Rajoy ha sido reelegido, pero su victoria es pírrica. Obtuvo sólo el 78.8 de los votos de los compromisarios, menos que cualquier otro presidente del PP en el pasado. Traducido a votos, eso significa que ha perdido más de dos millones de votantes y que esa masa de antiguos votantes, al igual que han hecho los compromisarios, votarán en blanco o se abstendrán en las próximas elecciones.
Si a esa ya gruesa cifra de rechazos agregásemos los muchos que le han votado porque no quieren arruinar sus carreras políticas o porque viven espléndidamente de los sueldos y del poder que les proporciona el partido, Rajoy habría perdido de manera abrumadora y vergonzosa porque su migración a ese "centro" vacío de ideas fuertes y al talante zapateril repugna hoy a nueve de cada diez peperos.
Dicen que el discurso de Aznar pudo haber sido todavía más duro, pero nosotros creemos que no, que es imposible que quien puso a Rajoy en el poder, ejerciendo como todo un dictador, pueda ser más crítico y mordaz. Criticarlo más habría sido una conspiración. Pero le dijo de todo, aunque con disimulo y en buen tono: que el PP no puede ser nunca un proyecto personal; que el PP ya está en el centro desde 1989; que el PP no puede ser el partido que le gusta a sus adversarios; que el PP tiene que ser una alternativa al socialismo, no una alternativa a sí mismo; que el objetivo del PP no es heredar a la izquierda, sino derrotarla en las urnas; que sería un error mortal ignorar a los que ya votan al PP; que no hay que parecerse al socialismo simpático, sino ser mejor que el socialismo, etc, etc.
Dicen también que muchos delegados, al escuchar el discurso de Aznar, sintieron ganas de gritarle que volviera, a pesar de que el expresidente cometió errores imperdonables que todavía hoy están pagando el partido y la sociedad española. Sin embargo, comparado con Rajoy, Aznar es una garantía y un mensajero de la solidez, de la consistencia, de la coherencia y de las ideas firmes, mientras que el registrador gallego se perfila como un chiquilicuatre diletante, imitador de lo peor del zapaterismo, que quiere construir un partido atrapavotos y tan "light" que pueda, como el actual socialismo, pactar con cualquiera, incluso con los enemigos de España y de la libertad, siempre que esos pactos permitan alcanzar el poder.
No sabemos si el nuevo PP podrá ganar algún día unas elecciones porque eso dependerá, sobre todo, del desgaste de ZP, porque en España las elecciones, más que ser ganadas por la oposición, son perdidas por el gobierno, pero sospechamos que no le será fácil ganar, porque hay por lo menos dos millones de militantes y simpatizantes del PP con principios que preferirán siempre abstenerse o votar en blanco, antes que entregar sus votos al nuevo imitador de ZP.
Hay muchas incognitas y pocos datos certeros, pero sabemos que el viaje de Rajoy hacia ese centro de escasas ideas, pero polivalente y maniobrero, es toda una nueva desgracia para la ya deteriorada y penosa "democracia española", que así avanza algunos pasos más hacia la perversión y fortalece su ya sólida y decepcionante condición de oligocracia de partidos y de castas.
¡Aznar, vuelve ya!, aunque sea para que tengamos que odiar tu arrogancia y tu pijerío elitista. Vuelve a pesar de todo porque preferimos el café puro de Colombia o un buen "robusta" africano al descafeinado químico e insípido; porque la democracia es debate y confrontación de ideas y principios, porque preferimos a los que tienen ideas en lugar de tacticismo; porque nos repugnan los que están tan apegados al poder que son capaces de imitar a Sansón, que prefirió morir él con tal de matar también a todos los filisteos.
Si a esa ya gruesa cifra de rechazos agregásemos los muchos que le han votado porque no quieren arruinar sus carreras políticas o porque viven espléndidamente de los sueldos y del poder que les proporciona el partido, Rajoy habría perdido de manera abrumadora y vergonzosa porque su migración a ese "centro" vacío de ideas fuertes y al talante zapateril repugna hoy a nueve de cada diez peperos.
Dicen que el discurso de Aznar pudo haber sido todavía más duro, pero nosotros creemos que no, que es imposible que quien puso a Rajoy en el poder, ejerciendo como todo un dictador, pueda ser más crítico y mordaz. Criticarlo más habría sido una conspiración. Pero le dijo de todo, aunque con disimulo y en buen tono: que el PP no puede ser nunca un proyecto personal; que el PP ya está en el centro desde 1989; que el PP no puede ser el partido que le gusta a sus adversarios; que el PP tiene que ser una alternativa al socialismo, no una alternativa a sí mismo; que el objetivo del PP no es heredar a la izquierda, sino derrotarla en las urnas; que sería un error mortal ignorar a los que ya votan al PP; que no hay que parecerse al socialismo simpático, sino ser mejor que el socialismo, etc, etc.
Dicen también que muchos delegados, al escuchar el discurso de Aznar, sintieron ganas de gritarle que volviera, a pesar de que el expresidente cometió errores imperdonables que todavía hoy están pagando el partido y la sociedad española. Sin embargo, comparado con Rajoy, Aznar es una garantía y un mensajero de la solidez, de la consistencia, de la coherencia y de las ideas firmes, mientras que el registrador gallego se perfila como un chiquilicuatre diletante, imitador de lo peor del zapaterismo, que quiere construir un partido atrapavotos y tan "light" que pueda, como el actual socialismo, pactar con cualquiera, incluso con los enemigos de España y de la libertad, siempre que esos pactos permitan alcanzar el poder.
No sabemos si el nuevo PP podrá ganar algún día unas elecciones porque eso dependerá, sobre todo, del desgaste de ZP, porque en España las elecciones, más que ser ganadas por la oposición, son perdidas por el gobierno, pero sospechamos que no le será fácil ganar, porque hay por lo menos dos millones de militantes y simpatizantes del PP con principios que preferirán siempre abstenerse o votar en blanco, antes que entregar sus votos al nuevo imitador de ZP.
Hay muchas incognitas y pocos datos certeros, pero sabemos que el viaje de Rajoy hacia ese centro de escasas ideas, pero polivalente y maniobrero, es toda una nueva desgracia para la ya deteriorada y penosa "democracia española", que así avanza algunos pasos más hacia la perversión y fortalece su ya sólida y decepcionante condición de oligocracia de partidos y de castas.
¡Aznar, vuelve ya!, aunque sea para que tengamos que odiar tu arrogancia y tu pijerío elitista. Vuelve a pesar de todo porque preferimos el café puro de Colombia o un buen "robusta" africano al descafeinado químico e insípido; porque la democracia es debate y confrontación de ideas y principios, porque preferimos a los que tienen ideas en lugar de tacticismo; porque nos repugnan los que están tan apegados al poder que son capaces de imitar a Sansón, que prefirió morir él con tal de matar también a todos los filisteos.
Comentarios: