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Avanza el rechazo al sistema autonómico y los españoles que no quieren autonomías son ya mayoría



Por vez primera en nuestra reciente historia, los españoles que rechazan el sistema autonómico son mayoría.

Las diferencias entre autonomías promovidas por Pedro Sánchez, beneficiando a las más desleales y rebeldes, junto a los fracasos del poder político en Cataluña, Andalucía y el País Vasco, donde se ha producido una orgía de independentismo, corrupción y violencia, respectivamente, han terminado de dar la puntilla al sistema. Los políticos no quieren reconocerlo porque si lo reconocen se les cae encima el Estado injusto e insostenible que ellos han construido, pero la mayoría de los españoles ya rechazan el llamado Estado de las Autonomías, un concepto que identifican con abuso de poder, despilfarro, corrupción y una distribución del poder y del territorio muy costosa e inoperante que está conduciendo a España hacia el desastre.

Siguen afirmando que los que critican el Estado de las Autonomías van contra la Constitución y que son una minoría de españoles, pero ambas afirmaciones son falsas. Las autonomías no son obligatorias en el texto constitucional y las encuestas ya reflejan que los que las rechazan son más que los que las defienden, aunque esas encuestas se mantengan silenciadas o sean obscenamente cocinadas para ocultar la verdad de que la voluntad popular de los españoles se inclina ya por eliminar las taifas vergonzosas, fuentes de despilfarro, corrupción y ruptura de la unidad, y retornar a un Estado centralizado.
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Las encuestas oficiales ya reconocen hasta un 30 por ciento de rechazo a las autonomías, pero la realidad, según numerosos expertos y analistas, es que el rechazo supera el 50 por ciento, ya que muchos ciudadanos, por miedo, ocultan su criterio cuando son interrogados sobre asuntos sensibles y polémicos.

Si hiciéramos un referéndum para saber si ahora la gente quiere autonomías o no, el resultado, sin duda, sería negativo y colocaría a la mayoría de los políticos y a sus partidos contra las cuerdas, tras demostrarse que ellos defienden un sistema y una arquitectura de nación rechazada por la ciudadanía.

Mis amigos sociólogos me aseguran que las encuestas que ellos realizan periódicamente, en forma de ómnibus, demuestran que los que rechazan las autonomías ya son una sólida mayoría.

Gran culpa del deterioro y de la impopularidad del sistema autonómico lo tienen Andalucia y Cataluña, sobre todo esta última, cuyo separatismo ha colocado al país en la frontera de un auténtico conflicto civil.

Andalucia por su corrupción profunda y por el estado de clientelismo intervencionista y pseudo totalitario de la Junta socialista, el País Vasco, territorio convertido por el terrorismo en un campo de batalla, y Cataluña por sus agresiones a las leyes, al orden público, a la Constitución, a la unidad de España, a la decencia y a la convivencia, todo ello incrementado con corrupción y odio, han dinamitado el prestigio de las autonomías, que fue grande cuando se aprobó la Constitución, en 1978.

Parece evidente que, tras contemplar lo que ocurrido en los cortijos de Cataluña, el País Vasco y Andalucía, muchos millones de españoles han dejado de apreciar las autonomías y quieren una España unida, limpia y disciplinada, y no una nación dividida en 18 compartimentos con su armonía destruida y llena de insensatos despilfarradores y generadores de corrupción, divisiones, envidias, odios y nacionalismo victimista.

El grueso de los españoles siente un asco creciente ante el enorme número de políticos que viven del Estado y de las trampas y arbitrariedades que protagonizan al colocar a sus familiares y amigos y al otorgar subvenciones, contratos y concesiones a familiares, amigos y compinches.

Hechos como los asesinatos de ETA, el odio, el adoctrinamiento y la colección de coches de Jordi Pujol Ferrusola, tasada en dos millones de euros, y la red clientelar tupida descubierta en Andalucía, más propia de una república soviética que de una democracia europea, son imágenes repugnantes que provocan vergüenza a millones de españoles, que, lógicamente, rechazan también el sistema autonómico que permite esos abusos y canalladas.

La sociedad española quiere un único país, igual para todos, con servicios e impuestos iguales para todo, donde no ocurran las injusticias del presente, como que a un andaluz o valenciano no lo atiendan en hospitales públicos de otras regiones o que heredar en una región represente pagar cien veces más impuestos que en otra.

Para colmo de males, Pedro Sánchez, al tener que pagar los apoyos recibidos del nacionalismo, ha intensificado brutalmente las diferencias entre unas regiones y otras, convirtiendo a Cataluña y el País Vasco en regiones privilegiadas y mejor dotadas de fondos que las demás. Su castigo a Murcia y a Andalucía, donde los socialistas han sido desplazados del poder, terminan de desprestigiar y convertir en odioso un sistema que, en manos del gobierno socialcomunista, millones de españoles identifican ya con corrupción, abuso, opresión e ignominia.

Francisco Rubiales

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Lunes, 3 de Febrero 2020
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