José María Aznar ha lanzado un torpedo letal a la línea de flotación de Rajoy al declarar en Madrid, ante el sector más rebelde y pujante del Partido Popular, el que encabeza Esperanza Aguirre: "Necesitamos un gran entrenador, equipo y estrategia, pero sobre todo, si salís al partido, salir a ganarlo. En política no se está ni para empatar ni para heredar, se está para ganar. Cuando hemos salido a ganar el partido lo hemos ganado, y cuando hemos salido a heredarlo, nos quedamos sin nada".
El ataque es frontal contra la estrategia de Rajoy y altamente dañino porque se produce cuando el grueso del PP empieza a pensar que la estrategia de su líder no funciona, como lo demuestra el sorprendente hecho, reflejado una y otra vez por las encuestas, de que Zapatero no se desgaste ni el PP avanza en valoración ciudadana e intención de voto, a pesar del enorme desgaste que deberían estar sufriendo Zapatero y su gobierno por su mala gestión de una crisis que está fabricando parados a ritmo de vértigo, cerrando millares de empresas y empobreciendo a España, a marchas forzadas.
Mariano Rajoy se está hundiendo irremediablemente ante su incapacidad para ganar simpatías y ante el rechazo generalizado de sus votantes a la estrategia de "oposición complaciente" que está desplegando el PP, un comportamiento que está provocando una sangría enorme de votos que se orientan hacia el voto en blanco, la abstención o el apoyo a opciones más compremetidas y aguerridas como Unión Progreso y Democracia o Ciudadanos.
Rajoy ha asumido como propias las tesis del sociólogo Arriola, según las cuales en España no se ganan nunca las elecciones sino que se pierden por el desgaste inevitable que padecen los gobiernos, lo que aconseja a la oposición desplegar una política de espera prudente, sin cometer errores ni sufrir desgastes innecesarios, posicionandose ventajosamente ante el electorado para tomar el relevo.
Aunque esa tesis es globalmente cierta como tendencia general, no tiene validez alguna en tiempos de crisis, cuando los ciudadanos quieren que la oposición acose y desgaste a un gobierno que, evidentemente, lo está haciendo mal. La "espera" del PP a que le toque el turno de gobierno se transforma así en una estrategia frustrante, que genera rechazo en el electorado y que beneficia al gobierno, el cual, como demuestran las encuestas, apenas sufre desgaste alguno a pesar del dramatismo de la crisis, de sus burdos errores y de su probada ineficacia para hacer frente a las dificultades que atraviesa España.
La imagen de Rajoy se deteriora cada día más y va cobrando perfiles trágicos ante los ciudadanos, y ya también ante los propios simpatizantes y militantes del PP, que lo ven como un tipo flácido, sin nervio, oportunista, sin ideas firmes, sin propuestas atractivas y sin el vigor necesario para cumplir con su deber de fiscalizar y desgastar al mal gobierno de la Moncloa desde una oposición feroz e incansable.
Rajoy ha equivocado la estrategia hasta tal punto que sus errores deberían estudiarse en las escuelas políticas de todo el mundo como modelo de la oposición que nunca se debería hacer. Durante la anterior legislatura, cuando la economía iba bien y el país nadaba en la prosperidad, acosó tanto al gobierno, sin presentar alternativas creíbles, que terminó fortaleciendo a Zapatero, a pesar de sus múltiples errores y fracasos, y desacreditado él mismo ante los votantes indecisos, los centristas y muchos de sus propios votantes, mientras que ahora, en la segunda legislatura de Zapatero, cuando las circunstancias le exigen una oposición incansable y dura, vuelve a frustrar a sus huestes con su oposición blanda y falta de empuje.
En crisis, como el actual entrenador del Real Madrid, Mariano Rajoy, a quien muchos contemplan ya como un fracasado, depende cada vez más del andaluz Arenas, otro perdedor que jamás ha logrado ni siquiera inquietar al desgastado y renqueante socialista Manuel Chaves, y de los resultados que obtenga en las próximas citas electorales. La mitad del Partido Popular mira con el rabillo del ojo al pujante PP madrileño de Esperanza Aguirre y tiene ya el hacha levantada para cortar la cabeza de su líder si, como es previsible, sigue exhibiendo su lamentable liderazgo.
