Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, se ha declarado partidario de restablecer la censura para los medios de comunicación. La declaración, sorprendente para todo demócrata, revela que los instintos autoritarios y totalitarios prevalecen y que muchos políticos españoles están mal reciclados y que, a pesar de las apariencias, no han conseguido migrar del despotismo y la opresión a la democracia.
El motivo esgrimido por el presidente de los madrileños es que hay que "cuidar" el "daño" que se hace a personas e instituciones, pero el verdadero motivo es la rabia que le producen las protestas de los ciudadanos ante los abusos de poder de la clase política, la corrupción y el mal gobierno, un festival terrible en el que él mismo participa desde la primera fila de la política institucional.
Pero el caso de Ignacio González no es único en España, ni mucho menos. La democracia se estableció en esta país por decreto, sin que existiera nunca un debate sobre lo que la democracia representaba, sobre la cultura democrática y sobre las normas y exigencias de ese sistema. Al morir Franco, los antiguos franquistas, mal reciclados, se declararon "demócratas" sin serlo, redactaron una constitución a la medida de su incultura política, copiando párrafos y censurando otros de las constituciones europeas del momento, produciendo un 2bodrio" que en lugar de instaurar un sistema democrático real creaba una sucia partitocracia donde los partidos y los políticos profesionales tenían todo el poder, continuando plenamente vigente el paternalismo y la marginación ciudadana típicos del Franquismo.
Miles de franquistas y de falsos demócratas sustituyeron en el poder, sin trauma ni resistencia, a los agotados franquistas de Franco, cuyos hijos y amigos se sumaron con entusiasmo al nuevo sistema, conscientes de que "cambiaba todo para que todo siguiera igual".
El presidente de Madrid y miles de políticos en el poder, pertenecientes al PP, el PSOE, IU y los partidos nacionalistas con representación parlamentaria son auténticos ignorantes en materia democrática que no cesan de repetir, como papagayos, la palabra "democracia", a pesar de que ese concepto es casi tan ajeno a España como lo es a Venezuela, Cuba o China.
Ni una sola de las normas y leyes básicas de la democracia está vigente en la actual España de Rajoy, en la que no existe separación en los poderes básicos del Estado, en la que los políticos nombran jueces y magistrados, asesinando así la independencia del poder judicial, en la que son los partidos y no los ciudadanos los que realmente eligen a los representantes al elaborar esas listas cerradas y bloqueadas frente a las que el ciudadano, en las urnas, sólo puede decir "si" o "no", sin incluir los nombres de los que le merecen confianza o respeto y sin eliminar de esas listas a los que les parecen sinvergüenzas y corruptos.
Pero hay muchas mas carencias sustanciales: no existe una ley igual para todos, asumida por los ciudadanos, como manda la democracia, ni una prensa con independencia y libertad garantizadas, ni una sociedad civil fuerte e independiente, que sirva de contrapeso al poder político, ni un protagonismo del ciudadano, declarado por la democracia "soberano" del sistema.
Pero lo mas grave de todo es que, mientras la esencia de la democracia es el control y la limitación del poder político y del gobierno, en España ese poder carece de los mínimos controles y límites. En la práctica, los partidos son impunes y los políticos disfrutan de impunidad porque sus partidos les arropan y protegen, incluso cuando cometen delitos evidentes. Muchas veces, los partidos han incluido en sus listas a verdaderos golfos, convirtiéndolos en diputados o senadores, para protegerlos con los fueros especiales que disfrutan los representantes políticos del pueblo.
La democracia considera esa libertad de prensa que el presidente de Madrid quiere limitar y controlar como un elemento vital para el sistema. La prensa tiene que tener independencia y poder suficientes para poder ejercer la vital misión de fiscalizar a los grandes poderes y para esparcir la luz y la información, ya que el vicio, la corrupción, la arbitrariedad y el abuso de poder florecen, sobre todo, en la oscuridad y el silencio informativo.
Esa prensa, vital para la democracia, ya está casi en agonía, gracias a la compra de medios y de voluntades por parte de los partidos políticos y a la cobardía y sumisión, muchas veces voluntaria, de miles de periodistas, convertidos en auténticos "perros del poder", después de haber traicionado al ciudadano y a la democracia privándoles del derecho a informar y ser informados con libertad y veracidad garantizadas.
