Colaboraciones

CARTA AL OBISPO DE BILBAO





Mi querido Monseñor Blazquez:

Me dirijo a usted en calidad de Obispo de Bilbao, y no como Presidente de una Conferencia Episcopal, ya que en este caso tendría que escribir el nombre del País, nación o estado que corresponde a dicha Conferencia Episcopal. Sería complicado acertar y me temo que hasta podría incomodarle o comprometerle, incluso entre su propia curia. Por eso en esta ocasión le llamo simplemente Obispo de Bilbao. Usted sabrá disculparme.

Pues bien, he tenido noticias de que en el ejercicio de su cargo (o ejercicio pastoral, como guste llamarlo) ha facilitado, apoyado y fomentado la llamada “misión” de un sacerdote de nacionalidad británica y profeso en la Congregación de los Padres Redentoristas.

Se dice que dicho sacerdote ha contado con su tácita autorización. También con su ayuda material. Hasta con la puesta a su disposición del parque automovilístico, y personal ayudante, del Obispado, por cierto, sufragado con cargo a los Presupuestos Generales del Estado Español ¡uy, perdón). No creo que haya participado en los pagos de refrigerios y estancias en los muy decorosos establecimientos en los que el citado clérigo se ha hospedado.

He seguido las manifestaciones, charlas y conferencias redentoras de dicho sacerdote. Parece ser que tenía pensado que sus intervenciones contuvieran mensajes de amor a los pobres, de entrega a los hermanos, de ayuda a los débiles, de consuelo a las víctimas… ya sabe, de esas cosas del Evangelio.

Sin embargo, debe ser que algún otro hermano –clérigo como él- le debió convencer para que predicase otras cosas y se amigara y abrazara con determinados personajes. Y cayó en el error. Es humano. Desvió la “misión” sacerdotal. Por eso creo que estará usted muy preocupado. Seguro que él acepta su corrección fraterna y se disculpa. Claro que es difícil dialogar con quien no habla nuestro idioma. Lo que no sé muy bien es como pudo entenderse con otros personajes, sobre todo teniendo en cuenta los temas de los que dice que hablaron. Es verdad que hay gestos universales para designar, por ejemplo, una pistola: se cierra tres dedos de la mano sujetándolos con el pulgar y se simula que el índice es un cañón.

Supongo que así es como solicitaría a ciertos hermanos que no deben usar armas. Por que supongo –sin lugar a dudas- que eso es lo que venía a predicarles: Que no tenían que matar bajo ningún concepto. Que tenían que entregar las armas y arrepentirse. No sé si en ese instante surgió el arrepentimiento y el sacerdote les absolvió. Las armas puede que se las hayan entregado –bajo secreto de confesión- para que él las haga seguir a la policía.

Ya he oído que otro hermano en el Episcopado ha dicho que el sacerdote británico no habla en nombre de la Conferencia Episcopal Española (¡Jesús¡, que terquedad con la palabrita. Otra vez perdón). Que tampoco representa la opinión de la Conferencia Episcopal Británica (no sé si dijo irlandesa, ¡vaya lío¡). Al parecer sólo se representa a sí mismo (igual que –como dicen los señores del Gobierno- hacen los jefes de la ilegal, y por tanto inexistente, Batasuna). Debe ser eso. Y no es extraño que de tanta convivencia y abrazo se le hayan pegado los mismos comportamientos.

Pero claro, usted es jefe del Obispo que niega la autoridad del misionero irlandés y usted no ha dicho –que yo sepa- nada. Me quedo, por tanto, con las ganas de saber cuál es la postura oficial de la Conferencia Episcopal (esta vez me aguanto y no digo de donde).

Igual sucedió que al “misionero” le cambiaron los papeles y no sabía lo que decía. De todos modos, la Iglesia vasca -sin ninguna duda- seguirá (lo ha hecho siempre, ¿verdad monseñor?) predicando y defendiendo el contenido del Evangelio. Aunque cueste y le amenacen por ello. Y es que hay que decir siempre que asesinar es malo. Siempre es malo. Que no hay justificación posible. Que no se puede chantajear a las personas y a la sociedad con la inmoralidad de que si no haces lo que yo digo te mato. O que dejo de matar porque haces lo que yo quiero.

Usted, monseñor, tiene las ideas claras –si no las tuviera no sería Obispo- y estoy seguro que –aunque yo no lo oiga- usted lo está proclamando.

Usted sabe que no es lo mismo influir a la política con la moral, que dejar que la moral sea influida -y contaminada- por la política.

Un saludo en la Pascua de la Resurrección del Señor.


José Luis Múgica


Franky  
Martes, 25 de Abril 2006
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