El proceso de Chaves y Griñan será, probablemente, el principio del fin de un socialismo andaluz que, tras casi cuatro décadas en el poder, no ha sido capaz de sacar a los andaluces de la cola de Europa en progreso real y de crear una democracia aceptable y decente.
Andalucía es uno de los más claros ejemplos en el mundo occidental que demuestran que la democracia puede pervertirse fácilmente desde el poder. Cuando un partido político construye un sólido entramado de clientelismo y lo combina con un pueblo inculto, acobardado y habituado a la dependencia de las subvenciones y las limosnas, consigue eliminar la alternancia, los valores democráticos y la renovación, perpetuándose en el poder.
La única posibilidad de que esa situación degradada cambie y que los andaluces puedan escapar del bucle diabólico es educando en los hogares, escuelas y universidades, llenando la sociedad de hombres y mujeres libres, que sean ciudadanos en lugar de borregos, que piensen por sí mismos antes de dejarse manipular. Pero el poder, que conoce ese riesgo, se empeña y consigue llenar las calles y plazas de manadas confundidas, acobardadas y fáciles de gobernar.
Cuando un mismo partido gana siempre las elecciones y lo hace gracias a las redes clientelares creadas, el sistema queda tarado y lo que llaman “democracia” se transforma en una dictadura legalizada y encubierta.
El PSOE de Andalucía parece haber encontrado la fórmula para ser eterno. Lleva 34 años gobernando, sin que la oposición haya conseguido nunca desbancarles porque han creado una red clientelar tan tupida y eficiente que cientos de miles de ciudadanos les votan por puro interés
Los creadores de la democracia sabían que pervertir la democracia desde el poder es posible. Para impedirlo idearon reglas y valores democráticos que hoy han quedado suprimidos del sistema: una prensa independiente y libre, una sociedad civil independiente y fuerte, que sirva de contrapeso al poder público, una ley igual para todos, los poderes básicos del Estado funcionando separados y con independencia, políticos sometidos a controles, frenos y contrapesos, participación del ciudadano en la política y protagonismo del ciudadano como soberano del sistema.
El PSOE de Andalucía parece haber encontrado la fórmula para ser eterno. Lleva 34 años gobernando, sin que la oposición haya conseguido nunca arrebatarles el gobierno porque han creado una red clientelar tan tupida y eficiente que cientos de miles de ciudadanos le votan por puro interés, porque sus economías familiares dependen de que el socialismo gobierne.
No se trata de que gobiernen otros en lugar de los socialistas, sino de que la democracia tenga vigencia y el juego del poder sea limpio y diáfano.
La alternancia en el poder es un rasgo importante de la democracia. Si no se produce porque un pueblo siempre prefiere al mismo, de manera limpia y sin trucos, entonces es tolerable, pero si la alternancia es imposible porque el sistema está trucado, entonces la democracia queda invalidada y los gobiernos pierden la legitimidad.
Hay que analizar la realidad andaluza y discernir si las victorias continuas del PSOE en Andalucía son impecables, producto de su fortaleza y acierto y de la torpeza de la oposición o si, por el contrario, tienen truco porque el dinero público se emplea en nutrir y fortalecer constantemente la red clientelar.
Lo más probable es que en Andalucía, la permanencia eterna del PSOE en el poder se deba a un cóctel complejo donde se mezclan varios factores: acierto de los socialistas en sus estrategias, torpeza de la oposición, embrutecimiento de la sociedad, clientelismo intenso, ausencia de verdaderos ciudadanos, inexistencia de una sociedad civil fuerte y una utilización constante del poder para generar más poder.
Las ultimas elecciones andaluzas del 22 de marzo fueron ganadas claramente por el PSOE, que mantiene sus 47 escaños en el Parlamento Andaluz. Lo extraño, lo que pocos expertos y analistas entienden, es que los andaluces no hayan castigado a los socialistas después de que ese partido ha protagonizado durante la legislatura los casos de corrupción más graves de la historia moderna de España, los conocidos como de los EREs y de los Cursos de Formación, dos dramas que significan la desaparición de miles de millones de euros, malversados y saqueados.
El clientelismo funciona en Andalucía como un reloj suizo en una sociedad donde mas de la mitad de la economía depende, directa o indirectamente, de la Junta, cuyo poder es tan penetrante y denso que casi iguala al que ejercen gobiernos como el actual de Cuba o como los del desaparecido Partido Comunista de la URSS en las también extintas repúblicas soviéticas.
Andalucía, que sigue siendo la comunidad española más atrasada y castigada por el desempleo, el avance de la pobreza y la incultura, lo que necesita con urgencia es una renovación, no sólo del poder político, sino de su economía, de su cultura y de su espíritu como pueblo, toda una redención democrática que devuelva al sistema su capacidad de hacer libres y felices a los ciudadanos sometidos.
