Los que integramos los equipos directivos que organizan y coordinan la lucha contra el impuesto y trazamos la estrategia ganadora sentimos un profundo orgullo por haber formado parte de esa lucha victoriosa que ha culminado con la supresión de ese impuesto injusto y con la derrota del socialismo andaluz, que lo quiere mantener a toda costa.
El nuevo gobierno andaluz ha reconocido ese trabajo y esa lucha meritoria al adoptar ayer, 26 de enero, como primera medida de su mandato, la bonificación al máximo de ese impuesto confiscatorio y anticonstitucional, lo que equivale a su práctica supresión.
No hace mucho los luchadores contra el impuesto celebramos la victoria con una comida de hermandad en un bar de tapas, en la que brindamos por el fin de ese impuesto malvado y decidimos seguir luchando contra otros abusos e iniquidades fiscales, como el Impuesto de Patrimonio, las plusvalías y el terrible IBI, entre otros, todos ellos creados para expoliar al pueblo ante la necesidad de captar los inmensos fondos que requiere ese Estado gigantesco que han construido, con casi medio millones de políticos a sueldo, más de los que tienen Alemania, Francia y Gran Bretaña juntos, creados por los partidos no por necesidad sino para beneficiar a sus familiares y amigos con un océano insostenible de sueldos públicos.
Otros protagonistas de la batalla, aquellos cuya lucha se desarrolló otras provincias lejanas, no pudieron asistir al almuerzo, pero se unieron a la celebración en espíritu.
En la comida repasamos la historia de nuestra lucha y descubrimos que al principio no pretendíamos derrocar al socialismo, sino únicamente acabar con el impuesto. Pero la terca y brutal resistencia de la Junta de Andalucía, sus mentiras, las inversiones que realizaron para engañar a los ciudadanos y la movilización de sus periodistas sometidos y trolls para contrarrestar el avance imparable de la lucha del pueblo contra ese impuesto nos obligaron a intensificar la lucha, agudizar el ingenio y plantear la batalla donde más le duele al poder, en el seno de la opinión pública.
Cuando la Junta invirtió dinero público en crear un simulador falso y trucado para que los ciudadanos calcularan lo que tenían que pagar por heredar, nosotros decidimos salir a las calles en manifestación y airear en los medios de comunicación el sufrimiento de las víctimas, las familias arruinadas, las empresas cerradas y los estragos que ese impuesto cruel causaba en la economía y en la vida de miles de andaluces, muchos de ellos desquiciados y necesitados de ayuda psicológica al ver como lo que habían heredado les era confiscado y como sus benes eran subastados a mitad de precio y terminaban en poder de las conocidas mafias de las subastas, entre las que abundan los amigos del poder.
Aquellas imágenes y aquellos argumentos reales y profundamente emocionales fueron demoledores y el impuesto empezó a convertirse en un tributo odiado y en el símbolo de la voracidad corrupta del poder andaluz. Ya por entonces estaban derrotados, aunque ellos, atiborrados de arrogancia y soberbia, no lo supieran y, de manera suicida, decidieran seguir luchando.
Para que la presión fuera más poderosa y solvente, decidimos crear FENCIS, una plataforma que unía a las asociaciones contra el impuesto de Andalucía, Aragón y Asturias, las tres autonomías más duramente golpeadas por el tributo.
La presión de Ciudadanos, socio de gobierno de Susana Díaz, les obligó a liberar el primer millón heredado, pero lo hicieron a regañadientes, sin reconocer la injusticia de ese cobro y sólo por un año, con intención de volverlo a instaurar en la primera oportunidad, en contra de lo que ya era todo un clamor de la voluntad popular.
Nosotros reaccionamos incrementando la captación de firmas, con más de un millón acumuladas, y manteniendo la intensidad de la lucha porque sabíamos que el enemigo estaba sólo agazapado, en espera de poder reiniciar su saqueo fiscal.
En aquella lucha quedaron seriamente dañadas la imagen de la consejera de Hacienda de la Junta y actual ministra, María Jesús Montero, tenaz defensora de ese brutal impuesto, y la de la propia Susana Díaz.
Los medios de comunicación, salvo los comprados por el poder, como Canal Sur y otros, se volcaron en el apoyo a las víctimas que un día sí y el otro también aparecían en las emisoras de televisión, en las de radio y en los medios de prensa contando sus aterradoras historias como victimas de un poder que en modo alguno trabajaba para el pueblo sino para la codicia. La opinión pública asistió indignada a la exhibición de brutalidad que mostraba sin pudor el poder político.
Y llegaron las elecciones y nosotros dimos una vuelta más a la intensidad de nuestra lucha, no porque buscásemos la derrota de los partidarios del impuesto, sino porque sabíamos que si volvían a ganar se aliarían con Podemos y volverían a instaurar ese cruel e inhumano tributo. Pero los arrogantes pagaron su soberbia con la pérdida de al menos 200.000 votos, que son los que los expertos en demoscopia calculan que abandonaron el voto socialista por culpa de su estúpida e injusta defensa del más injusto y cruel de los tributos existentes en España.
Les habría bastado con reconocer que el impuesto era injusto y que lo eliminarían lo antes posible para frenar el desastre, pero la soberbia se impuso y, como ha ocurrido otras muchas veces en la Historia, los imperios mas fuertes se caen porque sus dirigentes, aislados de la realidad y llenos de arrogancia y estupidez, anteponen sus intereses, sus sentimientos y su ira al bien común y a la lógica.
