¿Alguien ha visto últimamente a un político por las calles de España? Han desaparecido y todo indica que la causa es el miedo. Conscientes del rechazo ciudadano, que crece como una mancha de aceite a la sombra de los abusos del poder y los errores del gobierno, tienen miedo a salir y a ser abucheados por el pueblo al que dicen servir. La "casta", aunque no lo admita, tiene mala conciencia y se siente tan rechazada y desprestigiada que se ha encerrado en sus casas, en sus coches blindados, en sus despachos de lujo, rodeados de escoltas, de soledad y tal vez de remordimiento.
El entorno próximo a Zapatero comenta que el "presi" le tiene pánico a los abucheos. Es lo que más teme, después de una huelga general. Al entierro del último soldado muerto en Afganistán no acudió por miedo a ser abucheado, no porque estuviera preparando, como dijo, el discurso del Desayuno de Oración, en Washington.
Los hijos de los políticos también se sienten señalados y sus esposas cada vez salen menos a la calle. Es probable que también sientan en su interior vergüenza por las obras de sus maridos. Ya no compran directamente en los centros comerciales, ni en las tiendas y se hacen enviar las mercancias hasta sus hogares. La "casta", divorciada de un pueblo al que está llevando hasta la ruína y la derrota, no se atreve a salir de sus bien guardados refugios. Cinco millones de parados y ocho millones de pobres les esperan en las calles para rechazarlos y reprocharles el daño que han causado a España, un país próspero y feliz al que han arruinado y arrebatado la esperanza.
Otro factor importante en el problema es el fanatismo político de la sociedad española, que los mismos partidos y los gobiernos han impulsado desde el poder. Los incondicionales de un bando, cada día más fanatizados y propensos a la violencia, están siempre dispuestos a hostigar a los líderres del partido contrario, lo que influye en el miedo del dirigente político a su propio pueblo, un claro síntoma de que la natural relación democrática de colaboración entre el liderazgo y el pueblo ha dejado de existir y se ha transformado en una relación conflictiva, marcada por el miedo, tipica de sociedades oprimidas.
En la última gala de los premios Goya había fanáticos esperando a políticos socialistas y a artistas del celuluide del club de la ceja para abuchearlos. La pitada fue importante, pero el poder consiguió que pocos medios la reflejaran en sus crónicas.
La única conexión entre los políticos y los ciudadanos ya se realiza a través de los medios de comunicación, que nunca antes fueron tan intermediarios y tan imprescindibles como ahora. Cuando aparecen en público, lso políticos se rodean de escoltas e incondicionales, para sentirse protegidos. Hasta a las ruedas de prensa acuden ya arropados por los suyos, a la defensiva, temiendo, incluso, las preguntas indiscretas y agresivas del periodista.
La "casta" española es consciente de su fracaso y la izquierda gobernante es también consciente del enorme daño que ha causado al país desde el poder. No ha sido la crisis la que nos ha llenado las calles de pobres y de parados, sino la ineptitud de Zapatero, su miedo a la realidad, sus mentiras, su incapacidad para el liderazgo, su despilfarro, su arbitrariedad, sus abusos y dramas. Si no hubiera tardado casi dos años en reconocer la existencia de la crisis, si hubiera tomado a tiempo las medidas que le aconsejaban las instituciones internacionales y los expertos, si hubiera optado por la austeridad y el ahorro, si no se hubiera entregado a la sucia tutela de los sindicatos... los parados serían muchos menos, los pobres no serían tan numerosos y el país podría seguir con la sonrisa y la esperanza.
Pero Zapatero ha demostrado ser el peor gobernante de España desde Fernando VII y tal vez esté a punto de sobrepasar también a aquel rey felón que con sus traiciones y bajeza convirtió en un infierno el siglo XIX español. Él es el gran obstáculo para que España resurja, el gran inepto que nos lleva al matadero.
Los políticos españoles, causantes de la tristeza y el desasosiego de toda una nación, realmente tienen motivos para tener miedo a unos ciudadanos a los que han convertido en víctimas.
El entorno próximo a Zapatero comenta que el "presi" le tiene pánico a los abucheos. Es lo que más teme, después de una huelga general. Al entierro del último soldado muerto en Afganistán no acudió por miedo a ser abucheado, no porque estuviera preparando, como dijo, el discurso del Desayuno de Oración, en Washington.
Los hijos de los políticos también se sienten señalados y sus esposas cada vez salen menos a la calle. Es probable que también sientan en su interior vergüenza por las obras de sus maridos. Ya no compran directamente en los centros comerciales, ni en las tiendas y se hacen enviar las mercancias hasta sus hogares. La "casta", divorciada de un pueblo al que está llevando hasta la ruína y la derrota, no se atreve a salir de sus bien guardados refugios. Cinco millones de parados y ocho millones de pobres les esperan en las calles para rechazarlos y reprocharles el daño que han causado a España, un país próspero y feliz al que han arruinado y arrebatado la esperanza.
Otro factor importante en el problema es el fanatismo político de la sociedad española, que los mismos partidos y los gobiernos han impulsado desde el poder. Los incondicionales de un bando, cada día más fanatizados y propensos a la violencia, están siempre dispuestos a hostigar a los líderres del partido contrario, lo que influye en el miedo del dirigente político a su propio pueblo, un claro síntoma de que la natural relación democrática de colaboración entre el liderazgo y el pueblo ha dejado de existir y se ha transformado en una relación conflictiva, marcada por el miedo, tipica de sociedades oprimidas.
En la última gala de los premios Goya había fanáticos esperando a políticos socialistas y a artistas del celuluide del club de la ceja para abuchearlos. La pitada fue importante, pero el poder consiguió que pocos medios la reflejaran en sus crónicas.
La única conexión entre los políticos y los ciudadanos ya se realiza a través de los medios de comunicación, que nunca antes fueron tan intermediarios y tan imprescindibles como ahora. Cuando aparecen en público, lso políticos se rodean de escoltas e incondicionales, para sentirse protegidos. Hasta a las ruedas de prensa acuden ya arropados por los suyos, a la defensiva, temiendo, incluso, las preguntas indiscretas y agresivas del periodista.
La "casta" española es consciente de su fracaso y la izquierda gobernante es también consciente del enorme daño que ha causado al país desde el poder. No ha sido la crisis la que nos ha llenado las calles de pobres y de parados, sino la ineptitud de Zapatero, su miedo a la realidad, sus mentiras, su incapacidad para el liderazgo, su despilfarro, su arbitrariedad, sus abusos y dramas. Si no hubiera tardado casi dos años en reconocer la existencia de la crisis, si hubiera tomado a tiempo las medidas que le aconsejaban las instituciones internacionales y los expertos, si hubiera optado por la austeridad y el ahorro, si no se hubiera entregado a la sucia tutela de los sindicatos... los parados serían muchos menos, los pobres no serían tan numerosos y el país podría seguir con la sonrisa y la esperanza.
Pero Zapatero ha demostrado ser el peor gobernante de España desde Fernando VII y tal vez esté a punto de sobrepasar también a aquel rey felón que con sus traiciones y bajeza convirtió en un infierno el siglo XIX español. Él es el gran obstáculo para que España resurja, el gran inepto que nos lleva al matadero.
Los políticos españoles, causantes de la tristeza y el desasosiego de toda una nación, realmente tienen motivos para tener miedo a unos ciudadanos a los que han convertido en víctimas.
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