El tesorero del PP, Luis Bárcenas, se ha convertido ya en un grano infectado que amenaza con taponar el avance del PP hacia el poder en las próximas elecciones generales de 2012. El caso Bárcenas se ha convertido ya en el peor escándalo del PP desde su derrota en 2004 y en su mayor riesgo ante el futuro, no sólo porque los indicios de corrupción son cada día más sólidos, sino por la falta de decisión de Mariano Rajoy, que, una vez inculpado por el Supremo, debería haber fulminado a su tesorero como medida cautelar, previa al juicio.
Los ciudadanos, ante el "caso Bárcenas", que se superpone al "caso Gürtel" y lo supera en gravedad y alcance, empiezan a opinar que la corrupción en España es una enfermedad demasiado grave y que los dos grandes partidos políticos, PSOE y PP, están contaminados por igual, un criterio que resta posibilidades a los populares como alternancia al PSOE.
El líder del PP en el País Vasco, Antonio Basagoiti, interpreta a la mayoría de su partido cuando afirma que "Si fuese Bárcenas habría dimitido".
La gente empieza a pensar que si Rajoy no destituye a Bárcenas es porque el tesorero "sabe demasiado" y le tiene miedo, una sospecha tan lógica como dañina para un PP que cada día se diferencia menos del PSOE en su pobre concepción de la democracia, en su fácil convivencia con la corrupción y en su escasa voluntad regeneradora.
Si el PP quiere conquistar la Moncloa y tomar el timón de la deteriorada España, tendrá que cambiar mucho y distanciarse del PSOE de Zapatero, al que cada día se aparece más. Sólo si consigue lanzar a la sociedad española un mensaje de regeneración y cambio profundo podrá conseguir el apoyo de los descontentos, los frustrados y los demócratas, tres grupos que crecen cada día más, empujados por la crisis, el desempleo, la corrupción y el malgobierno que están hundiendo a España.
La estrategia de Rajoy consiste en proyectar un perfil casi neutro para no generar rechazo en el electorado, en espera de que el gobierno se desgaste y los españoles, para vengarse del PSOE, voten al PP. Esa estrategia ha funcionado hasta ahora, pero muchos expertos y analistas creen que la sociedad española ha cambiado y que las exigencias a unos políticos, a los que ya no respetan, son ahora mayores. Cuando los políticos tenían prestigio y respeto, ante el fracaso de un gobierno se depositaba la confianza en la oposición, pero ahora, con la política desprestigiada y con imagen de corrupta e ineficaz, esa confianza hay que ganársela y los ciudadanos exigen ahora ideas, programas, compromisos y capacidad de ilusionar.
Según esa tesis, ya no sería suficiente para el PP esperar a que Zapatero acumule errores y que, con su mal gobierno y pésima gestión de la crisis, se gane a pulso el rechazo de sus españoles, sino que sería necesario también que el principal partido de oposición se moje, practique una oposición dura y presente ante los ciudadanos un programa convincente, que incluya una profunda regeneración de la España podrida que Zapatero va a dejar como herencia.
Los ciudadanos, ante el "caso Bárcenas", que se superpone al "caso Gürtel" y lo supera en gravedad y alcance, empiezan a opinar que la corrupción en España es una enfermedad demasiado grave y que los dos grandes partidos políticos, PSOE y PP, están contaminados por igual, un criterio que resta posibilidades a los populares como alternancia al PSOE.
El líder del PP en el País Vasco, Antonio Basagoiti, interpreta a la mayoría de su partido cuando afirma que "Si fuese Bárcenas habría dimitido".
La gente empieza a pensar que si Rajoy no destituye a Bárcenas es porque el tesorero "sabe demasiado" y le tiene miedo, una sospecha tan lógica como dañina para un PP que cada día se diferencia menos del PSOE en su pobre concepción de la democracia, en su fácil convivencia con la corrupción y en su escasa voluntad regeneradora.
Si el PP quiere conquistar la Moncloa y tomar el timón de la deteriorada España, tendrá que cambiar mucho y distanciarse del PSOE de Zapatero, al que cada día se aparece más. Sólo si consigue lanzar a la sociedad española un mensaje de regeneración y cambio profundo podrá conseguir el apoyo de los descontentos, los frustrados y los demócratas, tres grupos que crecen cada día más, empujados por la crisis, el desempleo, la corrupción y el malgobierno que están hundiendo a España.
La estrategia de Rajoy consiste en proyectar un perfil casi neutro para no generar rechazo en el electorado, en espera de que el gobierno se desgaste y los españoles, para vengarse del PSOE, voten al PP. Esa estrategia ha funcionado hasta ahora, pero muchos expertos y analistas creen que la sociedad española ha cambiado y que las exigencias a unos políticos, a los que ya no respetan, son ahora mayores. Cuando los políticos tenían prestigio y respeto, ante el fracaso de un gobierno se depositaba la confianza en la oposición, pero ahora, con la política desprestigiada y con imagen de corrupta e ineficaz, esa confianza hay que ganársela y los ciudadanos exigen ahora ideas, programas, compromisos y capacidad de ilusionar.
Según esa tesis, ya no sería suficiente para el PP esperar a que Zapatero acumule errores y que, con su mal gobierno y pésima gestión de la crisis, se gane a pulso el rechazo de sus españoles, sino que sería necesario también que el principal partido de oposición se moje, practique una oposición dura y presente ante los ciudadanos un programa convincente, que incluya una profunda regeneración de la España podrida que Zapatero va a dejar como herencia.