Francisco Rubiales
El nuevo gobierno andaluz ha reconocido ese trabajo y esa lucha meritoria al adoptar ayer, 26 de enero, como primera medida de su mandato, la bonificación al máximo de ese impuesto confiscatorio y anticonstitucional, lo que equivale a su práctica supresión.
No hace mucho los luchadores contra el impuesto celebramos la victoria con una comida de hermandad en un bar de tapas, en la que brindamos por el fin de ese impuesto malvado y decidimos seguir luchando contra otros abusos e iniquidades fiscales, como el Impuesto de Patrimonio, las plusvalías y el terrible IBI, entre otros, todos ellos creados para expoliar al pueblo ante la necesidad de captar los inmensos fondos que requiere ese Estado gigantesco que han construido, con casi medio millones de políticos a sueldo, más de los que tienen Alemania, Francia y Gran Bretaña juntos, creados por los partidos no por necesidad sino para beneficiar a sus familiares y amigos con un océano insostenible de sueldos públicos.
Otros protagonistas de la batalla, aquellos cuya lucha se desarrolló otras provincias lejanas, no pudieron asistir al almuerzo, pero se unieron a la celebración en espíritu.
En la comida repasamos la historia de nuestra lucha y descubrimos que al principio no pretendíamos derrocar al socialismo, sino únicamente acabar con el impuesto. Pero la terca y brutal resistencia de la Junta de Andalucía, sus mentiras, las inversiones que realizaron para engañar a los ciudadanos y la movilización de sus periodistas sometidos y trolls para contrarrestar el avance imparable de la lucha del pueblo contra ese impuesto nos obligaron a intensificar la lucha, agudizar el ingenio y plantear la batalla donde más le duele al poder, en el seno de la opinión pública.
Cuando la Junta invirtió dinero público en crear un simulador falso y trucado para que los ciudadanos calcularan lo que tenían que pagar por heredar, nosotros decidimos salir a las calles en manifestación y airear en los medios de comunicación el sufrimiento de las víctimas, las familias arruinadas, las empresas cerradas y los estragos que ese impuesto cruel causaba en la economía y en la vida de miles de andaluces, muchos de ellos desquiciados y necesitados de ayuda psicológica al ver como lo que habían heredado les era confiscado y como sus benes eran subastados a mitad de precio y terminaban en poder de las conocidas mafias de las subastas, entre las que abundan los amigos del poder.
Aquellas imágenes y aquellos argumentos reales y profundamente emocionales fueron demoledores y el impuesto empezó a convertirse en un tributo odiado y en el símbolo de la voracidad corrupta del poder andaluz. Ya por entonces estaban derrotados, aunque ellos, atiborrados de arrogancia y soberbia, no lo supieran y, de manera suicida, decidieran seguir luchando.
Para que la presión fuera más poderosa y solvente, decidimos crear FENCIS, una plataforma que unía a las asociaciones contra el impuesto de Andalucía, Aragón y Asturias, las tres autonomías más duramente golpeadas por el tributo.
La presión de Ciudadanos, socio de gobierno de Susana Díaz, les obligó a liberar el primer millón heredado, pero lo hicieron a regañadientes, sin reconocer la injusticia de ese cobro y sólo por un año, con intención de volverlo a instaurar en la primera oportunidad, en contra de lo que ya era todo un clamor de la voluntad popular.
Nosotros reaccionamos incrementando la captación de firmas, con más de un millón acumuladas, y manteniendo la intensidad de la lucha porque sabíamos que el enemigo estaba sólo agazapado, en espera de poder reiniciar su saqueo fiscal.
En aquella lucha quedaron seriamente dañadas la imagen de la consejera de Hacienda de la Junta y actual ministra, María Jesús Montero, tenaz defensora de ese brutal impuesto, y la de la propia Susana Díaz.
Los medios de comunicación, salvo los comprados por el poder, como Canal Sur y otros, se volcaron en el apoyo a las víctimas que un día sí y el otro también aparecían en las emisoras de televisión, en las de radio y en los medios de prensa contando sus aterradoras historias como victimas de un poder que en modo alguno trabajaba para el pueblo sino para la codicia. La opinión pública asistió indignada a la exhibición de brutalidad que mostraba sin pudor el poder político.
Y llegaron las elecciones y nosotros dimos una vuelta más a la intensidad de nuestra lucha, no porque buscásemos la derrota de los partidarios del impuesto, sino porque sabíamos que si volvían a ganar se aliarían con Podemos y volverían a instaurar ese cruel e inhumano tributo. Pero los arrogantes pagaron su soberbia con la pérdida de al menos 200.000 votos, que son los que los expertos en demoscopia calculan que abandonaron el voto socialista por culpa de su estúpida e injusta defensa del más injusto y cruel de los tributos existentes en España.
Les habría bastado con reconocer que el impuesto era injusto y que lo eliminarían lo antes posible para frenar el desastre, pero la soberbia se impuso y, como ha ocurrido otras muchas veces en la Historia, los imperios mas fuertes se caen porque sus dirigentes, aislados de la realidad y llenos de arrogancia y estupidez, anteponen sus intereses, sus sentimientos y su ira al bien común y a la lógica.
Francisco Rubiales