El lema del próximo congreso nacional que el Partido Popular celebrará en Valencia, los días 20, 21 y 22 de junio es "Crecemos juntos", pero, dada la situación que vive el partido, más apropiado sería reunirse bajo el lema "Mermamos divididos".
Las deserciones no cesan y el desencanto y la desilusión crecen exponencialmente, a medida que se acerca la cumbre de Valencia, a la que el PP acudirá con un liderazgo devaluado, internamente enfrentado y en su peor momento desde los tiempos de Alianza Popular.
En la tumultuosa reunión de ayer en la sede del PP, en calle Génova, Juan Costa, la "estrella ascendente" del Partido, perteneciento a una generación más joven y preparada, quien ha sonado en las últimas semanas como alternativa a Mariano Rajoy, manifestó que existe una "crisis de ilusión de la militancia", que hay "actitudes no integradoras" dentro de la formación y que su "diagnóstico" es "totalmente diferente al de la dirección".
Rajoy ha acaparado avales suficientes para controlar el congreso de Valencia y mantenerse tres años más al frente del partido, pero el precio que deberá pagar será tan alto que no le merecerá la pena. Su ponencia política está ya desautorizada por las enmiendas y las deserciones han sido tan importantes que las filas que dirigirá estarán demasiado mermadas para hacerfrente a las divisiones acorazadas de Zapatero, bien engrasadas con el poder y el dinero que proporcionar el control del Estado.
Rajoy será un líder con pies de barro, sin otra salida que obtener victoria tras victoria en las próximas citas con las urnas, un objetivo casi imposible porque las encuestas ya detectan que los votantes del PP están desertando en masa hacia UPyD, la abstención y el voto en blanco. Al primer revés que sufra, el argumento de sus adversarios se tornará invencible y quedará probado que el gallego no tiene madera de líder ni posibilidad alguna de derrotar a un Zapatero que parece que está aprendiendo de sus errores y corrigiendo su deficiente y decepcionante gestión en el cuatrienio 2004-08.
Rajoy surgirá del Congreso de Valencia debilitado y convertido en un rehen de los barones que le apoyan. El partido saldrá mermado y dividido, sobre todo si gana Rajoy y prorroga su poder.
Por muchos apoyos que hoy pueda exhibir, su victoria siempre será pírrica y nadie podrá olvidar que en cualquier democracia decente, un líder derrotado, sobre todo si ha besado la lona por segunda vez, debe poner su cargo a disposición de su partido y no aferrarse al poder y al control del aparato para mantenerse. Obtener avales desde el poder, suficientes no sólo para el propio apoyo sino también para cerrar el paso a cualquier oposición, es un comportamiento que, aunque lícito, conlleva un dramático déficit de decencia y democracia.
Finalmente, Rajoy preside el decaimiento moral e ideológico de su partido. Su minúsculo liderazgo no se basa en ideas atrayentes o en renovaciones ideológicas sugerentes, sino simplemente en la promesa de "adaptarse" a los tiempos para "vencer". Cuando España y el Partido Popular necesitan unas ideas fuertes que otorguen esperanza a los muchos que temen que España, bajo el "zapaterismo", se desmorone, Rajoy sólo ofrece táctica y deseos de poder, sumiendo a su partido en una crisis de vacío y de desesperanza.
Las deserciones no cesan y el desencanto y la desilusión crecen exponencialmente, a medida que se acerca la cumbre de Valencia, a la que el PP acudirá con un liderazgo devaluado, internamente enfrentado y en su peor momento desde los tiempos de Alianza Popular.
En la tumultuosa reunión de ayer en la sede del PP, en calle Génova, Juan Costa, la "estrella ascendente" del Partido, perteneciento a una generación más joven y preparada, quien ha sonado en las últimas semanas como alternativa a Mariano Rajoy, manifestó que existe una "crisis de ilusión de la militancia", que hay "actitudes no integradoras" dentro de la formación y que su "diagnóstico" es "totalmente diferente al de la dirección".
Rajoy ha acaparado avales suficientes para controlar el congreso de Valencia y mantenerse tres años más al frente del partido, pero el precio que deberá pagar será tan alto que no le merecerá la pena. Su ponencia política está ya desautorizada por las enmiendas y las deserciones han sido tan importantes que las filas que dirigirá estarán demasiado mermadas para hacerfrente a las divisiones acorazadas de Zapatero, bien engrasadas con el poder y el dinero que proporcionar el control del Estado.
Rajoy será un líder con pies de barro, sin otra salida que obtener victoria tras victoria en las próximas citas con las urnas, un objetivo casi imposible porque las encuestas ya detectan que los votantes del PP están desertando en masa hacia UPyD, la abstención y el voto en blanco. Al primer revés que sufra, el argumento de sus adversarios se tornará invencible y quedará probado que el gallego no tiene madera de líder ni posibilidad alguna de derrotar a un Zapatero que parece que está aprendiendo de sus errores y corrigiendo su deficiente y decepcionante gestión en el cuatrienio 2004-08.
Rajoy surgirá del Congreso de Valencia debilitado y convertido en un rehen de los barones que le apoyan. El partido saldrá mermado y dividido, sobre todo si gana Rajoy y prorroga su poder.
Por muchos apoyos que hoy pueda exhibir, su victoria siempre será pírrica y nadie podrá olvidar que en cualquier democracia decente, un líder derrotado, sobre todo si ha besado la lona por segunda vez, debe poner su cargo a disposición de su partido y no aferrarse al poder y al control del aparato para mantenerse. Obtener avales desde el poder, suficientes no sólo para el propio apoyo sino también para cerrar el paso a cualquier oposición, es un comportamiento que, aunque lícito, conlleva un dramático déficit de decencia y democracia.
Finalmente, Rajoy preside el decaimiento moral e ideológico de su partido. Su minúsculo liderazgo no se basa en ideas atrayentes o en renovaciones ideológicas sugerentes, sino simplemente en la promesa de "adaptarse" a los tiempos para "vencer". Cuando España y el Partido Popular necesitan unas ideas fuertes que otorguen esperanza a los muchos que temen que España, bajo el "zapaterismo", se desmorone, Rajoy sólo ofrece táctica y deseos de poder, sumiendo a su partido en una crisis de vacío y de desesperanza.