España, siempre acomplejada y acobardada ante Marruecos
Esa política, cobarde y acomplejada, no ha servido para nada porque Marruecos la ha interpretado siempre como un signo de la debilidad de España. Cada vez que España está débil o en crisis, Marruecos avanza y plantea retos y conflictos, a los que España siempre ha respondido con estúpida cobardía, reculando y entregando más concesiones y regalos.
Esa política nos ha llevado a ser los imbéciles benefactores de nuestros peores enemigos potenciales, de un Marruecos que no ha sido leal ni amigo y que se comporta como enemigo agazapado de una España a la que siempre sueña con humillar y derrotar, no sólo recuperando las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, que eran de soberanía española siglos antes de la creación de Marruecos como nación, sino también el sur de España y ciudades como Granada, Málaga, Cádiz y Sevilla, que las élites marroquíes consideran que les pertenecen porque fueron musulmanas durante muchos siglos.
Para frenar a Marruecos y evitar conflictos, los gobiernos de España han regalado dinero, vehículos, hospitales y tecnología. Además, ha instalado allí empresas que les enseñaron la agricultura moderna y a exportar. Mientras tanto, las élites de Marruecos eran "compradas" por España con agasajos inconfesables: pisos, becas, pagas, ayudas y subvenciones, algunas de ellas encubiertas y a cargo de fondos opacos.
España debe dar por fracasada la "política de agasajo" y dejar de considerar a Marruecos como un país amigo, que no lo es, tratándolo como lo que realmente es, un vecino incómodo y aguerrido frente al que hay que ser fuerte y demostrar firmeza y solvencia como nación.
A partir de ahora, España debe cooperar con Marruecos de igual a igual, sin sumisión, sin cobardía, sin agasajos acomplejados, una política de buena vecindad basada en la reciprocidad y la igualdad, con intercambio de concesiones y ventajas y en el "te doy y me das".
Eso indica que, a partir de ahora, como ha dicho la Embajadora de Marruecos en España a la ministra española de exteriores, "Hay que asumir las consecuencias de cada acto". Si Marruecos ha respondido a España con una invasión ilegal que viola las leyes internacionales por haber acogido España en sus hospitales al enfermo líder del Frente Polisario, ahora Marruecos debe pagar las consecuencias de la invasión. España tiene la oportunidad de demostrar a Marruecos que es un país firme y serio y que las agresiones tienen siempre un precio.
Que piensen los miles de asesores que paga el gobierno de Sánchez y que los ministros expriman su cerebro para encontrar la respuesta adecuada a la "agresión" marroquí, una agresión cobarde, inhumana y utilizando carne humana, niños y hasta bebés de pocos meses, llena de bajeza y demostrando toda la maldad intrínseca del "régimen" que tiene en la cúspide a un sultán corrupto y multimillonario, rodeado de un pueblo esclavo, maltratado y sin recursos.
Nada de regalos millonarios gratuitos, como el de 30 millones aprobado ayer mismo por el gobierno, nada de mantener a los miles de jóvenes que nos envía Marruecos como "menas", nada de sueldos a los inmigrantes procedentes de Marruecos, nada de regalos secretos, ni subvenciones mafiosas encubiertas, ni compra de voluntades, sin respeto mutuo desde la igualdad, la cooperación y la reciprocidad. Nada de facilidades especiales para los productos de exportación marroquíes, nada de gestos de amistad, si no existen otros similares en la otra parte. Eso se llama "relaciones decentes" y no relaciones sumisas y mafiosas.
Por lo pronto, el gobierno de Sánchez, confundido y torpe, reaccionando a impulsos, ha vuelto a utilizar las concertinas, después de lo muchos que las criticó cuando gobernaba Rajoy.
Y, por supuesto, España debe mejorar su prestigio e influencia en el mundo, hacer valer en la Unión Europea su condición de miembro y el hecho de que la frontera violada es tan española como de la Unión. También deberá armarse, como lo está haciendo Marruecos, y recuperar la amistad con Estados Unidos, estúpidamente dinamitada por el imbécil de Zapatero, que ofendió a los USA sentándose cuando desfilaba la bandera de las barras y estrellas.
Todo un cambio de talante y de política, todo un avance hacia la decencia y el abandono drástico de la cobardía mafiosa que ha presidido nuestra relación con el peligroso y poco fiable vecino del sur, al que, sin pedir nada a cambio y recibiendo sólo patadas en el hígado, hemos abierto las puertas de Europa y colmado de regalos, privilegios y ventajas.
