Nuestros políticos, insensibles a la crisis que empobrece a los españoles y genera dolor en la sociedad, pugnan en estos días y se dan codazos por obtener un puesto en las listas electorales que elaboran los partidos políticos y disfrutar de los privilegios y ventajas que supone obtener un cargo electo. A juzgar por la dura pugna existente por la poltrona, la política, en España, tiene más de privilegio y de disfrute que de servicio y sacrificio. Mantienen sus elevados sueldos, usan coches de lujo y se autootorgan a diario nuevos privilegios y ventajas. Ya son la casta privilegiada, los nuevos "señoritos" del presente, con privilegios y fueros superiores a los que disfrutaban en tiempos del absolutismo la nobleza y el clero, los amos de entonces.
Cada año, nuestros políticos aumentan en los presupuestos generales del Estado los fondos públicos destinados a los partidos. En los de 2009, a pesar de haber sido definidos como "austeros" y acordes con la crisis, la asignación a los partidos creció por encima de la inflación, sin que ni una sola de las centenares de enmiendas presentadas por los distintos partidos cuestionen esa lluvia de dinero para la partitocracia, cuyos ingresos procedentes del erario público han crecido nada menos que un 36 por ciento desde 2006. Ahora, en vísperas de las elecciones de mayo de 2011, se han repartido una auténtica lluvia de millones para financiar unas campañas electorales que más que interesar exasperan a la mayoría de los sufridos ciudadanos.
Esos privilegios y ventajas de los nuevos señoritos no se corresponden con éxitos o logros de la clase política española, que ha sido la culpable directa del hundimiento del país y de que la crisis esté golpeando a España con más fuerza y saña que a la mayoría de los países prósperos del mundo. Sus "logros" y "méritos" son: división, enfrentamiento, endeudamiento, despilfarro, desempleo masivo, pobreza, fracaso escolar, destrucción masiva del tejido productivo, hundimiento en la calidad de los servicios públicos, sobre todo de la sanidad, subidas abusivas de impuestos, desconfianza de los mercados, desprestigio de la política y pérdida de peso de España en el mundo, entre otros.,
En mi libro "Democracia Secuestrada; (Almuzara, 2005) aparecía ya la siguiente tesis, hoy rabiosamente de actualidad:
¿Por qué en las películas, en las novelas y en la ficción en general nos identificamos con los buenos y no ocurre lo mismo en la vida cotidiana? ¿Por qué extraña razón admiramos a personas a las que ni siquiera seríamos capaces de admitir en nuestros hogares? ¿Cómo se explica que elijamos como nuestros representantes políticos a personajes que, en condiciones de pleno juicio, ni siquiera dejaríamos que se acercaran a nuestros hijos?
¿Podemos imaginarnos trabajando en una institución o empresa como la siguiente?:
Tiene poco más de 500 empleados de los que 29 han sido acusados de maltratos a sus esposas, 7 han sido arrestados por fraude, 19 han sido acusados de firmar cheques sin fondos, 119 han arruinado al menos dos negocios o empresas, 3 han sido arrestados por utilizar la violencia, 71 no pueden disponer de tarjetas de crédito porque en el pasado hicieron mal uso de ellas, 14 han sido arrestados por asuntos relacionados con las drogas, 8 han sido arrestados por rateros, 84 fueron detenidos por conducir ebrios y 21 están actualmente acusados en diferentes procesos.
¿Sabes de qué organización se trata? Aunque parezca increíble, es una descripción, publicada en la década de los noventa, del Congreso de los Estados Unidos de América, uno de los clubes políticos más poderosos del mundo y el corazón legislativo del país dominante del planeta, cuyas decisiones y leyes afectan a cada ciudadano de la Tierra, directa o indirectamente.
Hemos sido tan insensatos que hemos abierto demasiadas veces el santuario más sagrado, las puertas del poder común, de la administración de nuestros Estados y gobiernos, a depredadores de bajos instintos y hemos permitido que durante siglos esos malos administradores nos acosen, nos persigan, nos roben y nos asesinen. Durante demasiados siglos hemos sido cobardes y hemos aceptado que nos engañen con mentiras insostenibles. Para justificar el vergonzoso espectáculo de los enfrentamientos, rencillas y cuchilladas en la cúspide del poder o para mantener privilegios y ventajas inconfesables nos hablan del rango del Estado y de las necesidades de la representatividad, o nos dicen que la política es así, o que en política todo vale, olvidando principios mayores como la primacía del bien común o la prioridad del servicio al ciudadano.
