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Cónclave de socialistas impotentes. Pueden salvar a España, pero sólo hablan



La lista de los disidentes del sanchismo es importante, amplia y en teoría potente. Es tan fuerte que podrían derribar el sanchismo y situar al PSOE dentro del bien común y la decencia. Pero son cobardes y sólo se atreven a hablar. Los Felipe González, Alfonso Guerra, García Page, Jauregui, Lambán y otros muchos no se atreven a alzar la bandera de la regeneración socialista, que es donde está la podredumbre y el corazón del drama, y siguen votando al PSOE, lo que quita solvencia, fuerza y credibilidad a su protesta.

España asiste atónita a otra nueva estafa socialista: la de los que se oponen al sanchismo y podrían derribarlo, pero siguen votándolo.
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En el Ateneo de Madrid se reunió en la noche del miércoles la flor y nata de la resistencia socialista al sanchismo, un grupo de impotentes con buena voluntad pero a los que la cobardía y el miedo convierten en armas descargadas que ya no disparan. Rechazan el sanchismo, pero le siguen votando. Abominan de Sánchez, pero no se atreven a alzar la bandera de la rebelión. La vejez les ha convertido en castrados impotentes, incapaces de cumplir con el deber sagrado de defender a España de canallas y depredadores sin escrúpulos. Ni siquiera tienen el valor de plantear una rebelión interna en el PSOE, partido al que condujeron a la gran victoria de 1982.

Plantean como solución algo que saben que es imposible: una coalición entre el PSOE y el PP, lo que equivale a no plantear solución alguna. Ni siquiera se atreven a pedir a los diputados socialistas que voten en conciencia contra Sánchez en la investidura, lo que provocaría nuevas elecciones y dejaría en manos del pueblo la solución del asqueroso atasco e inmoral presente político de España.

González y Guerra acusan a Sánchez de "desleal" y claman contra la "humillación" de la amnistía. El mensaje ha sido claro, pero la verdadera solución se elude. Dicen que la amnistía es "la condena de la transición y la democracia" y que "no cabe dentro de la Constitución".

Pero en lugar de proclamar una rebelión ética de los socialistas honrados contra el dictador Pedro Sánchez, el expresidente y el exvicepresidente piden un acuerdo entre PP y PSOE para evitar "depender" de Puigdemont, un acuerdo que es imposible y que el depredador de la Moncloa nunca aceptará porque quiere sólo para él todo el poder.

Fue un acto bonito, más destinado a adormecer conciencias y aplacar los remordimientos de los socialistas que todavía tienen alma que para derribar al tirano, cuando la prioridad es excluir del poder, con urgencia, al socialista enemigo de España, al brutal dictadorzuelo Sánchez.

Allí estaba la legión entera de "los Impotentes" alienados: González, Guerra, García Page, Lambán, José Luis Corcuera, José Barrionuevo y Virgilio Zapatero; el andaluz José Rodríguez de la Borbolla, el asturiano Javier Fernández, Juan Carlos Rodríguez Ibarra (Extremadura), Tomás Gómez y Nicolás Redondo Terreros, el recientemente expulsado del sanchismo estalinista por crítico.

Pudo haber sido una noche de campanas al vuelo y trompetas de libertad si se hubiera proclamado la necesidad de rebelarse, pero sólo fue una noche de palabras e impotencias.

La vejez es implacable y ha convertido a González y a Guerra, antiguos leones, en asustados borregos chillones, aterrorizados ante el pastor y sus perros.

Francisco Rubiales


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Jueves, 21 de Septiembre 2023
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