Todos tenemos algo de cribadores y cedaceros. Cribador y cedacero eran profesiones artesanas que se dedicaban a cerner y a cribar para separar la paja del grano. Utilizaban el cedazo o el tamiz, instrumentos imprescindibles en los campos para la recolección de los cereales. El cribador tenía que ser justo y utilizaba el cedazo, un instrumento de calas o agujeros anchos, para dejar pasar el grano y tirar la suciedad y la paja; y el tamiz, instrumento justo y estrecho, para los cereales más pequeños no dejando pasar el grano y salvándolo de la suciedad.
La de cribador o cedacero, más que una profesión era un arte. En mi pueblo había un cedacero, que iniciaba su labor secando y curtiendo pieles de cabra, que luego utilizaba para fabricar la malla del cedazo o del tamiz. Una vez seca, la calaba más o menos tupidamente, según fuera destinada a cedazo o a tamiz. Para el calado utilizaba su destreza, configurando diversos dibujos artísticos que representaban soles, estrellas y otras variadas figuras. Manejaba un botador y un martillo sobre un tronco de madera que le servía de banco.
Hoy somos muchos los cribadores injustos que utilizamos continuamente el tamiz para descalificar a instituciones y a sus miembros. Los podemos encontrar en cualquier debate mediático. Utilizamos un tamiz escrupuloso para cribar a los miembros que han tenido un desliz, pero no nos importa sacar el cedazo de manga ancha para juzgarnos a nosotros mismos y a nuestros conmilitones. En los mismos conflictos de parejas se utiliza el tamiz o el cedazo según el género o abogado de la víctima.
A unas religiosas que han entregado su vida al tercer mundo y mueren en la favela, no les aceptamos su heroismo, porque decimos que han ido a hacer proselitismo. Pero para los legisladores que no se paran ante el desprecio de la vida, todo vale. Rasgamos las vestiduras ante las debilidades de algunos clérigos, pero admitimos los crímenes y desvaríos de cualquier padre o niña que, a los dieciséis años, elige atentar contra la vida. Al mismo Benedicto XVI se le califica de inquisidor, sin admitir los esfuerzos que ha hecho durante sus cinco primeros años de pontificado para dialogar con otras religiones y ser fiel a los principios.
Todavía no hemos visto que un partido sea capaz de aceptar un trabajo bien hecho a cargo de un miembro de otro partido, a no ser que esté de cuerpo presente. Todos tendríamos que hacer un esfuerzo para ser menos fariseo y más justo en nuestras cribas. Y todos tendríamos que ser, al mismo tiempo, menos justiciero con el prójimo utilizando el cedazo y más exigente con nosotros mismos utilizando el tamiz. Son tiempos de fariseísmo. “El que se crea justo y libre de pecado, que tire la primera piedra.”
JUAN LEIVA
La de cribador o cedacero, más que una profesión era un arte. En mi pueblo había un cedacero, que iniciaba su labor secando y curtiendo pieles de cabra, que luego utilizaba para fabricar la malla del cedazo o del tamiz. Una vez seca, la calaba más o menos tupidamente, según fuera destinada a cedazo o a tamiz. Para el calado utilizaba su destreza, configurando diversos dibujos artísticos que representaban soles, estrellas y otras variadas figuras. Manejaba un botador y un martillo sobre un tronco de madera que le servía de banco.
Hoy somos muchos los cribadores injustos que utilizamos continuamente el tamiz para descalificar a instituciones y a sus miembros. Los podemos encontrar en cualquier debate mediático. Utilizamos un tamiz escrupuloso para cribar a los miembros que han tenido un desliz, pero no nos importa sacar el cedazo de manga ancha para juzgarnos a nosotros mismos y a nuestros conmilitones. En los mismos conflictos de parejas se utiliza el tamiz o el cedazo según el género o abogado de la víctima.
A unas religiosas que han entregado su vida al tercer mundo y mueren en la favela, no les aceptamos su heroismo, porque decimos que han ido a hacer proselitismo. Pero para los legisladores que no se paran ante el desprecio de la vida, todo vale. Rasgamos las vestiduras ante las debilidades de algunos clérigos, pero admitimos los crímenes y desvaríos de cualquier padre o niña que, a los dieciséis años, elige atentar contra la vida. Al mismo Benedicto XVI se le califica de inquisidor, sin admitir los esfuerzos que ha hecho durante sus cinco primeros años de pontificado para dialogar con otras religiones y ser fiel a los principios.
Todavía no hemos visto que un partido sea capaz de aceptar un trabajo bien hecho a cargo de un miembro de otro partido, a no ser que esté de cuerpo presente. Todos tendríamos que hacer un esfuerzo para ser menos fariseo y más justo en nuestras cribas. Y todos tendríamos que ser, al mismo tiempo, menos justiciero con el prójimo utilizando el cedazo y más exigente con nosotros mismos utilizando el tamiz. Son tiempos de fariseísmo. “El que se crea justo y libre de pecado, que tire la primera piedra.”
JUAN LEIVA