La política española tiene muchos déficits, pero quizás el mas sangrante de todos sea la práctica impunidad de los altos cargos políticos, a los que la ley nunca obliga a dimitir ni a pagar sus responsabilidades. En cualquier país auténticamente democrático y limpio, Chaves y Griñán habrían tenido que dimitir y abandonar sus escaños, pero no en España, donde ambos siguen disfrutando de los privilegios del poder como diputado y senador, incluyendo un aforamiento vergonzante que impide que los tribunales ordinarios puedan juzgarles.
Gracias a la presión popular, que ya no quiere mas sinvergüenzas y corruptos en el poder, los partidos Podemos y Ciudadanos han exigido a los socialistas andaluces, como condición previa para apoyar la investidura de Susana Díaz, lo que es ya un clamor popular: que Chaves y Griñán, ambos imputados por sus responsabilidades en los EREs mafiosos de la Junta, abandonen sus sillones en el Congreso y el Senado.
En verdad, el "chantaje" al que se refiere Chaves lo está imponiendo la indignación ciudadana, de la que Podemos y Ciudadanos sólo se han hecho eco.
Los políticos, en España, suelen esperar a ser condenados por los tribunales para dimitir, pero no ocurre eso en otras democracias decentes, donde las responsabilidades políticas se asumen y se pagan con independencia de las judiciales. En Alemania, Inglaterra, Estados Unidos y otros países el fracaso de un político o hechos como haber eludido una multa de tráfico o haber copiado en unos exámenes son suficientes para que se produzcan dimisiones fulminantes.
Aunque el país siga podrido, minado por la injusticia, el abuso y la corrupción y con una falsa democracia vigente, que convierte a España en un país indigno de figurar entre los pueblos libres y decentes del mundo, algunas cosas están cambiando, pero solo gracias a la presión de los ciudadanos, dispuestos a castigar en las urnas a los partidos que amparen a los corruptos en sus filas y que sigan practicando los vicios antidemocráticos de subvencionarse con dinero público, domesticar la Justicia nombrando jueces y magistrados, no rindiendo cuentas jamás ante la ciudadanía y gobernando con arrogancia y sin límites de poder, sin tener en cuenta jamás los criterios y anhelos del ciudadano.
Movidos sólo por la indignación y el rechazo de los ciudadanos, que señalan a los político en las encuestas como el gran problema del país, junto con el desempleo masivo, algunos políticos están abandonando sus hasta ahora cómodas e impunes carreras políticas, los partidos aprueban, aunque sea hipocritamente, algunas medidas anticorrupción y publican sus cuentas, dando algunos tímidos pasos hacia la transparencia y la decencia. El mejor ejemplo de que la presión popular es poderosa y temible fue la salida de Zapatero del poder, obligado al unísono por la opinión pública y por su propio partido, consciente de que la presencia de Zapatero en el poder le hacía perder millones de votos ciudadanos.
Esa indignación cívica ante los abusos y arbitrariedades de los políticos es también la que ha hecho posible que partidos como Ciudadanos y Podemos se conviertan en fuerzas ascendentes y con un apoyo popular igual o superior al que tienen los viejos partidos PP y PSOE, carcomidos por la corrupción, los abusos de poder y el desprecio a los ciudadanos y a la democracia auténtica.
Gracias a la presión popular, que ya no quiere mas sinvergüenzas y corruptos en el poder, los partidos Podemos y Ciudadanos han exigido a los socialistas andaluces, como condición previa para apoyar la investidura de Susana Díaz, lo que es ya un clamor popular: que Chaves y Griñán, ambos imputados por sus responsabilidades en los EREs mafiosos de la Junta, abandonen sus sillones en el Congreso y el Senado.
En verdad, el "chantaje" al que se refiere Chaves lo está imponiendo la indignación ciudadana, de la que Podemos y Ciudadanos sólo se han hecho eco.
Los políticos, en España, suelen esperar a ser condenados por los tribunales para dimitir, pero no ocurre eso en otras democracias decentes, donde las responsabilidades políticas se asumen y se pagan con independencia de las judiciales. En Alemania, Inglaterra, Estados Unidos y otros países el fracaso de un político o hechos como haber eludido una multa de tráfico o haber copiado en unos exámenes son suficientes para que se produzcan dimisiones fulminantes.
Aunque el país siga podrido, minado por la injusticia, el abuso y la corrupción y con una falsa democracia vigente, que convierte a España en un país indigno de figurar entre los pueblos libres y decentes del mundo, algunas cosas están cambiando, pero solo gracias a la presión de los ciudadanos, dispuestos a castigar en las urnas a los partidos que amparen a los corruptos en sus filas y que sigan practicando los vicios antidemocráticos de subvencionarse con dinero público, domesticar la Justicia nombrando jueces y magistrados, no rindiendo cuentas jamás ante la ciudadanía y gobernando con arrogancia y sin límites de poder, sin tener en cuenta jamás los criterios y anhelos del ciudadano.
Movidos sólo por la indignación y el rechazo de los ciudadanos, que señalan a los político en las encuestas como el gran problema del país, junto con el desempleo masivo, algunos políticos están abandonando sus hasta ahora cómodas e impunes carreras políticas, los partidos aprueban, aunque sea hipocritamente, algunas medidas anticorrupción y publican sus cuentas, dando algunos tímidos pasos hacia la transparencia y la decencia. El mejor ejemplo de que la presión popular es poderosa y temible fue la salida de Zapatero del poder, obligado al unísono por la opinión pública y por su propio partido, consciente de que la presencia de Zapatero en el poder le hacía perder millones de votos ciudadanos.
Esa indignación cívica ante los abusos y arbitrariedades de los políticos es también la que ha hecho posible que partidos como Ciudadanos y Podemos se conviertan en fuerzas ascendentes y con un apoyo popular igual o superior al que tienen los viejos partidos PP y PSOE, carcomidos por la corrupción, los abusos de poder y el desprecio a los ciudadanos y a la democracia auténtica.