El poder tiene mil maneras de trampear y de violar las reglas del juego para cazar votos, que es su única gran obsesión. Pagar con dinero público las campañas electorales y otras campañas de autobombo no son la única manera. Existen otras vías más sutiles e indignantes para los verdaderos demócratas y para la gente decente.
Una de ellas, quizás la menos conocida, es la utilización de las diputaciones provinciales para ganar votos en los ámbitos rurales.
La Presidencia de la Diputación, que posee un enorme poder, controla las subvenciones y las utiliza para ganar votos y generar poder ahogando a los ayuntamientos en manos de la oposición. Las subvenciones al enemigo que no pueden negarse se retrasan y, cuando es posible, se marginan los pueblos en manos del adversario. Cuando esos pueblos cambian de color y se convierten en propios, les llueven las subvenciones.
En Andalucía, por ejemplo, donde el PSOE controla todas las diputaciones provinciales, las alcaldías del PP, de Izquierda Unida y del Partido Andalucísta suelen ser sistemáticamente estranguladas.
Cuando no funciona la presión económica, entra en escena el transfuguismo y se compran traidores.
La política electoralista de las diputaciones esconden uno de las claves del éxito del socialismo andaluz. Cuanto más pequeño es un pueblo, más depende de las subvenciones, especialmente de las destinadas a los obreros agrícolas y, por lo tanto, más socialista es. Es un dato estadístico que los pueblos andaluces más pequeños suelen tener alcaldes socialistas y que a medida que crecen consiguen tener alcaldes de la oposición. La mayorái de las grandes ciudades andaluzas están gobernadas por la oposición. El PP, por ejemplo, suele triunfar en las grandes ciudades, pero es barrido en los pueblos, sobre todo en los más pequeños.
Una de ellas, quizás la menos conocida, es la utilización de las diputaciones provinciales para ganar votos en los ámbitos rurales.
La Presidencia de la Diputación, que posee un enorme poder, controla las subvenciones y las utiliza para ganar votos y generar poder ahogando a los ayuntamientos en manos de la oposición. Las subvenciones al enemigo que no pueden negarse se retrasan y, cuando es posible, se marginan los pueblos en manos del adversario. Cuando esos pueblos cambian de color y se convierten en propios, les llueven las subvenciones.
En Andalucía, por ejemplo, donde el PSOE controla todas las diputaciones provinciales, las alcaldías del PP, de Izquierda Unida y del Partido Andalucísta suelen ser sistemáticamente estranguladas.
Cuando no funciona la presión económica, entra en escena el transfuguismo y se compran traidores.
La política electoralista de las diputaciones esconden uno de las claves del éxito del socialismo andaluz. Cuanto más pequeño es un pueblo, más depende de las subvenciones, especialmente de las destinadas a los obreros agrícolas y, por lo tanto, más socialista es. Es un dato estadístico que los pueblos andaluces más pequeños suelen tener alcaldes socialistas y que a medida que crecen consiguen tener alcaldes de la oposición. La mayorái de las grandes ciudades andaluzas están gobernadas por la oposición. El PP, por ejemplo, suele triunfar en las grandes ciudades, pero es barrido en los pueblos, sobre todo en los más pequeños.