El odio a España y la deslealtad han sido los recursos más eficaces de Cataluña, desde hace siglos, para ser rica y ordeñar al Estado español. El chantaje les funcionó con los Borbones, con las dos Repúblicas, con Franco y con los dos grandes partidos corruptos actuales de España, el PSOE y el PP, pero nadie les ha compensado tanto y comprado con más generosidad que Pedro Sánchez, al que los partidos catalanes y vascos del odio apoyan porque les hace el trabajo sucio de destruir España.
Sin embargo, el catalanismo desleal, símbolo de la mayor bajeza política del presente español, se ha encontrado con un obstáculo imprevisto y temible: la reacción indignada y adversa del pueblo.
Gracias al odio, los catalanes se han hecho ricos, han obtenido del Estado privilegios que nunca merecieron y lograron ventajas de monopolio como sus textiles y el tráfico de esclavos, además de conseguir que en su tierra se instalaran las mejores industrias y que ellos disfrutaran de las mejores infraestructuras. Hasta el mismo Franco sucumbió al chantaje catalán y ordenó instalar en tierra catalana la SEAT y otras industrias pesadas del sector público. Los textiles catalanes, de inferior calidad que los ingleses y mucho más caros, contaron, desde el sigo XVIII del proteccionismo español y contribuyeron de ese modo a la ruina de España.
La hoja de servicio catalana contra España es un lago de cieno, de envidia, chantaje y odio donde la burguesía catalana, la más corrupta del país, ha utilizado el odio a España y a su idioma, calificado como la lengua de los opresores y ocupantes, como combustible para su próspera industria del rencor.
Los españoles se han alzado contra el abuso vasco y, sobre todo, catalán y, ante la traición y cobardía de los políticos, se han convertido en el ariete contra el independentismo y el chantaje. Millones de españoles apoyaron con firmeza al rey Felipe cuando puso firme a la chusma golpista catalana, siguen al pie de la letra el boicot a los productos catalanes y prefieren consumir cava extremeño, riojano o andaluz a pagar los caldos del Penedés, que han visto reducida su demanda y han tenido que bajar los precios.
Los demócratas españoles y la gente decente que ama a su patria ya no viaja a Cataluña, salvo casos de extrema necesidad y hasta evita en lo posible transitar por carreteras catalanes para penetrar en Europa.
Es la reacción lógica frente al odio a España que los catalanes han convertido en su bandera.
Si los españoles pudieran, evitarían que el corrupto Pedro Sánchez regara con dinero e inversiones a Cataluña y Vascongadas, a las que beneficia de manera sucia e injusta en detrimento de otras autonomías españolas fieles y leales.
El indulto a los golpistas y la modificación del Código Penal para beneficiar a los catalanes que odian a España son los grandes pecados imperdonables del sanchismo, más graves que sus abusos de poder, mentiras e inflación de corruptos.
Es tan descarado y repugnante el contubernio entre la izquierda gobernante y el odio antiespañol de catalanes y vascos que esa lacra, silenciada y perdonada por los medios de comunicación españoles que han sido comprados por el sanchismo, que la izquierda perderá las próximas elecciones por ese motivo, con más peso en el voto que la corrupción, los impuestos altos, el avance de la pobreza y las mentiras enfermizas del sanchismo.
Puede que nadie haya entendido el problema catalán con mas lucidez que el general Baldomero Espartero, regente de España, cuando dijo que "Por el bien de España, hay que bombardear Barcelona una vez cada 50 años". El 3 de diciembre de 1842, por orden de Espartero, Barcelona fue bombardeada indiscriminadamente y eso acabó fulminantemente con la revuelta.
Francisco Rubiales
Sin embargo, el catalanismo desleal, símbolo de la mayor bajeza política del presente español, se ha encontrado con un obstáculo imprevisto y temible: la reacción indignada y adversa del pueblo.
Gracias al odio, los catalanes se han hecho ricos, han obtenido del Estado privilegios que nunca merecieron y lograron ventajas de monopolio como sus textiles y el tráfico de esclavos, además de conseguir que en su tierra se instalaran las mejores industrias y que ellos disfrutaran de las mejores infraestructuras. Hasta el mismo Franco sucumbió al chantaje catalán y ordenó instalar en tierra catalana la SEAT y otras industrias pesadas del sector público. Los textiles catalanes, de inferior calidad que los ingleses y mucho más caros, contaron, desde el sigo XVIII del proteccionismo español y contribuyeron de ese modo a la ruina de España.
La hoja de servicio catalana contra España es un lago de cieno, de envidia, chantaje y odio donde la burguesía catalana, la más corrupta del país, ha utilizado el odio a España y a su idioma, calificado como la lengua de los opresores y ocupantes, como combustible para su próspera industria del rencor.
Los españoles se han alzado contra el abuso vasco y, sobre todo, catalán y, ante la traición y cobardía de los políticos, se han convertido en el ariete contra el independentismo y el chantaje. Millones de españoles apoyaron con firmeza al rey Felipe cuando puso firme a la chusma golpista catalana, siguen al pie de la letra el boicot a los productos catalanes y prefieren consumir cava extremeño, riojano o andaluz a pagar los caldos del Penedés, que han visto reducida su demanda y han tenido que bajar los precios.
Los demócratas españoles y la gente decente que ama a su patria ya no viaja a Cataluña, salvo casos de extrema necesidad y hasta evita en lo posible transitar por carreteras catalanes para penetrar en Europa.
Es la reacción lógica frente al odio a España que los catalanes han convertido en su bandera.
Si los españoles pudieran, evitarían que el corrupto Pedro Sánchez regara con dinero e inversiones a Cataluña y Vascongadas, a las que beneficia de manera sucia e injusta en detrimento de otras autonomías españolas fieles y leales.
El indulto a los golpistas y la modificación del Código Penal para beneficiar a los catalanes que odian a España son los grandes pecados imperdonables del sanchismo, más graves que sus abusos de poder, mentiras e inflación de corruptos.
Es tan descarado y repugnante el contubernio entre la izquierda gobernante y el odio antiespañol de catalanes y vascos que esa lacra, silenciada y perdonada por los medios de comunicación españoles que han sido comprados por el sanchismo, que la izquierda perderá las próximas elecciones por ese motivo, con más peso en el voto que la corrupción, los impuestos altos, el avance de la pobreza y las mentiras enfermizas del sanchismo.
Puede que nadie haya entendido el problema catalán con mas lucidez que el general Baldomero Espartero, regente de España, cuando dijo que "Por el bien de España, hay que bombardear Barcelona una vez cada 50 años". El 3 de diciembre de 1842, por orden de Espartero, Barcelona fue bombardeada indiscriminadamente y eso acabó fulminantemente con la revuelta.
Francisco Rubiales