Francisco Rubiales
Esa política nos ha llevado a ser los imbéciles benefactores de nuestros peores enemigos potenciales, de un Marruecos que no ha sido leal ni amigo y que se comporta como enemigo agazapado de una España a la que siempre sueña con humillar y derrotar, no sólo recuperando las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, que eran de soberanía española siglos antes de la creación de Marruecos como nación, sino también el sur de España y ciudades como Granada, Málaga, Cádiz y Sevilla, que las élites marroquíes consideran que les pertenecen porque fueron musulmanas durante muchos siglos.
Para frenar a Marruecos y evitar conflictos, los gobiernos de España han regalado dinero, vehículos, hospitales y tecnología. Además, ha instalado allí empresas que les enseñaron la agricultura moderna y a exportar. Mientras tanto, las élites de Marruecos eran "compradas" por España con agasajos inconfesables: pisos, becas, pagas, ayudas y subvenciones, algunas de ellas encubiertas y a cargo de fondos opacos.
España debe dar por fracasada la "política de agasajo" y dejar de considerar a Marruecos como un país amigo, que no lo es, tratándolo como lo que realmente es, un vecino incómodo y aguerrido frente al que hay que ser fuerte y demostrar firmeza y solvencia como nación.
A partir de ahora, España debe cooperar con Marruecos de igual a igual, sin sumisión, sin cobardía, sin agasajos acomplejados, una política de buena vecindad basada en la reciprocidad y la igualdad, con intercambio de concesiones y ventajas y en el "te doy y me das".
Eso indica que, a partir de ahora, como ha dicho la Embajadora de Marruecos en España a la ministra española de exteriores, "Hay que asumir las consecuencias de cada acto". Si Marruecos ha respondido a España con una invasión ilegal que viola las leyes internacionales por haber acogido España en sus hospitales al enfermo líder del Frente Polisario, ahora Marruecos debe pagar las consecuencias de la invasión. España tiene la oportunidad de demostrar a Marruecos que es un país firme y serio y que las agresiones tienen siempre un precio.
Que piensen los miles de asesores que paga el gobierno de Sánchez y que los ministros expriman su cerebro para encontrar la respuesta adecuada a la "agresión" marroquí, una agresión cobarde, inhumana y utilizando carne humana, niños y hasta bebés de pocos meses, llena de bajeza y demostrando toda la maldad intrínseca del "régimen" que tiene en la cúspide a un sultán corrupto y multimillonario, rodeado de un pueblo esclavo, maltratado y sin recursos.
Nada de regalos millonarios gratuitos, como el de 30 millones aprobado ayer mismo por el gobierno, nada de mantener a los miles de jóvenes que nos envía Marruecos como "menas", nada de sueldos a los inmigrantes procedentes de Marruecos, nada de regalos secretos, ni subvenciones mafiosas encubiertas, ni compra de voluntades, sin respeto mutuo desde la igualdad, la cooperación y la reciprocidad. Nada de facilidades especiales para los productos de exportación marroquíes, nada de gestos de amistad, si no existen otros similares en la otra parte. Eso se llama "relaciones decentes" y no relaciones sumisas y mafiosas.
Por lo pronto, el gobierno de Sánchez, confundido y torpe, reaccionando a impulsos, ha vuelto a utilizar las concertinas, después de lo muchos que las criticó cuando gobernaba Rajoy.
Y, por supuesto, España debe mejorar su prestigio e influencia en el mundo, hacer valer en la Unión Europea su condición de miembro y el hecho de que la frontera violada es tan española como de la Unión. También deberá armarse, como lo está haciendo Marruecos, y recuperar la amistad con Estados Unidos, estúpidamente dinamitada por el imbécil de Zapatero, que ofendió a los USA sentándose cuando desfilaba la bandera de las barras y estrellas.
Todo un cambio de talante y de política, todo un avance hacia la decencia y el abandono drástico de la cobardía mafiosa que ha presidido nuestra relación con el peligroso y poco fiable vecino del sur, al que, sin pedir nada a cambio y recibiendo sólo patadas en el hígado, hemos abierto las puertas de Europa y colmado de regalos, privilegios y ventajas.
Francisco Rubiales