El Partido Andalucista, el nacionalismo "light" andaluz, se ha autodotado de un exigente código ético que le prohibe pactar "con candidaturas corruptas y/o personalistas o contrarias a los principios democráticos", lo que le sitúa en un "callejón sin salida" que le condena, probablemente, a vivir en la mas estricta soledad política, sin posibilidad de pacto alguno con cualquier otro partido político en España.
El "andalucismo", que pide al PSOE que deje de darse golpes de pecho y "haga lo mismo", se autocondenaría a la soledad si aplicara con un mínimo rigor su código, ya que resulta más que probable que no exista en España partido político alguno capaz de superar las tres prohibiciones: "candidaturas corruptas", "personalistas" o "contrarias a los principios democráticos".
El Partido Andalucista ha sorprendido a la opinión pública con su insólito baño de limpieza y pulcritud, considerado por algunos analistas como una especie de "harakiri" político, a pesar de que su "código" debería ser habitual y obligado en política pero que, en tiempos tan corruptos y de tanta degeneración democrática, a los ciudadanos les resulta tan extraño como increíble.
Su secretario general, Julian Álvarez, acaba de declarar que tampoco apoyará "gobiernos integrados por transfugas".
Álvarez ha invitado al PSOE a que "asuma el mismo compromiso" y ha acusado a los socialistas andaluces de ser el "principal" partido a la hora de "amparar" gobiernos configurados por transfugas.
La inmersión puritana del PA parece poco creible, a juzgar por su pasado, plagado de sospechas y acusaciones de corrupción urbanística, pero es bienvenida en un panorama político español cuyas dos grandes lacras son la corrupción y la degeneración de la democracia,que ha sido transformada en una descarada y drástica partitocracia.
El "andalucismo", que pide al PSOE que deje de darse golpes de pecho y "haga lo mismo", se autocondenaría a la soledad si aplicara con un mínimo rigor su código, ya que resulta más que probable que no exista en España partido político alguno capaz de superar las tres prohibiciones: "candidaturas corruptas", "personalistas" o "contrarias a los principios democráticos".
El Partido Andalucista ha sorprendido a la opinión pública con su insólito baño de limpieza y pulcritud, considerado por algunos analistas como una especie de "harakiri" político, a pesar de que su "código" debería ser habitual y obligado en política pero que, en tiempos tan corruptos y de tanta degeneración democrática, a los ciudadanos les resulta tan extraño como increíble.
Su secretario general, Julian Álvarez, acaba de declarar que tampoco apoyará "gobiernos integrados por transfugas".
Álvarez ha invitado al PSOE a que "asuma el mismo compromiso" y ha acusado a los socialistas andaluces de ser el "principal" partido a la hora de "amparar" gobiernos configurados por transfugas.
La inmersión puritana del PA parece poco creible, a juzgar por su pasado, plagado de sospechas y acusaciones de corrupción urbanística, pero es bienvenida en un panorama político español cuyas dos grandes lacras son la corrupción y la degeneración de la democracia,que ha sido transformada en una descarada y drástica partitocracia.