El camino es considerar, a todos los efectos, como aliados a los musulmanes que residen en Europa y obligarlos a elegir entre los radicales que amenazan su nuevo estatus de libertad en tierras europeas y su pertenencia a Europa como ciudadanos libres de sospecha y de pleno derecho.
"Hay que hacer con los musulmanes lo mismo que hacéis con los gitanos. Cuando hay un conflicto grave o se produce un delito inadmisible, siempre convocáis a los patriarcas gitanos y les exigís que entreguen al delincuente si no quieren que la comunidad gitana tenga problemas. Siempre, con puntualidad alemana, el delincuente aparece y son los mismos gitanos los que lo entregan".
Le expliqué que "hay que romper la alianza existente hoy entre los radicales y los musulmanes afincados en Europa" y le dije que "el día que esa alianza se rompa, el yihadismo estará muerto".
Los que tienen que encontrar y entregar a los terroristas son los mismos musulmanes, que lo harán para defender su vida próspera en Europa. Si no lo hacen y colaboran para acaban con los asesinos, saben que les espera la expulsión. Ellos, al tener que elegir entre ser europeos o regresar a sus países, eligirán a Europa y en ese momento empezarán a contemplar a los islamistas radicales como sus enemigos, como la peor amenaza.
El mayor problema de Europa en su actual lucha contra el terrorismo islamista es que los millones de musulmanes radicados en Europa consideran a los terroristas como sus aliados y, en consecuencia, los protegen, aunque lo nieguen. Mientras esa alianza siga viva, el terrorismo será invencible. Sin embargo, si esa alianza se rompe, lo desaparición del terrorismo en Europa es segura porque los mismos musulmanes europeos se encargarán de liquidarlo.
Hay muchos musulmanes que no están de acuerdo con los radicales, a los que se someten porque los extrremistas son apoyados por los cérigos islamistas y porque la comunidad siente miedo. Si Europa consigue que dejen de tener miedo, si expulsa a los clérigos extremistas y si logra romper la alianza y la omertá en tre los musulmanes asesinos y los pacíficos, el problema empezará a resolverse con gran velocidad y eficacia.
"La solución es sencilla", le dije al agente español, y agregué, "pero creo que los primeros interesados en que haya sangre y miedo son nuestros propios políticos. Les resulta más fácil gobernar sobre un pueblo asustado que sobre hombres libres y felices. "Realmente, nuestros políticos son miserables", concluí, sin que el agente dijera una sola palabra en contra.
"Hay que hacer con los musulmanes lo mismo que hacéis con los gitanos. Cuando hay un conflicto grave o se produce un delito inadmisible, siempre convocáis a los patriarcas gitanos y les exigís que entreguen al delincuente si no quieren que la comunidad gitana tenga problemas. Siempre, con puntualidad alemana, el delincuente aparece y son los mismos gitanos los que lo entregan".
Le expliqué que "hay que romper la alianza existente hoy entre los radicales y los musulmanes afincados en Europa" y le dije que "el día que esa alianza se rompa, el yihadismo estará muerto".
Los que tienen que encontrar y entregar a los terroristas son los mismos musulmanes, que lo harán para defender su vida próspera en Europa. Si no lo hacen y colaboran para acaban con los asesinos, saben que les espera la expulsión. Ellos, al tener que elegir entre ser europeos o regresar a sus países, eligirán a Europa y en ese momento empezarán a contemplar a los islamistas radicales como sus enemigos, como la peor amenaza.
El mayor problema de Europa en su actual lucha contra el terrorismo islamista es que los millones de musulmanes radicados en Europa consideran a los terroristas como sus aliados y, en consecuencia, los protegen, aunque lo nieguen. Mientras esa alianza siga viva, el terrorismo será invencible. Sin embargo, si esa alianza se rompe, lo desaparición del terrorismo en Europa es segura porque los mismos musulmanes europeos se encargarán de liquidarlo.
Hay muchos musulmanes que no están de acuerdo con los radicales, a los que se someten porque los extrremistas son apoyados por los cérigos islamistas y porque la comunidad siente miedo. Si Europa consigue que dejen de tener miedo, si expulsa a los clérigos extremistas y si logra romper la alianza y la omertá en tre los musulmanes asesinos y los pacíficos, el problema empezará a resolverse con gran velocidad y eficacia.
"La solución es sencilla", le dije al agente español, y agregué, "pero creo que los primeros interesados en que haya sangre y miedo son nuestros propios políticos. Les resulta más fácil gobernar sobre un pueblo asustado que sobre hombres libres y felices. "Realmente, nuestros políticos son miserables", concluí, sin que el agente dijera una sola palabra en contra.