Autodestitución
Habrá pronto crisis gubernamental en “algunoas ministroas” (1), dicen. Crearán entonces el Ministerio de Deportes de los países comunistas, fabricantes en serie de robots humanoides drogados.
Sólo algunos gobiernos occidentales seudoprogresistas imitaron esa iniciativa a la que siempre se negó EE.UU., la democracia que produce los más grandes deportistas mundiales.
Aquí el problema no son los deportes ni “loas ministroas”. Radica en la incompetente orientación que le dio al país desde su primer día de mandato José Luís Rodríguez Z, que es quien debería dimitir o autodestituirse.
Por abandonar en Irak, sin negociación alguna, a casi cuarenta democracias aliadas, a las que además pidió que escaparan también, para legalizar después la invasión en la ONU (junio de 2004).
Por humillarse durante cuatro años implorándole audiencia a Bush. Por ir a Washington de caniche de Sarkozy.
Por su aislamiento diplomático certificado en Bucarest, donde nadie se acercaba a él mientras los dirigentes occidentales departían amistosamente.
Porque al despreciar públicamente la existencia de la nación española destruyó los puentes entre los ciudadanos acatando exigencias de independentistas que reclaman la muerte del Rey.
Por propiciar enfrentamientos entre CC.AA. estimulando el rechazo hacia los hablantes del idioma común.
Porque legalizó al partido político de los terroristas y reavivó a ETA dejando de acosarla y prometiéndole Navarra, triunfo que aún esperan los terroristas y por el que se reactivan una vez y otra. Cuatro años de lucha antiterrorista perdidos parta tener que empezar otra vez.
Por resucitar los odios de los abuelos rojos y azules, y azuzarlos transfiriéndoselos a los nietos.
Por el monstruoso, creciente e incontrolado desempleo.
Por degradar los Derechos Humanos añadiéndole el título de su pintoresca Alianza de Civilizaciones a la sala que alberga la cúpula pintada por Barceló en Ginebra.
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(1).- El “oa” final de género epiceno que propone humildemente el cronista maquilla las cantinelas redundantes de vascos y vascas, ministros y ministras y la impronunciable arroba piripitifláutica de Bibiana Aído et all.
Habrá pronto crisis gubernamental en “algunoas ministroas” (1), dicen. Crearán entonces el Ministerio de Deportes de los países comunistas, fabricantes en serie de robots humanoides drogados.
Sólo algunos gobiernos occidentales seudoprogresistas imitaron esa iniciativa a la que siempre se negó EE.UU., la democracia que produce los más grandes deportistas mundiales.
Aquí el problema no son los deportes ni “loas ministroas”. Radica en la incompetente orientación que le dio al país desde su primer día de mandato José Luís Rodríguez Z, que es quien debería dimitir o autodestituirse.
Por abandonar en Irak, sin negociación alguna, a casi cuarenta democracias aliadas, a las que además pidió que escaparan también, para legalizar después la invasión en la ONU (junio de 2004).
Por humillarse durante cuatro años implorándole audiencia a Bush. Por ir a Washington de caniche de Sarkozy.
Por su aislamiento diplomático certificado en Bucarest, donde nadie se acercaba a él mientras los dirigentes occidentales departían amistosamente.
Porque al despreciar públicamente la existencia de la nación española destruyó los puentes entre los ciudadanos acatando exigencias de independentistas que reclaman la muerte del Rey.
Por propiciar enfrentamientos entre CC.AA. estimulando el rechazo hacia los hablantes del idioma común.
Porque legalizó al partido político de los terroristas y reavivó a ETA dejando de acosarla y prometiéndole Navarra, triunfo que aún esperan los terroristas y por el que se reactivan una vez y otra. Cuatro años de lucha antiterrorista perdidos parta tener que empezar otra vez.
Por resucitar los odios de los abuelos rojos y azules, y azuzarlos transfiriéndoselos a los nietos.
Por el monstruoso, creciente e incontrolado desempleo.
Por degradar los Derechos Humanos añadiéndole el título de su pintoresca Alianza de Civilizaciones a la sala que alberga la cúpula pintada por Barceló en Ginebra.
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(1).- El “oa” final de género epiceno que propone humildemente el cronista maquilla las cantinelas redundantes de vascos y vascas, ministros y ministras y la impronunciable arroba piripitifláutica de Bibiana Aído et all.
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