El prestigio y la imagen de los políticos en España están en caída libre, en una situación cada día más parecida a aquella que, en los años treinta del pasado siglo XX, obligó al presidente de Estados Unidos, F.D. Rooselvet, a pronunciar en público la siguiente recomendación: “Tenemos que luchar para que la palabra político deje de ser un insulto”.
Cada año, nuestros políticos aumentan en los presupuestos generales del Estado los fondos públicos destinados a los partidos. En los de 2009, a pesar de haber sido definidos como "austeros" y acordes con la crisis, la asignación a los partidos creció por encima de la inflación, sin que ni una sola de las centenares de enmiendas presentadas por los distintos partidos cuestionen esa lluvia de dinero para la partitocracia, cuyos ingresos procedentes del erario público han crecido nada menos que un 36 por ciento desde 2006. Ahora, en vísperas de las elecciones de mayo de 2011, se han repartido una auténtica lluvia de millones para financiar unas campañas electorales que más que interesar exasperan a la mayoría de los sufridos ciudadanos.
Esos privilegios y ventajas de los nuevos señoritos no se corresponden con éxitos o logros de la clase política española, que ha sido la culpable directa del hundimiento del país y de que la crisis esté golpeando a España con más fuerza y saña que a la mayoría de los países prósperos del mundo. Sus "logros" y "méritos" son: división, enfrentamiento, endeudamiento, despilfarro, desempleo masivo, pobreza, fracaso escolar, destrucción masiva del tejido productivo, hundimiento en la calidad de los servicios públicos, sobre todo de la sanidad, subidas abusivas de impuestos, desconfianza de los mercados, desprestigio de la política y pérdida de peso de España en el mundo, entre otros.,
En mi libro "Democracia Secuestrada; (Almuzara, 2005) aparecía ya la siguiente tesis, hoy rabiosamente de actualidad:
¿Por qué en las películas, en las novelas y en la ficción en general nos identificamos con los buenos y no ocurre lo mismo en la vida cotidiana? ¿Por qué extraña razón admiramos a personas a las que ni siquiera seríamos capaces de admitir en nuestros hogares? ¿Cómo se explica que elijamos como nuestros representantes políticos a personajes que, en condiciones de pleno juicio, ni siquiera dejaríamos que se acercaran a nuestros hijos?
¿Podemos imaginarnos trabajando en una institución o empresa como la siguiente?:
Tiene poco más de 500 empleados de los que 29 han sido acusados de maltratos a sus esposas, 7 han sido arrestados por fraude, 19 han sido acusados de firmar cheques sin fondos, 119 han arruinado al menos dos negocios o empresas, 3 han sido arrestados por utilizar la violencia, 71 no pueden disponer de tarjetas de crédito porque en el pasado hicieron mal uso de ellas, 14 han sido arrestados por asuntos relacionados con las drogas, 8 han sido arrestados por rateros, 84 fueron detenidos por conducir ebrios y 21 están actualmente acusados en diferentes procesos.
¿Sabes de qué organización se trata? Aunque parezca increíble, es una descripción, publicada en la década de los noventa, del Congreso de los Estados Unidos de América, uno de los clubes políticos más poderosos del mundo y el corazón legislativo del país dominante del planeta, cuyas decisiones y leyes afectan a cada ciudadano de la Tierra, directa o indirectamente.
Hemos sido tan insensatos que hemos abierto demasiadas veces el santuario más sagrado, las puertas del poder común, de la administración de nuestros Estados y gobiernos, a depredadores de bajos instintos y hemos permitido que durante siglos esos malos administradores nos acosen, nos persigan, nos roben y nos asesinen. Durante demasiados siglos hemos sido cobardes y hemos aceptado que nos engañen con mentiras insostenibles. Para justificar el vergonzoso espectáculo de los enfrentamientos, rencillas y cuchilladas en la cúspide del poder o para mantener privilegios y ventajas inconfesables nos hablan del rango del Estado y de las necesidades de la representatividad, o nos dicen que la política es así, o que en política todo vale, olvidando principios mayores como la primacía del bien común o la prioridad del servicio al ciudadano.
El prestigio y la imagen de los políticos en España están en caída libre, en una situación cada día más parecida a aquella que, en los años treinta del pasado siglo XX, obligó al presidente de Estados Unidos, F.D. Rooselvet, a pronunciar en público la siguiente recomendación: “Tenemos que luchar para que la palabra político deje de ser un insulto”.
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