España camina hacia la ruina de la mano del actual gobierno, que se siente impune e inmune, sin miedo a que empobrecer al país, endeudarlo y arruinarlo puedan ser considerados como "delitos" por una Justicia española politizada, que ya no puede ser ni ciudadana, ni ecuánime, ni justa, ni igualitaria.
El presidente Zapatero está empeñando la riqueza española en su particular e ineficaz combate contra la crisis, sin bajar los impuestos para reactivar la economía, endeudando a las próximas tres generaciones de españoles, incrementando vertiginósamente el déficit, a punto de superar ya el fatídico 3 por ciento que implica ser expulsado del ámbito del euro, y éngordando al ya monstruoso Estado español, convirtiéndolo en el gran gestor de los recursos, en el único gran empresario de la nación.
Todas las medidas adoptadas contra la crisis se orientan a fortalecer el socialismo y el papel del Estado, aplastando la libertad de mercado y el protagonismo que deben tener en las democracias los ciudadanos y las empresas libres en la creación de empleo y riqueza.
El camino emprendido por Zapatero es único y es casi diametralmente opuesto a las estrategias desplegadas por Alemania, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Japón, Italia y otros países desarrollados, donde el principal objetivo ha sido fortalecer el tejido productivo para evitar el desempleo y para reactivar la economía.
En sus recientes declaraciones a la televisión del PSOE, reveló su verdadera ideología al decir que en las crisis puede demostrarse que "el Estado es imprescindible y que tiene la capacidad de hacer las cosas tan bien, y en algunos casos mejor, que el mercado" y que la iniciativa privada. Son palabras muy parecidas a las que repitieron hasta la saciedad Lenin, Stalin, Breznev y otros muchos adoradores del Estado, promotores de un socialismo real que llevó a sus paises hasta el desastre, todos ellos fracasados como dirigentes por ser creadores de privilegios para las élites del poder, infelicidad y pobreza para sus pueblos, creadores de un socilismo radical que terminó siendo derrotado por los insatisfechos ciudadanos, los mismos a los que el "régimen" pretendía servir y salvar.
Tener en Europa, en el corazón de Occidente, a un dirigente que cree que el Estado está más capacitado que los ciudadanos en libertad y que sus empresas para crear riqueza es una aberración ideológica que creiamos ya superada por la Historia, que ha demostrado mil veces que cada vez que el Estado ha querido convertirse en empresario y se ha fortalecido frente a la sociedad civil, ha conducido a sus pueblos hacia la pobreza, el sometimiento esclavo, la infelicidad y, muchas veces, también hacia la revuelta y la violencia.
El presidente Zapatero está empeñando la riqueza española en su particular e ineficaz combate contra la crisis, sin bajar los impuestos para reactivar la economía, endeudando a las próximas tres generaciones de españoles, incrementando vertiginósamente el déficit, a punto de superar ya el fatídico 3 por ciento que implica ser expulsado del ámbito del euro, y éngordando al ya monstruoso Estado español, convirtiéndolo en el gran gestor de los recursos, en el único gran empresario de la nación.
Todas las medidas adoptadas contra la crisis se orientan a fortalecer el socialismo y el papel del Estado, aplastando la libertad de mercado y el protagonismo que deben tener en las democracias los ciudadanos y las empresas libres en la creación de empleo y riqueza.
El camino emprendido por Zapatero es único y es casi diametralmente opuesto a las estrategias desplegadas por Alemania, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Japón, Italia y otros países desarrollados, donde el principal objetivo ha sido fortalecer el tejido productivo para evitar el desempleo y para reactivar la economía.
En sus recientes declaraciones a la televisión del PSOE, reveló su verdadera ideología al decir que en las crisis puede demostrarse que "el Estado es imprescindible y que tiene la capacidad de hacer las cosas tan bien, y en algunos casos mejor, que el mercado" y que la iniciativa privada. Son palabras muy parecidas a las que repitieron hasta la saciedad Lenin, Stalin, Breznev y otros muchos adoradores del Estado, promotores de un socialismo real que llevó a sus paises hasta el desastre, todos ellos fracasados como dirigentes por ser creadores de privilegios para las élites del poder, infelicidad y pobreza para sus pueblos, creadores de un socilismo radical que terminó siendo derrotado por los insatisfechos ciudadanos, los mismos a los que el "régimen" pretendía servir y salvar.
Tener en Europa, en el corazón de Occidente, a un dirigente que cree que el Estado está más capacitado que los ciudadanos en libertad y que sus empresas para crear riqueza es una aberración ideológica que creiamos ya superada por la Historia, que ha demostrado mil veces que cada vez que el Estado ha querido convertirse en empresario y se ha fortalecido frente a la sociedad civil, ha conducido a sus pueblos hacia la pobreza, el sometimiento esclavo, la infelicidad y, muchas veces, también hacia la revuelta y la violencia.
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