El ataque es frontal contra la estrategia de Rajoy y altamente dañino porque se produce cuando el grueso del PP empieza a pensar que la estrategia de su líder no funciona, como lo demuestra el sorprendente hecho, reflejado una y otra vez por las encuestas, de que Zapatero no se desgaste ni el PP avanza en valoración ciudadana e intención de voto, a pesar del enorme desgaste que deberían estar sufriendo Zapatero y su gobierno por su mala gestión de una crisis que está fabricando parados a ritmo de vértigo, cerrando millares de empresas y empobreciendo a España, a marchas forzadas.
Mariano Rajoy se está hundiendo irremediablemente ante su incapacidad para ganar simpatías y ante el rechazo generalizado de sus votantes a la estrategia de "oposición complaciente" que está desplegando el PP, un comportamiento que está provocando una sangría enorme de votos que se orientan hacia el voto en blanco, la abstención o el apoyo a opciones más compremetidas y aguerridas como Unión Progreso y Democracia o Ciudadanos.
Rajoy ha asumido como propias las tesis del sociólogo Arriola, según las cuales en España no se ganan nunca las elecciones sino que se pierden por el desgaste inevitable que padecen los gobiernos, lo que aconseja a la oposición desplegar una política de espera prudente, sin cometer errores ni sufrir desgastes innecesarios, posicionandose ventajosamente ante el electorado para tomar el relevo.
Aunque esa tesis es globalmente cierta como tendencia general, no tiene validez alguna en tiempos de crisis, cuando los ciudadanos quieren que la oposición acose y desgaste a un gobierno que, evidentemente, lo está haciendo mal. La "espera" del PP a que le toque el turno de gobierno se transforma así en una estrategia frustrante, que genera rechazo en el electorado y que beneficia al gobierno, el cual, como demuestran las encuestas, apenas sufre desgaste alguno a pesar del dramatismo de la crisis, de sus burdos errores y de su probada ineficacia para hacer frente a las dificultades que atraviesa España.
La imagen de Rajoy se deteriora cada día más y va cobrando perfiles trágicos ante los ciudadanos, y ya también ante los propios simpatizantes y militantes del PP, que lo ven como un tipo flácido, sin nervio, oportunista, sin ideas firmes, sin propuestas atractivas y sin el vigor necesario para cumplir con su deber de fiscalizar y desgastar al mal gobierno de la Moncloa desde una oposición feroz e incansable.
Rajoy ha equivocado la estrategia hasta tal punto que sus errores deberían estudiarse en las escuelas políticas de todo el mundo como modelo de la oposición que nunca se debería hacer. Durante la anterior legislatura, cuando la economía iba bien y el país nadaba en la prosperidad, acosó tanto al gobierno, sin presentar alternativas creíbles, que terminó fortaleciendo a Zapatero, a pesar de sus múltiples errores y fracasos, y desacreditado él mismo ante los votantes indecisos, los centristas y muchos de sus propios votantes, mientras que ahora, en la segunda legislatura de Zapatero, cuando las circunstancias le exigen una oposición incansable y dura, vuelve a frustrar a sus huestes con su oposición blanda y falta de empuje.
En crisis, como el actual entrenador del Real Madrid, Mariano Rajoy, a quien muchos contemplan ya como un fracasado, depende cada vez más del andaluz Arenas, otro perdedor que jamás ha logrado ni siquiera inquietar al desgastado y renqueante socialista Manuel Chaves, y de los resultados que obtenga en las próximas citas electorales. La mitad del Partido Popular mira con el rabillo del ojo al pujante PP madrileño de Esperanza Aguirre y tiene ya el hacha levantada para cortar la cabeza de su líder si, como es previsible, sigue exhibiendo su lamentable liderazgo.
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