Colaboraciones

CIUDADANOS IMPOTENTES E INDIGNADOS CON EL PODER





Son numerosas las propuestas que desde la red se hacen a diario para hacer frente a las medidas de éste y del anterior gobierno. Todas ellas tienen el mismo denominador común: la indignación. Una indignación consecuencia de la crisis que otros han causado y que se está haciendo pagar a las victimas con una salida ultrareaccionaria por aquello de que todas las medidas tienen como objetivo y víctima el ciudadano.

Es esta indefensión la que causa impotencia e indignación y la que nos mueve a sopesar multitud de variables de como hacer frente a estas injustas medidas que debemos pagar las propias victimas, mientras vemos como los autentivos responsables no sólo no pagan sino que salen fortalecidos de la crisis y, además, la están gobernando.

Creo que han sido demasiados años de Estado de Bienestar los que han desarmado al ciudadano de sus prerrogativas naturales, tales como el don o la virtud de la iniciativa, para dejar todo en manos de un Estado que todo nos lo solucionaba, hasta el punto de desactivarnos como ciudadanos libres.

Sin embargo, en un mundo globalizado e intercomunicado, siempre tenemos de quien aprender. Me refiero a las revueltas árabes que se han contagiado unas a otras y que, sin duda, tuvieron su efecto en el 15-M español y, posteriormente, en el movimiento Occupy a nivel mundial. En las revueltas árabes la indignación se transformó en valor político porque antes se habia tansformado en conciencia política organizada. No hizo falta trazar un plan, fué todo muy rápido pero, a la vez, ordenado. Frente a unos regímenes políticos cerrados y con ausencia de derechos y libertades, se alzó un valor intocable para los tunecinos: La dignidad.

Recordemos que el padre de la patria tunecina, Burguiba, destinó a educación la mayor parte del presupuesto, dejando fuera partidas como defensa. Es decir, priorizó que la población, en su 100%, fuera alfabetizada, y lo logró. Hoy Tunez tiene 380.000 diplomados, de los cuales 200.000 están en paro, con un 70% de la población fuera del sistema económico, lo que deja claro que un sistema en esas condiciones de desigualdad no se puede desarrollar.

El joven de 23 años que causó la revuelta llevaba años soportando tener que pagar a la policía, hasta que un dia se cansó y decidió no pagar. El policia le requisó el peso, su balanza, instrumento imprescindible para su trabajo. Fué al palacio del gobernador a exponer el caso y le echaron a patadas. Decidió inmolarse y prefirió morir a vivir sin dignidad. A partir de ahí, el lema de la revolución fué "Dignidad". Plantearon la dignidad como elemento de la revolución. En Egipto, cubriendose con la bandera del país, estaban enviando el mensaje de que no era una revolución contra su país porque la legitimidad la tenian ellos. Ese era el mensaje de las banderas.

Una generación nueva ha llegado. Hablan idiomas, utilizan internet y un 60% de la poblaciòn es menor de 30 años No tienen problemas identitarios con Occidente. Es una generación que no entra en el discurso del anticolonialismo. Es una revolución de jovenes.

Pero, en un mundo globalizado, los mensajes se trasladan de un lugar a otro y las revueltas árabes nos están trasladando un mensaje de democracia a aquellos que la estamos perdiendo. El pueblo es que el que debe tomar la responsabilidad de recuperar la dignidad, el derecho y las libertades Si no, la democracia está perdida.

Una sociedad decente, constituida a través del coraje civico y con un liderazgo intelectual que juegue el papel transformador de la sociedad civil en esta crisis, una crisis que, al igual que en los paises árabes, se debe solucionar desde el pueblo activandonos como ciudadanos, desencadenando un movimiento cuyas ansias de libertad sean imparables e imposibles de reprimir. Ese es el autentico papel a jugar por los ciudadanos y no el de quedarse en meros programadores de propuestas.

Si para los tunecinos el valor intocable que desencadenó la revolución fué la dignidad, la pregunta que me hago es ¿Cual es el nuestro?

Carlos RH

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Domingo, 8 de Enero 2012
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