Hace muchos años (ignoro si todavía se sigue haciendo, porque ya no compro ni leo la publicación que citaré de inmediato), en la revista humorística “El jueves” (que, como deseando desdecirse, desmentirse o ponerse a sí misma en tela de juicio, estaba los miércoles en los quioscos) aparecía, como era lo lógico y normal una sola portada, pero en una página del hilarante semanario sus responsables solían recoger y mostrar otras, que, por la razón o razones que fueran, habían sido relegadas a dicha página debido al mayor interés de la que resultó seleccionada y obraba en la primera plana de la misma. Con ello quiero decir que como título de la presente urdidura podrían haber aparecido también estos otros: Consejos vendo y para mí no tengo; Hay que tener más cara que el Papa Alejandro (me refiero al VI, Rodrigo Borgia o Borja); Doble vara para medir; Doble rasero para igualar; El efecto bumerán; Ejemplo de cinismo y/o desvergüenza; etc.
A la muy trabajadora y muy competente vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega (es un axioma que en el cerebro del más sabio siempre puede encontrarse un rincón para la insensatez), este mediodía los periodistas que asistían y cubrían la tradicional rueda de prensa que sigue al proverbial Consejo de Ministros de los viernes, le pusieron en un serio brete, en un duro compromiso. Urdiré más, la ministra portavoz acabó metiéndose en un berenjenal, charco, fregado o jardín al no querer entrar al trapo y buscar (sal)irse por la tangente.
En torno a la polémica que había suscitado la grosera e insistente pregunta (evidente bajeza o golpe bajo) de Miguel Sebastián a Alberto Ruiz-Gallardón, exhibiendo una revista en la que aparecía el rostro de Montserrat Corulla, persona imputada en la operación “Malaya”, durante el debate que habían mantenido los tres candidatos a la Alcaldía de Madrid y que fue transmitido por TVE-1, la vicepresidenta, tras echarle unas cuantas flores a Sebastián (“No tengo la más mínima duda de la honestidad, buen hacer, y respeto a los demás candidatos de Miguel Sebastián, ninguna”), agregó que “en democracia, los gobernantes tienen la obligación de responder siempre; cuando se les acusa, que no es el caso, y cuando se les pregunta, que es el caso, siempre”.
Como De la Vega había eludido contestar una pregunta que le había planteado un periodista sobre la información que había sido publicada por el diario abertzale Gara, en la que se desvelaba que habían tenido lugar, al menos, 25 reuniones entre el PSOE y Batasuna (y ahora cabía hallar explicación a varios gestos del Gobierno con la izquierda abertzale), un periodista aprovechó la ocasión para repreguntar a la portavoz gubernamental, usando como argumento para ello la razón que acababa de brindarle o suministrarle en bandeja la De la Vega, pero ésta se escabulló con la argucia de que no acostumbra a hablar de partidos ilegalizados y de las noticias que éstos generan.
En verdad, mal ejemplo, pésimo precedente, vicepresidenta.
E. S. O., un andoba de Cornago
A la muy trabajadora y muy competente vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega (es un axioma que en el cerebro del más sabio siempre puede encontrarse un rincón para la insensatez), este mediodía los periodistas que asistían y cubrían la tradicional rueda de prensa que sigue al proverbial Consejo de Ministros de los viernes, le pusieron en un serio brete, en un duro compromiso. Urdiré más, la ministra portavoz acabó metiéndose en un berenjenal, charco, fregado o jardín al no querer entrar al trapo y buscar (sal)irse por la tangente.
En torno a la polémica que había suscitado la grosera e insistente pregunta (evidente bajeza o golpe bajo) de Miguel Sebastián a Alberto Ruiz-Gallardón, exhibiendo una revista en la que aparecía el rostro de Montserrat Corulla, persona imputada en la operación “Malaya”, durante el debate que habían mantenido los tres candidatos a la Alcaldía de Madrid y que fue transmitido por TVE-1, la vicepresidenta, tras echarle unas cuantas flores a Sebastián (“No tengo la más mínima duda de la honestidad, buen hacer, y respeto a los demás candidatos de Miguel Sebastián, ninguna”), agregó que “en democracia, los gobernantes tienen la obligación de responder siempre; cuando se les acusa, que no es el caso, y cuando se les pregunta, que es el caso, siempre”.
Como De la Vega había eludido contestar una pregunta que le había planteado un periodista sobre la información que había sido publicada por el diario abertzale Gara, en la que se desvelaba que habían tenido lugar, al menos, 25 reuniones entre el PSOE y Batasuna (y ahora cabía hallar explicación a varios gestos del Gobierno con la izquierda abertzale), un periodista aprovechó la ocasión para repreguntar a la portavoz gubernamental, usando como argumento para ello la razón que acababa de brindarle o suministrarle en bandeja la De la Vega, pero ésta se escabulló con la argucia de que no acostumbra a hablar de partidos ilegalizados y de las noticias que éstos generan.
En verdad, mal ejemplo, pésimo precedente, vicepresidenta.
E. S. O., un andoba de Cornago