En este blog sí recibimos al Papa Benedicto XVI en la víspera de su llegada a España y lo hacemos no tanto como personas religiosas, sino como luchadores por la libertad y la decencia. Lo recibimos con la ilusión y la esperanza de acoger a un símbolo de la libertad individual y de la dignidad humana en un mundo dominado por miserables y canallas que anteponen el Estado al individuo y sus propios intereses al bien común.
El Papa Benedicto es el líder de la única gran institución que todavía no ha sido dominada y sometida por el poder político. La Iglesia Católica tiene el mérito de hacer frente a un gobierno español que lo ha engullido todo y que ha ocupado y dominado espacios que en democracia les están vedados, como son las universidades, los sindicatos, los medios de comunicación, las cajas de ahorros, muchas religiones y sectas, instituciones, fundaciones y hasta empresas, ya sea ocupando su dirección con políticos impuestos o controlando su vida por medio de subvenciones, presiones políticas o favores inconfesables.
A pesar de sus muchas carencias y miserias, entre las que destaca el terrible pecado de la pederastia, practicado por muchos de sus sacerdotes, la Iglesia que comanda el papa Benedicto sigue siendo una ferviente defensora de la dignidad del hombre y la mejor referencia mundial de los valores y principios.
Si la Iglesia Católica no existiera o hubiera sido ya aplastada por un Estado que no admite en su entorno la independencia y la libertad, la soledad de los demócratas y de la gente de bien en España y en otros países sometidos al mal gobierno, a la corrupción, al abuso y al pillaje, sería insoportable.
Por todas esas razones y porque esperamos que la Iglesia apoye y acompañe en su lucha a los millones de españoles que están siendo aplastados por el poder político y contemplan, impotentes, cómo sus derechos son violados, damos la bienvenida al pontífice.
Estamos seguros de que estos sentimientos no son compartidos por los políticos que se aferran a su arrogancia y a sus inmerecidos privilegios, ni por los esclavos sometidos que apoyan con fanatismo a sus partidos, hagan lo que hagan, ni por los delincuentes que prefieren un mundo sin moral ni frenos éticos, pero sí son compartidos con entusiasmo por los millones de desempleados y nuevos pobres que pueblan las calles de esta España mal gobernada, por los que sufren a diario el desaucio y son despojados de sus viviendas y otros derechos fundamentales, por los que hacen cola en los comedores de caridad para poder comer, por los que duermen en las calles, bajo plásticos y cartones, por los que tenemos ansia de dignidad y justicia y por los millones de españoles que han perdido la confianza en el liderazgo, la esperanza en el futuro y la fe en una democracia que los políticos han asesinado y transformado en una sucia oligocracia de partidos.
El Papa Benedicto es el líder de la única gran institución que todavía no ha sido dominada y sometida por el poder político. La Iglesia Católica tiene el mérito de hacer frente a un gobierno español que lo ha engullido todo y que ha ocupado y dominado espacios que en democracia les están vedados, como son las universidades, los sindicatos, los medios de comunicación, las cajas de ahorros, muchas religiones y sectas, instituciones, fundaciones y hasta empresas, ya sea ocupando su dirección con políticos impuestos o controlando su vida por medio de subvenciones, presiones políticas o favores inconfesables.
A pesar de sus muchas carencias y miserias, entre las que destaca el terrible pecado de la pederastia, practicado por muchos de sus sacerdotes, la Iglesia que comanda el papa Benedicto sigue siendo una ferviente defensora de la dignidad del hombre y la mejor referencia mundial de los valores y principios.
Si la Iglesia Católica no existiera o hubiera sido ya aplastada por un Estado que no admite en su entorno la independencia y la libertad, la soledad de los demócratas y de la gente de bien en España y en otros países sometidos al mal gobierno, a la corrupción, al abuso y al pillaje, sería insoportable.
Por todas esas razones y porque esperamos que la Iglesia apoye y acompañe en su lucha a los millones de españoles que están siendo aplastados por el poder político y contemplan, impotentes, cómo sus derechos son violados, damos la bienvenida al pontífice.
Estamos seguros de que estos sentimientos no son compartidos por los políticos que se aferran a su arrogancia y a sus inmerecidos privilegios, ni por los esclavos sometidos que apoyan con fanatismo a sus partidos, hagan lo que hagan, ni por los delincuentes que prefieren un mundo sin moral ni frenos éticos, pero sí son compartidos con entusiasmo por los millones de desempleados y nuevos pobres que pueblan las calles de esta España mal gobernada, por los que sufren a diario el desaucio y son despojados de sus viviendas y otros derechos fundamentales, por los que hacen cola en los comedores de caridad para poder comer, por los que duermen en las calles, bajo plásticos y cartones, por los que tenemos ansia de dignidad y justicia y por los millones de españoles que han perdido la confianza en el liderazgo, la esperanza en el futuro y la fe en una democracia que los políticos han asesinado y transformado en una sucia oligocracia de partidos.