Francisco Rubiales
Andalucía es uno de los más claros ejemplos en el mundo occidental que demuestran que la democracia puede pervertirse fácilmente desde el poder. Cuando un partido político construye un sólido entramado de clientelismo y lo combina con un pueblo inculto, acobardado y habituado a la dependencia de las subvenciones y las limosnas, consigue eliminar la alternancia, los valores democráticos y la renovación, perpetuándose en el poder.
La única posibilidad de que esa situación degradada cambie y que los andaluces puedan escapar del bucle diabólico es educando en los hogares, escuelas y universidades, llenando la sociedad de hombres y mujeres libres, que sean ciudadanos en lugar de borregos, que piensen por sí mismos antes de dejarse manipular. Pero el poder, que conoce ese riesgo, se empeña y consigue llenar las calles y plazas de manadas confundidas, acobardadas y fáciles de gobernar.
Cuando un mismo partido gana siempre las elecciones y lo hace gracias a las redes clientelares creadas, el sistema queda tarado y lo que llaman “democracia” se transforma en una dictadura legalizada y encubierta.
El PSOE de Andalucía parece haber encontrado la fórmula para ser eterno. Lleva 34 años gobernando, sin que la oposición haya conseguido nunca desbancarles porque han creado una red clientelar tan tupida y eficiente que cientos de miles de ciudadanos les votan por puro interés
Los creadores de la democracia sabían que pervertir la democracia desde el poder es posible. Para impedirlo idearon reglas y valores democráticos que hoy han quedado suprimidos del sistema: una prensa independiente y libre, una sociedad civil independiente y fuerte, que sirva de contrapeso al poder público, una ley igual para todos, los poderes básicos del Estado funcionando separados y con independencia, políticos sometidos a controles, frenos y contrapesos, participación del ciudadano en la política y protagonismo del ciudadano como soberano del sistema.
El PSOE de Andalucía parece haber encontrado la fórmula para ser eterno. Lleva 34 años gobernando, sin que la oposición haya conseguido nunca arrebatarles el gobierno porque han creado una red clientelar tan tupida y eficiente que cientos de miles de ciudadanos le votan por puro interés, porque sus economías familiares dependen de que el socialismo gobierne.
No se trata de que gobiernen otros en lugar de los socialistas, sino de que la democracia tenga vigencia y el juego del poder sea limpio y diáfano.
La alternancia en el poder es un rasgo importante de la democracia. Si no se produce porque un pueblo siempre prefiere al mismo, de manera limpia y sin trucos, entonces es tolerable, pero si la alternancia es imposible porque el sistema está trucado, entonces la democracia queda invalidada y los gobiernos pierden la legitimidad.
Hay que analizar la realidad andaluza y discernir si las victorias continuas del PSOE en Andalucía son impecables, producto de su fortaleza y acierto y de la torpeza de la oposición o si, por el contrario, tienen truco porque el dinero público se emplea en nutrir y fortalecer constantemente la red clientelar.
Lo más probable es que en Andalucía, la permanencia eterna del PSOE en el poder se deba a un cóctel complejo donde se mezclan varios factores: acierto de los socialistas en sus estrategias, torpeza de la oposición, embrutecimiento de la sociedad, clientelismo intenso, ausencia de verdaderos ciudadanos, inexistencia de una sociedad civil fuerte y una utilización constante del poder para generar más poder.
Las ultimas elecciones andaluzas del 22 de marzo fueron ganadas claramente por el PSOE, que mantiene sus 47 escaños en el Parlamento Andaluz. Lo extraño, lo que pocos expertos y analistas entienden, es que los andaluces no hayan castigado a los socialistas después de que ese partido ha protagonizado durante la legislatura los casos de corrupción más graves de la historia moderna de España, los conocidos como de los EREs y de los Cursos de Formación, dos dramas que significan la desaparición de miles de millones de euros, malversados y saqueados.
El clientelismo funciona en Andalucía como un reloj suizo en una sociedad donde mas de la mitad de la economía depende, directa o indirectamente, de la Junta, cuyo poder es tan penetrante y denso que casi iguala al que ejercen gobiernos como el actual de Cuba o como los del desaparecido Partido Comunista de la URSS en las también extintas repúblicas soviéticas.
Andalucía, que sigue siendo la comunidad española más atrasada y castigada por el desempleo, el avance de la pobreza y la incultura, lo que necesita con urgencia es una renovación, no sólo del poder político, sino de su economía, de su cultura y de su espíritu como pueblo, toda una redención democrática que devuelva al sistema su capacidad de hacer libres y felices a los ciudadanos sometidos.
Francisco Rubiales