Para sustituir a Miguel Blesa como presidente de Caja Madrid, Esperanza Aguirre quiere imponer a Ignacio González, su mano derecha, mientras el PSOE y el PP se inclinan por De Guindos, mientras que Rajoy, desde la trastienda, impulsa la candidatura de Rodrigo Rato. El pulso de Caja Madrid demuestra que los partidos políticos españoles mienten cuando hablan de regeneración democrática o de limpieza política. En el fondo, siguen obsesionados por el poder y dispuestos a seguir repartiéndose el pastel entre ellos, sin participación del ciudadano, sin presencia alguna de la sociedad civil.
La constatación de la hipocresía afecta, de manera especial, a Esperanza Aguirre, la dirigente popular que exhibe con más intensidad criterios presuntamente liberales y que, aparentemente, apuesta por la regeneración de la democracia, en especial por la "despolitización" de las cajas de ahorro españolas, secuestradas por los partidos políticos, que, junto con los sindicatos, dominan sus consejos de administración e imponen a los presidentes.
El apoyo de Rajoy a Rodrigo Rato es otro reflejo de la miseria política española porque lo que pretende no es tanto poner Caja Madrid en manos de un gestor experimentado como quitarse de en medio a un prestigioso y peligroso rival político, del que se habla como sustituto de Rajoy si el registrador gallego fracasa en su próximo enfrentamiento electoral con Zapatero.
Mientras tanto, el drama del intervencionismo de los políticos en la sociedad y en la economía alcanza su cenit en Andalucía, donde el leninismo visceral de su gobierno lo hace intervencionista, dominador e implacable ante cualquier espacio de poder. La Junta, desoyendo los consejos de los expertos y los criterios de muchos sectores que aconsejan una retirada de los políticos de las cajas para permitir una más profunda profesionalización de su dirección, cambia la ley de cajas para controlarlas todavía más y poder obligarlas a fusionarse en base a criterios políticos, no financieros ni empresariales.
La constatación de la hipocresía afecta, de manera especial, a Esperanza Aguirre, la dirigente popular que exhibe con más intensidad criterios presuntamente liberales y que, aparentemente, apuesta por la regeneración de la democracia, en especial por la "despolitización" de las cajas de ahorro españolas, secuestradas por los partidos políticos, que, junto con los sindicatos, dominan sus consejos de administración e imponen a los presidentes.
El apoyo de Rajoy a Rodrigo Rato es otro reflejo de la miseria política española porque lo que pretende no es tanto poner Caja Madrid en manos de un gestor experimentado como quitarse de en medio a un prestigioso y peligroso rival político, del que se habla como sustituto de Rajoy si el registrador gallego fracasa en su próximo enfrentamiento electoral con Zapatero.
Mientras tanto, el drama del intervencionismo de los políticos en la sociedad y en la economía alcanza su cenit en Andalucía, donde el leninismo visceral de su gobierno lo hace intervencionista, dominador e implacable ante cualquier espacio de poder. La Junta, desoyendo los consejos de los expertos y los criterios de muchos sectores que aconsejan una retirada de los políticos de las cajas para permitir una más profunda profesionalización de su dirección, cambia la ley de cajas para controlarlas todavía más y poder obligarlas a fusionarse en base a criterios políticos, no financieros ni empresariales.