preparar el abandono de las colonias, según los designios de Estados Unidos, que habían decidido entregar el Sahara a sus amigos de Marruecos, el principal aliado de Washington en el Magreb, y Guinea Ecuatorial al poderoso Clan Nguena, protegido por la inteligencia norteamericana, al que pertenecía el asesinado presidente Macias y el actual Obiang.
Cuando el general Franco cayó enfermo, los oficiales españoles en el Sahara y en Guinea se vieron sorprendidos por las órdenes que recibían, absurdas e incomprensibles, desde su punto de vista. Empezaron a colocar a personas concretas de Guinea y de Marruecos, probablemente escogidas por la inteligencia de Washington, al frente de servicios y departamentos de gran valor estratégico. Mientras tanto, se preparaba se alimentaba el odio al colonialismo español, que siempre había mantenido unas relaciones excelentes con la población autóctona, y se preparaba en secreto la Marcha Verde.
Las órdenes que se recibían incluían la prohibición de explotar recursos naturales en ambos territorios, a pesar de que ya había constancia plena de que Guinea era riquísima en petróleo y que también existían pozos de crudo explotables y otros valiosos recursos en las arenas del Sahara Español.
Después llegaron las órdenes humillantes de no defenderse frente al asalto de las bandas armadas marroquíes y, finalmente, la todavía más humillante retirada ante el avance de una Marcha Verde que podría haberse disuelto con apenas tres ráfagas disparadas al aire.
Nota:
La anterior es una historia cierta y contrastada, aunque indemostrable con pruebas. El autor la ha contrastado con oficiales de la inteligencia norteamericana, cubana, rumana y española. Últimamente, también ha sido confirmada por oficiales del Ejército español por aquellos tiempos destacados en el Sahara.
Se publica ahora porque conocer estas verdades ocultas ayudan a entender como funciona el poder mundial y permite imaginar las oscuras razones que sustentaron, por ejemplo, la sorprendente guerra contra Gadafi, desatada por gobernantes occidentales que hasta pocos meses antes eran sus amigos y aliados, o la invasión de Irak o la inesperada y precipitada retirada de Afganistán.
Secretos como estos hay muchos y son tan importante que han marcado nuestra historia reciente. Pronto revelaremos otros.
Francisco Rubiales