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Cataluña: "Sangre, sudor y lágrimas"



"No habrá referéndum, ni independencia, pero Cataluña será para España todo un conflicto que llenará el siglo XXI de sangre, sudor y lágrimas". Me lo dijo recientemente mi mejor fuente, alguien que está en el corazón de la información reservada española, generando en mi una mezcla extraña de alegría, inquietud y miedo. Alegría porque la secesión quedará abortada, pero inquietud y miedo porque el drama catalán se convertirá en toda una tragedia con la que habrá que convivir al menos durante todo este siglo.
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Después me explicó que las cosas se habían hecho mal y que el asunto catalán se le había ido de las manos a todo el mundo, a España y a la misma Cataluña. "Se ha jugado con fuego y todos nos hemos quemado", dijo, refiriéndose a la pasividad y connivencia de los políticos españoles, que llevan décadas permitiendo, con vileza e irresponsabilidad, que Cataluña se pudra y se cueza en una salsa de corrupción y de odio, y a la espiral irresponsable, delictiva e indetenible de odio antiespañol desatada por los políticos catalanes, prácticamente desde la Transición.

Cataluña, por mucho que quieran ocultarlo, es el mayor problema actual de España, un asunto tan grave y con heridas abiertas tan sangrantes que tardará décadas en curarse, si es que se cura, y que provocará, a lo largo del siglo XXI, sudor, lágrimas y, probablemente, sangre.

Pregunté a mi fuente quien ha sido el gran culpable del actual drama catalán y me respondió: "Sin duda, los partidos políticos españoles, que, anteponiendo el mantenimiento en el poder a todos los principios éticos y al amor a España, han permitido el envilecimiento de Cataluña y la siembra de odio más terrible que ha vivido Europa desde la el fin de la Segunda Guerra Mundial, sólo equiparable a la que se sembraron en Serbia, Croacia y Bosnia durante la Guerra de los Balcanes".

Coincido con el diagnóstico y los pronósticos de mi fuente, sin duda bien informada: Cataluña, por culpa de los políticos, es y será un problema enorme para España, que marcará profundamente su futuro y que será, sin duda, el mayor del siglo XXI.

Erradicar el odio es difícil y, según numerosos expertos, imposible cuando el odio alcanza determinados niveles de locura, como ocurre en Cataluña, donde el sentimiento antiespañol que han creado los políticos en la población es tan profundo que causa ceguera y les impide ver que la separación les conduce a la ruina, el sufrimiento y el fracaso, lejos de Europa y repudiados por una comunidad internacional que no quiere que los conflictos regionales puedan destruir a las naciones. Eliminar el odio, cuando está incrustado en la cultura, la política, la educación, las fuerzas de seguridad, el deporte y hasta la economía, es una tarea compleja que casi siempre exige que se sucedan las generaciones.

Pero si la sociedad catalana está enferma de odio, la española está herida por la ineptitud y la bajeza de su clase política, sobre todo de sus dos grandes partidos, el PSOE y el PP, que han cerrado los ojos ante los abusos y maldades de Cataluña con tal de contar con los votos del nacionalismo, una vileza que supera en maldad a toda la corrupción acumulada en las últimas cuatro décadas.

La España de nuestros hijos y nietos todavía tendrá que hacer frente a este drama catalán, que ni siquiera sabemos si podrá superarse. Hay que erradicar el odio y la bajeza de los políticos, dos dramas tan profundos que son cancerosos y casi imposibles de eliminar, salvo que se empleen cirugía de emergencia y corazón abierto.

Francisco Rubiales


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Viernes, 1 de Septiembre 2017
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