El motivo esgrimido por el presidente de los madrileños es que hay que "cuidar" el "daño" que se hace a personas e instituciones, pero el verdadero motivo es la rabia que le producen las protestas de los ciudadanos ante los abusos de poder de la clase política, la corrupción y el mal gobierno, un festival terrible en el que él mismo participa desde la primera fila de la política institucional.
Pero el caso de Ignacio González no es único en España, ni mucho menos. La democracia se estableció en esta país por decreto, sin que existiera nunca un debate sobre lo que la democracia representaba, sobre la cultura democrática y sobre las normas y exigencias de ese sistema. Al morir Franco, los antiguos franquistas, mal reciclados, se declararon "demócratas" sin serlo, redactaron una constitución a la medida de su incultura política, copiando párrafos y censurando otros de las constituciones europeas del momento, produciendo un 2bodrio" que en lugar de instaurar un sistema democrático real creaba una sucia partitocracia donde los partidos y los políticos profesionales tenían todo el poder, continuando plenamente vigente el paternalismo y la marginación ciudadana típicos del Franquismo.
Miles de franquistas y de falsos demócratas sustituyeron en el poder, sin trauma ni resistencia, a los agotados franquistas de Franco, cuyos hijos y amigos se sumaron con entusiasmo al nuevo sistema, conscientes de que "cambiaba todo para que todo siguiera igual".
El presidente de Madrid y miles de políticos en el poder, pertenecientes al PP, el PSOE, IU y los partidos nacionalistas con representación parlamentaria son auténticos ignorantes en materia democrática que no cesan de repetir, como papagayos, la palabra "democracia", a pesar de que ese concepto es casi tan ajeno a España como lo es a Venezuela, Cuba o China.
Ni una sola de las normas y leyes básicas de la democracia está vigente en la actual España de Rajoy, en la que no existe separación en los poderes básicos del Estado, en la que los políticos nombran jueces y magistrados, asesinando así la independencia del poder judicial, en la que son los partidos y no los ciudadanos los que realmente eligen a los representantes al elaborar esas listas cerradas y bloqueadas frente a las que el ciudadano, en las urnas, sólo puede decir "si" o "no", sin incluir los nombres de los que le merecen confianza o respeto y sin eliminar de esas listas a los que les parecen sinvergüenzas y corruptos.
Pero hay muchas mas carencias sustanciales: no existe una ley igual para todos, asumida por los ciudadanos, como manda la democracia, ni una prensa con independencia y libertad garantizadas, ni una sociedad civil fuerte e independiente, que sirva de contrapeso al poder político, ni un protagonismo del ciudadano, declarado por la democracia "soberano" del sistema.
Pero lo mas grave de todo es que, mientras la esencia de la democracia es el control y la limitación del poder político y del gobierno, en España ese poder carece de los mínimos controles y límites. En la práctica, los partidos son impunes y los políticos disfrutan de impunidad porque sus partidos les arropan y protegen, incluso cuando cometen delitos evidentes. Muchas veces, los partidos han incluido en sus listas a verdaderos golfos, convirtiéndolos en diputados o senadores, para protegerlos con los fueros especiales que disfrutan los representantes políticos del pueblo.
La democracia considera esa libertad de prensa que el presidente de Madrid quiere limitar y controlar como un elemento vital para el sistema. La prensa tiene que tener independencia y poder suficientes para poder ejercer la vital misión de fiscalizar a los grandes poderes y para esparcir la luz y la información, ya que el vicio, la corrupción, la arbitrariedad y el abuso de poder florecen, sobre todo, en la oscuridad y el silencio informativo.
Esa prensa, vital para la democracia, ya está casi en agonía, gracias a la compra de medios y de voluntades por parte de los partidos políticos y a la cobardía y sumisión, muchas veces voluntaria, de miles de periodistas, convertidos en auténticos "perros del poder", después de haber traicionado al ciudadano y a la democracia privándoles del derecho a informar y ser informados con libertad y veracidad garantizadas.