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Los luctuosos sucesos de Birmania, donde una dictadura amparada por China aplastó y sigue aplastando la rebeldía y los deseos de libertad del subyugado pueblo birmano, y los actuales acontecimientos del Tibet, donde los chinos ejercen como potencia ocupadora desde 1950 y donde imponen el genocidio cultural y el sometimiento por la fuerza a un pueblo que siempre fue libre, demuestran la verdadera naturaleza cruel de la dictadura comunista de Pékin, tan alejada y ajena a la democracia y a la libertad que no merece celebrar los Juegos Olímpicos de 2008.
China ya ha teñido de sangre una pugna entre atletas y deportistas que debería servir de ejemplo de convivencia y cooperación a las naciones y pueblos. Su amparo a la dictadura de Birmania, probablemente la más cruel y represora del planeta, ya demostró que Beijing no reúne las mínimas condiciones morales ni la dignidad humana suficiente para organizar el máximo evento mundial del deporte. Ahora, la represión en el ocupado Tibet ha terminado de aclarar la situación y aconseja un boicot de las democracias mundiales a los juegos.
El Dalai Lama, líder espiritual tibetano en el exilio, amenazó el martes con dimitir si la violencia se descontrola en Tíbet, donde las fuerzas de seguridad chinas han reprimido duramente las protestas protagonizadas por los tibetanos contra Beijing.
"Si las cosas se descontrolan, mi única opción es renunciar por completo", declaró el Dalai Lama en una rueda de prensa en la localidad india de Dharamsala (norte), donde tiene su residencia el Gobierno tibetano en el exilio desde la ocupación de tropas chinas del Tíbet.
Poco antes, el primer ministro chino, Wen Jiabao, había acusado al Dalai Lama de orquestar los enfrentamientos en Tíbet, en los cuales podrían haber muerto decenas de personas, agregando que sus seguidores estaban "incitando al sabotaje" de los Juegos Olímpicos de Beijing en agosto.
China tiembla de miedo porque su bien planeado lavado de imagen, previo a los juegos olímpicos, se derrumba y descubre ante los ojos del mundo la naturaleza antidemocrática y represiva de su dictadura.
China ya ha teñido de sangre una pugna entre atletas y deportistas que debería servir de ejemplo de convivencia y cooperación a las naciones y pueblos. Su amparo a la dictadura de Birmania, probablemente la más cruel y represora del planeta, ya demostró que Beijing no reúne las mínimas condiciones morales ni la dignidad humana suficiente para organizar el máximo evento mundial del deporte. Ahora, la represión en el ocupado Tibet ha terminado de aclarar la situación y aconseja un boicot de las democracias mundiales a los juegos.
El Dalai Lama, líder espiritual tibetano en el exilio, amenazó el martes con dimitir si la violencia se descontrola en Tíbet, donde las fuerzas de seguridad chinas han reprimido duramente las protestas protagonizadas por los tibetanos contra Beijing.
"Si las cosas se descontrolan, mi única opción es renunciar por completo", declaró el Dalai Lama en una rueda de prensa en la localidad india de Dharamsala (norte), donde tiene su residencia el Gobierno tibetano en el exilio desde la ocupación de tropas chinas del Tíbet.
Poco antes, el primer ministro chino, Wen Jiabao, había acusado al Dalai Lama de orquestar los enfrentamientos en Tíbet, en los cuales podrían haber muerto decenas de personas, agregando que sus seguidores estaban "incitando al sabotaje" de los Juegos Olímpicos de Beijing en agosto.
China tiembla de miedo porque su bien planeado lavado de imagen, previo a los juegos olímpicos, se derrumba y descubre ante los ojos del mundo la naturaleza antidemocrática y represiva de su dictadura.