La designación de Ángela Merkel como canciller de Alemania y el desplazamiento hacia la derecha del centro de gravedad del poder alemán son acontecimientos que, en opinión de los expertos, comienzan a frenar el retroceso de Europa como cultura pujante y el avance de "Eurabia".
Merkel, contraria al ingreso de Turquía en la Unión Europea, preocupada por el constante aumento de la población musulmana establecida en Europa y consciente de la decadencia de Europa como cultura, tiene como uno de sus principales objetivos relanzar el europeísmo y revitalizar el orgullo de ser europeos.
A pesar de esa reacción, las élites que controlan el poder en Estados Unidos están convencidas de que la vieja alianza trasatlántica que selló la amistad entre Estados Unidos y Europa, que funcionó como un músculo invencible en los momentos decisivos de la historia moderna (dos guerras mundiales y la Guerra Fría) y que fue la columna vertebral de la civilización y del dominio mundial de Occidente durante los dos últimos siglos, se está resquebrajando y que, probablemente, terminará rompiéndose.
Y culpan del "desastre" a una Europa que, dominada por la cobardía, ha preferido separarse de Estados Unidos, creyendo que así podría escapar de los terribles embates del terrorismo islamico.
Los expertos al servicio del gobierno de Bush están empañados en explicar las grietas crecientes que resquebrajan la vieja Alianza Atlántica desde la "debilidad de Europa", donde dicen que ha nacido un creciente y paralizante miedo que impide a los europeos enfrentarse a sus grande problemas, un miedo del que está surgiendo, probablemente, una nueva realidad geopolítica que algunos llaman "Eurabia", una nueva cultura que los politólogos y servicios de inteligencia del presidente Bush describen como una especie de "Vieja Europa agotada y degradada por el Islam".
Es cierto y está comprobado que, después del brusco cambio en el gobierno de España, tras los atentados del 11 de marzo de 2004, la sociedad europea comienza a separarse de los Estados Unidos, probablemente como reacción frente a la amenaza del terrorismo islámico. Pero no es ese el único factor determinante de un proceso de separación que, aunque sutilmente, no deja de crecer desde hace al menos tres décadas y cuyas causas principales son, entre otras: la debilidad de la economía europea, el desplazamiento del eje principal de la economía mundial desde el Atlántico al Pacífico, la caída del Estado del Bienestar "made in Europa", la descristianización de la sociedad europea y el crecimiento del laicismo, procesos diametralmente opuestos a los vividos en Estados Unidos, donde se recuperan la religiosidad y los valores tradicionales, y, quizás como causa principal, el asentamiento en Europa de unos 15 millones de inmigrantes musulmanes (20 millones según otros cálculos) que se resisten a integrarse, un fenómeno de gravísimas consecuencias todavía no estudiadas plenamente.
La existencia en Europa de casi un 5 por ciento de población musulmana, un porcentaje llamado a crecer como consecuencia del envejacimiento de la población europea, es una realidad demoledora para la vieja cultura europea. Mientras que los musulmanes que emigran a Estados Unidos se integran y se convierten en orgullosos ciudadanos americanos, en Europa tienden a no integrarse y a mantenerse en "guettos" donde acumulan odio contra los cristianos de piel blanca y sueñan con conquistar un continente europeo al que no respetan porque lo consideran cobarde y débil.
Pero "Eurabia" no es sólo el resultado de un cambio demográfico, sino más bien la consecuencia de una "rendición" cultural. La balanza de Europa se inclina hacia el mundo árabe porque los europeos actuales han perdido demasiada energía como pueblo, porque prefieren conservar su riqueza y próspero sistema de vida a defenderse, porque han sido incapaces de construir algo más que un mercado común y ni siquiera saben ponerse de acuerdo para construir una política común de defensa o una política exterior mancomunada.
(Sigue)
Merkel, contraria al ingreso de Turquía en la Unión Europea, preocupada por el constante aumento de la población musulmana establecida en Europa y consciente de la decadencia de Europa como cultura, tiene como uno de sus principales objetivos relanzar el europeísmo y revitalizar el orgullo de ser europeos.
A pesar de esa reacción, las élites que controlan el poder en Estados Unidos están convencidas de que la vieja alianza trasatlántica que selló la amistad entre Estados Unidos y Europa, que funcionó como un músculo invencible en los momentos decisivos de la historia moderna (dos guerras mundiales y la Guerra Fría) y que fue la columna vertebral de la civilización y del dominio mundial de Occidente durante los dos últimos siglos, se está resquebrajando y que, probablemente, terminará rompiéndose.
Y culpan del "desastre" a una Europa que, dominada por la cobardía, ha preferido separarse de Estados Unidos, creyendo que así podría escapar de los terribles embates del terrorismo islamico.
Los expertos al servicio del gobierno de Bush están empañados en explicar las grietas crecientes que resquebrajan la vieja Alianza Atlántica desde la "debilidad de Europa", donde dicen que ha nacido un creciente y paralizante miedo que impide a los europeos enfrentarse a sus grande problemas, un miedo del que está surgiendo, probablemente, una nueva realidad geopolítica que algunos llaman "Eurabia", una nueva cultura que los politólogos y servicios de inteligencia del presidente Bush describen como una especie de "Vieja Europa agotada y degradada por el Islam".
Es cierto y está comprobado que, después del brusco cambio en el gobierno de España, tras los atentados del 11 de marzo de 2004, la sociedad europea comienza a separarse de los Estados Unidos, probablemente como reacción frente a la amenaza del terrorismo islámico. Pero no es ese el único factor determinante de un proceso de separación que, aunque sutilmente, no deja de crecer desde hace al menos tres décadas y cuyas causas principales son, entre otras: la debilidad de la economía europea, el desplazamiento del eje principal de la economía mundial desde el Atlántico al Pacífico, la caída del Estado del Bienestar "made in Europa", la descristianización de la sociedad europea y el crecimiento del laicismo, procesos diametralmente opuestos a los vividos en Estados Unidos, donde se recuperan la religiosidad y los valores tradicionales, y, quizás como causa principal, el asentamiento en Europa de unos 15 millones de inmigrantes musulmanes (20 millones según otros cálculos) que se resisten a integrarse, un fenómeno de gravísimas consecuencias todavía no estudiadas plenamente.
La existencia en Europa de casi un 5 por ciento de población musulmana, un porcentaje llamado a crecer como consecuencia del envejacimiento de la población europea, es una realidad demoledora para la vieja cultura europea. Mientras que los musulmanes que emigran a Estados Unidos se integran y se convierten en orgullosos ciudadanos americanos, en Europa tienden a no integrarse y a mantenerse en "guettos" donde acumulan odio contra los cristianos de piel blanca y sueñan con conquistar un continente europeo al que no respetan porque lo consideran cobarde y débil.
Pero "Eurabia" no es sólo el resultado de un cambio demográfico, sino más bien la consecuencia de una "rendición" cultural. La balanza de Europa se inclina hacia el mundo árabe porque los europeos actuales han perdido demasiada energía como pueblo, porque prefieren conservar su riqueza y próspero sistema de vida a defenderse, porque han sido incapaces de construir algo más que un mercado común y ni siquiera saben ponerse de acuerdo para construir una política común de defensa o una política exterior mancomunada.
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