Sí. He leído eso que llamais estatuto, hasta donde mi "urticaria" me lo permitió.
Siempre fue Cataluña llorona y especialista en eso de barrer para adentro. Egoísta, insolidaria y no integrada. Algo patética con sus ridículos aires triunfalistas de acomodado paleto provinciano con el nombre del "malvado" y envidiado cosmopolitismo universal de Madrid, pegado al trasero. Envidiosa hasta corroerse el alma cada vez que en algún sitio de España se hiciera una infrasestructura. Desde su habitual convencimiento de que todo lo paga Cataluña y que ellos necesitan, y constantemente piden, más. Pobres infelices especialistas en autoridiculizarse y culpar a Madrid y exigiendo al estado la solución a sus propios desagravios. Siempre acusando a España de lo que son y se hacen ellos. Siempre huyendo, presa del pánico, ante el panorama cada vez más acuciante de que los españoles alcancen su mismo nivel de vida haciendo inútil sus centenarios rastrerismos e intrigas para ser los "mejores". Aún no se han percatado de que el resto de españoles llevamos décadas mirando a Cataluña desde arriba. Desde la perplejidad de ver a un pueblo que se perpetúa en la ansiedad de sus complejos que les corta la vida y se hunde en la amargura después de tenerlo todo.
Esa es la imagen que proyecta el nacionalismo, a España y al mundo. Tal vez no le vendría mal que dejara de mirarse el ombligo permanentemente para verse entero en un espejo. Tal vez la vergüenza le hiciera un poco más sensato, humano e inteligente.
Ahora saca pecho con un estatuto producto de la codicia y miserias nacionalistas y de la traición, a la nación española y a su ciudadanía, de un gobierno débil, parcial, sectario e inepto, en manos de unos renegados de España y alguno hasta de su propio nombre y orígenes. Un estatuto que concede a Cataluña total soberanía y consagra a España como gestor de sus relaciones intracomunitarias y como mercado exclusivo, protegido y gratuito. Infinitamente mas oneroso, a los intereses de España, que la soberanía. Se pasa por su trasero la constitución y la condición de española en una afrenta sin par.
Cuando alguien invoca la aplicación de la LEY sobre los que la infringen con premeditación y alevosía, siempre sale algún cenutrio fantoche nacionalista, rasgándose las vestiduras y acusándolo, o amenazándolo, de la "gravedad" del cumplimiento de la legalidad vigente. Creen que porque siempre les salió bien lo de coaccionar al gobierno de turno, ahora nos van a prohibir puentearlo y defender nuestro intereses y los de España, por encima de los traidores.
Se puede ser más ignorante pero no más ridículo. Catalana, nacionalista, universitaria, jurídica y literalmente ridículo. Portador de tal ignorancia, voluntariamente supina, que apesta.
Clandestino
Siempre fue Cataluña llorona y especialista en eso de barrer para adentro. Egoísta, insolidaria y no integrada. Algo patética con sus ridículos aires triunfalistas de acomodado paleto provinciano con el nombre del "malvado" y envidiado cosmopolitismo universal de Madrid, pegado al trasero. Envidiosa hasta corroerse el alma cada vez que en algún sitio de España se hiciera una infrasestructura. Desde su habitual convencimiento de que todo lo paga Cataluña y que ellos necesitan, y constantemente piden, más. Pobres infelices especialistas en autoridiculizarse y culpar a Madrid y exigiendo al estado la solución a sus propios desagravios. Siempre acusando a España de lo que son y se hacen ellos. Siempre huyendo, presa del pánico, ante el panorama cada vez más acuciante de que los españoles alcancen su mismo nivel de vida haciendo inútil sus centenarios rastrerismos e intrigas para ser los "mejores". Aún no se han percatado de que el resto de españoles llevamos décadas mirando a Cataluña desde arriba. Desde la perplejidad de ver a un pueblo que se perpetúa en la ansiedad de sus complejos que les corta la vida y se hunde en la amargura después de tenerlo todo.
Esa es la imagen que proyecta el nacionalismo, a España y al mundo. Tal vez no le vendría mal que dejara de mirarse el ombligo permanentemente para verse entero en un espejo. Tal vez la vergüenza le hiciera un poco más sensato, humano e inteligente.
Ahora saca pecho con un estatuto producto de la codicia y miserias nacionalistas y de la traición, a la nación española y a su ciudadanía, de un gobierno débil, parcial, sectario e inepto, en manos de unos renegados de España y alguno hasta de su propio nombre y orígenes. Un estatuto que concede a Cataluña total soberanía y consagra a España como gestor de sus relaciones intracomunitarias y como mercado exclusivo, protegido y gratuito. Infinitamente mas oneroso, a los intereses de España, que la soberanía. Se pasa por su trasero la constitución y la condición de española en una afrenta sin par.
Cuando alguien invoca la aplicación de la LEY sobre los que la infringen con premeditación y alevosía, siempre sale algún cenutrio fantoche nacionalista, rasgándose las vestiduras y acusándolo, o amenazándolo, de la "gravedad" del cumplimiento de la legalidad vigente. Creen que porque siempre les salió bien lo de coaccionar al gobierno de turno, ahora nos van a prohibir puentearlo y defender nuestro intereses y los de España, por encima de los traidores.
Se puede ser más ignorante pero no más ridículo. Catalana, nacionalista, universitaria, jurídica y literalmente ridículo. Portador de tal ignorancia, voluntariamente supina, que apesta.
Clandestino