El momento presente de Cataluña esconde una paradoja importante: Cataluña está arruinada y necesita como nunca al Estado y al mercado español para salir de la bancarrota, pese a lo cual alardean de independencia y maltratan a su mejor cliente. La política suicida y demencial de la Cataluña nacionalista está provocando reacciones defensivas en el mercado español, que empieza a boicotear los productos catalanes con una intensidad que, aunque es cuidadosamente ocultada por los políticos, es sorprendente y preocupante.
La economía catalana está más arruinada que la de cualquier otra región de España. Aunque varias comunidades autónomas experimentan serios problemas para captar dinero en los mercados, especialmente grave es el caso de Cataluña, que no es capaz de vender deuda en el mercado desde marzo y cuyo diferencial respecto al bono español, ya de por sí devaluado, se ha triplicado en los últimos meses.
La amenaza es que el Estado tenga que rescatar a algunas comunidades como la catalana es cada vez más grande. Ese rescate sería todo un drama para España, que aumentaría así su ya abultado déficit y perdería crédito y solvencia en los mercados. El bono de la Generalitat a 10 años se cotiza con una rentabilidad del 5,5% frente al 4,18% al que se encontraba ayer la deuda del Estado español. El precio refleja que la deuda catalana cotiza al precio de la deuda peruana y peor que la de países tan desprestigiados y al borde de la ruina como Portugal e Irlanda.
Pero ni siquiera a ese precio el Gobierno de José Montilla consigue colocar bonos en los mercados desde marzo, a pesar de haber realizado un roadshow por Asia en abril. El dato es sintomático y revela que nadie confía ya en la solvencia de Cataluña.
¿Quién sacará a los catalanes de su calamitoso estado de quiebra? Como siempre, será España, es decir, los españoles, los mismos que tienen que soportar a diario el desprecio de los políticos nacionalistas radicales e independentistas de Cataluña, seguidos por sus incondicionales, que, desde hace años, consideran inferiores a los españoles del sur, propagan la falsedad de que Cataluña da más a España de lo que recibe y promueven un boicot activo a los productos españoles que resulta suicida para el comercio catalán.
A pesar de toda esta verdad humillante para Cataluña, cuidadosamente ocultada por los insaciables políticos catalanes, los nacionalistas e independentistas continuarán llorando, alimentando el victimismo o practicando el chantaje y la venta de votos a los débiles gobernantes de Zapatero, que, para seguir en el poder, están dispuestos a conceder todo lo que le pidan, para vergüenza de España y para oprobio de una casta política española que pasará a la historia como la peor y más dañina de los últimos dos siglos de Historia.
La economía catalana está más arruinada que la de cualquier otra región de España. Aunque varias comunidades autónomas experimentan serios problemas para captar dinero en los mercados, especialmente grave es el caso de Cataluña, que no es capaz de vender deuda en el mercado desde marzo y cuyo diferencial respecto al bono español, ya de por sí devaluado, se ha triplicado en los últimos meses.
La amenaza es que el Estado tenga que rescatar a algunas comunidades como la catalana es cada vez más grande. Ese rescate sería todo un drama para España, que aumentaría así su ya abultado déficit y perdería crédito y solvencia en los mercados. El bono de la Generalitat a 10 años se cotiza con una rentabilidad del 5,5% frente al 4,18% al que se encontraba ayer la deuda del Estado español. El precio refleja que la deuda catalana cotiza al precio de la deuda peruana y peor que la de países tan desprestigiados y al borde de la ruina como Portugal e Irlanda.
Pero ni siquiera a ese precio el Gobierno de José Montilla consigue colocar bonos en los mercados desde marzo, a pesar de haber realizado un roadshow por Asia en abril. El dato es sintomático y revela que nadie confía ya en la solvencia de Cataluña.
¿Quién sacará a los catalanes de su calamitoso estado de quiebra? Como siempre, será España, es decir, los españoles, los mismos que tienen que soportar a diario el desprecio de los políticos nacionalistas radicales e independentistas de Cataluña, seguidos por sus incondicionales, que, desde hace años, consideran inferiores a los españoles del sur, propagan la falsedad de que Cataluña da más a España de lo que recibe y promueven un boicot activo a los productos españoles que resulta suicida para el comercio catalán.
A pesar de toda esta verdad humillante para Cataluña, cuidadosamente ocultada por los insaciables políticos catalanes, los nacionalistas e independentistas continuarán llorando, alimentando el victimismo o practicando el chantaje y la venta de votos a los débiles gobernantes de Zapatero, que, para seguir en el poder, están dispuestos a conceder todo lo que le pidan, para vergüenza de España y para oprobio de una casta política española que pasará a la historia como la peor y más dañina de los últimos dos siglos de Historia.