(A OPTIMISTA ESCARMENTADO DE SOCIALISTA SOLISTA)
(Quiero decir, al ex presidente del Gobierno, felizmente casado con doña Carmen Romero, de “Otramotro”, dichosamente debelado, verbigracia, por los “Carmina selecta”, de Catulo.)
“ El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas ”.
W. G. Ward
Ayer, viernes, 24 de febrero de 2006, usted participó (atinó) en el acto de memoria y homenaje al dirigente socialista Fernando Buesa, asesinado hace seis años, junto con su escolta Jorge Díez, por ETA.
En su alocución, vuestra merced dijo que “el Gobierno tiene la responsabilidad de conducir la lucha contra el terrorismo y la oposición la obligación de apoyarle, incluso cuando se equivoca”. Y es que, según usted, “ni un solo Gobierno ha dejado de cometer errores en esa difícil lucha contra el terrorismo”. Ésas fueron sus palabras, las de un “optimista escarmentado” (así se calificó o retrató vos a sí mismo).
Si tomamos como arquetipos a G. K. Chesterton (“El optimista cree en los demás; el pesimista, en cambio, sólo cree en sí mismo”) y a Rabindranath Tagore (“Si cerráis la puerta a todos los errores, la verdad también se quedará fuera”), entre otros, usted acertó, sin ninguna duda, en su aserto. Ahora bien, si nuestros referentes son Confucio (“El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro mayor”), Antonio Machado (“La verdad es la verdad; dígala Agamenón o su porquero”) y Winston Churchill (“Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”), entre otros, usted acaso marrara estrepitosa y aun irremediablemente.
El menda lerenda, abundando en un pensamiento de Karl Popper, sostiene la idea de que la verdad tiene carácter interino, provisional; dura mientras no es refutada o contradicha por otra, que, en ese preciso instante, viene a desplazar a la anterior con la pretensión de ocupar su puesto. Por eso “Otramotro” defiende a ultranza la tesis o su criterio de que apoyará sin fisuras a todo aquél que reivindique su derecho a equivocarse con tal de que cumpla esta sola conditio sine qua non, que lo haga con la firme voluntad y el señero propósito de dar de lleno en el centro o blanco de la diana, o sea, de atinar.
En el mal llamado “proceso de paz” con ETA (¿en ciernes?) convendría que nuestros mandamases no pasaran por alto ni echaran en saco roto esta recomendación de H. Stein: “hay que tener aspiraciones elevadas, expectativas moderadas y necesidades pequeñas”.
El menda lerenda, un socialista solista (sin la sílaba “cia” -a la que sólo le falta la tilde preceptiva para significar “compañía”, en abreviatura), urde lo que urde por tener presentes estos renglones rectos de José Martí: “Sólo la opresión debe temer al pleno ejercicio de la libertad. Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar, y a hablar sin hipocresía. Un hombre que oculta lo que piensa, o que no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal Gobierno, sin trabajar para que el Gobierno sea bueno, no es un hombre honrado”.
Le anima (y tiene la sensación de no errar al hacerlo -aunque huelgue-) a que siga usted diciendo cuanto piense (procurando acertar -aunque marre-) quien le estima sobremanera, “Otramotro”,
Ángel Sáez García
(Quiero decir, al ex presidente del Gobierno, felizmente casado con doña Carmen Romero, de “Otramotro”, dichosamente debelado, verbigracia, por los “Carmina selecta”, de Catulo.)
“ El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas ”.
W. G. Ward
Ayer, viernes, 24 de febrero de 2006, usted participó (atinó) en el acto de memoria y homenaje al dirigente socialista Fernando Buesa, asesinado hace seis años, junto con su escolta Jorge Díez, por ETA.
En su alocución, vuestra merced dijo que “el Gobierno tiene la responsabilidad de conducir la lucha contra el terrorismo y la oposición la obligación de apoyarle, incluso cuando se equivoca”. Y es que, según usted, “ni un solo Gobierno ha dejado de cometer errores en esa difícil lucha contra el terrorismo”. Ésas fueron sus palabras, las de un “optimista escarmentado” (así se calificó o retrató vos a sí mismo).
Si tomamos como arquetipos a G. K. Chesterton (“El optimista cree en los demás; el pesimista, en cambio, sólo cree en sí mismo”) y a Rabindranath Tagore (“Si cerráis la puerta a todos los errores, la verdad también se quedará fuera”), entre otros, usted acertó, sin ninguna duda, en su aserto. Ahora bien, si nuestros referentes son Confucio (“El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro mayor”), Antonio Machado (“La verdad es la verdad; dígala Agamenón o su porquero”) y Winston Churchill (“Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad; un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”), entre otros, usted acaso marrara estrepitosa y aun irremediablemente.
El menda lerenda, abundando en un pensamiento de Karl Popper, sostiene la idea de que la verdad tiene carácter interino, provisional; dura mientras no es refutada o contradicha por otra, que, en ese preciso instante, viene a desplazar a la anterior con la pretensión de ocupar su puesto. Por eso “Otramotro” defiende a ultranza la tesis o su criterio de que apoyará sin fisuras a todo aquél que reivindique su derecho a equivocarse con tal de que cumpla esta sola conditio sine qua non, que lo haga con la firme voluntad y el señero propósito de dar de lleno en el centro o blanco de la diana, o sea, de atinar.
En el mal llamado “proceso de paz” con ETA (¿en ciernes?) convendría que nuestros mandamases no pasaran por alto ni echaran en saco roto esta recomendación de H. Stein: “hay que tener aspiraciones elevadas, expectativas moderadas y necesidades pequeñas”.
El menda lerenda, un socialista solista (sin la sílaba “cia” -a la que sólo le falta la tilde preceptiva para significar “compañía”, en abreviatura), urde lo que urde por tener presentes estos renglones rectos de José Martí: “Sólo la opresión debe temer al pleno ejercicio de la libertad. Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar, y a hablar sin hipocresía. Un hombre que oculta lo que piensa, o que no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal Gobierno, sin trabajar para que el Gobierno sea bueno, no es un hombre honrado”.
Le anima (y tiene la sensación de no errar al hacerlo -aunque huelgue-) a que siga usted diciendo cuanto piense (procurando acertar -aunque marre-) quien le estima sobremanera, “Otramotro”,
Ángel Sáez García