Colaboraciones

¿CONSTANCIA O CONTUMACIA?



“Hay momentos en la vida de todo político en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios”.

Abraham Lincoln



¡Qué verdad tan apropiada, incontrovertible y pintiparada la del abogado, político y presidente estadounidense! Y más, durante estas fechas, en pleno período electoral, si, otrosí, viene acompañada por su gemela o melliza, salida de la misma pluma y/o mui, que gusta predicar en las cuatro esquinas la contradicción que acarrea o proclamar su paradoja inherente a los cuatro vientos: “Conviene callar y que sospechen de tu poca sabiduría que hablar y eliminar cualquier duda al respecto”.

Parafraseando a Jonathan Swift, la inmensa mayoría de quienes nos interesamos por la Política, amén de estar todos un poco locos, somos como los alfileres clavados en un acerico; seguramente, porque los corazones son más importantes que las cabezas en nuestras esencias y existencias. Agregaré más. Nos parecemos a una caja de cerillas, pues sólo alumbramos (y más vale que no nos jactemos de ello, porque, cuando esta maravilla ocurre, la luz que proyectamos es escasa) cuando perdemos el fósforo de nuestras cabezas.

No haré aquí juicios de intenciones; pues no puedo penetrar ni acceder a la conciencia de José Luis Rodríguez Zapatero para sopesar y valorar cuáles son, de verdad, los propósitos concretos que lo animan o empujan a perseverar en su idea de sacarle todo el jugo y rendimiento al “proceso de paz”, un verdadero rompecabezas o puzle (hecho y deshecho unas cuantas veces). Pero, recientemente, el jefe del Ejecutivo ha vuelto por donde solía, sus fueros, o sea, ha insistido en que él tiene la obligación de hacer todo lo que esté en su mano para acabar, de una vez para siempre, con el cáncer, la gangrena o la peste que es el terrorismo etarra, la mafiosa hidra de la sierpe y el hacha.

Bueno, pues, si tenemos en cuenta que “la experiencia es la madre de la ciencia”, según axioma que gustaba airear mi señero y señor padre, Eusebio, y consideramos las diferentes maneras que hay de ver y las distintas sensibilidades que existen a la hora de abordar el “proceso” entre las gentes que conforman la propia banda terrorista, es lícito preguntarse cuál es el número mínimo de intentos que cabe y puede hacerse y cuál el máximo para no quedarse ni corto ni largo, para no pecar por defecto ni por exceso.

Si es verdad que, como dijo uno de los Siete Sabios de la antigua Grecia, “la perseverancia todo lo alcanza”, no menos cierto es que el DRAE define “contumaz” así: “Rebelde, porfiado y tenaz en mantener un error”.

Como colofón, me gustaría volver a iterar (para que quede constancia del hecho) lo que he dejado escrito en otros sitios con parecidas palabras. Apoyé, apoyo y apoyaré a cuantos reivindicaron, reivindican y reivindiquen su derecho a equivocarse o fracasar con tal de cumplan, eso sí, a rajatabla, (con) esta condición imprescindible, sine qua non, que antes se hayan autoimpuesto la obligación de acertar.

E. S. O., un andoba de Cornago

   
Sábado, 19 de Mayo 2007
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