Información y Opinión

Asombro y vergüenza





Gracias a que los "Noes" de Francia y de Holanda han abierto los ojos a los europeos y han desatado un profundo debate sobre el rumbo de la política europea, muy pronto sentiremos asombro y vergüenza por haber soportado, durante tanto tiempo, una democracia trucada y secuestrada, de la que ha emanado una construcción europea hecha al margen de los únicos que tienen derecho a mandar y a ejercer el poder y la soberanía: los ciudadanos.

¿Cómo hemos podido soportar durante tanto tiempo semejante situación, sin rebelarnos y sin exigir a nuestros políticos que devuelvan el protagonismo al ciudadano, como exigen las reglas del limpio juego democrático? ¿Cómo hemos sido capaces de permitir que los políticos se constituyan en una casta privilegiada y distante, dedicada a gestionar el poder en exclusiva y a adoptar todo tipo de decisiones sin ni siquiera consultar con el "amo", que en democracia siempre es el ciudadano?

José Acosta, en su artículo "Lecciones europeas" publicado en "El Mundo", en la página 29 de la edición del 4 de junio, decía algo parecido: "Asombrará el día que se lleve a cabo el inventario de egoísmos, incapacidades y errores que han conducido al fracaso de la supuesta Constitución de Europa", agregando que la crisis política que embarga a Europa es "esencialmente de representación".

Acosta recuerda la tesis, defendida por muchos filósofos de que "quienes representan el poder lo poseen" y cómo el poder soberano, por definición, es del pueblo, la representación nunca puede usurpar ese poder.

El asombro y la vergüenza irrumpirán en la vida política europea cuando los ciudadanos seamos conscientes de que hemos vivido sometidos y permitido que se transgredan demasiados principios básicos, entre ellos el que puede considerarse como uno de los fundamentos de la filosofía política, según el cual "la voluntad de las personas no es transferible", principio que conecta con la famosa frase de Rousseau: "en el instante en que un pueblo permite ser representado, pierde su libertad".

Pero nosotros, los orgullosos demócratas europeos, no sólo hemos permitido ser representados, con lo que hemos perdido la libertad, sino que, además, hemos tolerado que nos represente mal, sin consultarnos, marginándonos e, incluso, expulsándonos del noble ejercicio de la política, con lo que también hemos perdido la dignidad.

Franky  
Sábado, 23 de Julio 2005
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