La derrota del oficialismo en la jornada electoral del 28 de junio y, especialmente, la del expresidente Nestor Kirchner, no es un vaivén político más de los muchos que se producen en Argentina, sino el reflejo de un movimiento ciudadano de regeneración que está creciendo con sorprendente solidez en las zonas urbanas, que apuesta firmemente por un cambio profundo y que no está dispuesto a seguir soportando a políticos mediocres, corruptos y más obsesionados por los privilegios que por el servicio a la ciudadanía y a la patria.
Aunque quizás sin merecerlo, la imagen de Francisco De Narváez, el triunfador en Buenos Aires frente al patriarca oficialista Nestor Kirchner, quedó asociada a un nuevo estilo de hacer política y a cierto aire de regeneración y esperanza en una Argentina cansada de malos gobernantes y con deseos de resurgir.
Los esposos Kirchner, símbolos de una Argentina mediocre y sin esperanza que parecía aceptar la corrupción y la ineficacia como males políticos inevitables, han perdido poder e iniciado un declive que convirtirá los últimos dos años de mandato de Cristina en un auténtico calvario.
Muchos analistas y expertos están poniendo especial atención en las nuevas corrientes ciudadanas que están surgiendo en Argentina, en las que ven elementos nuevos y prometedores, especialmente un fuerte contenido reivindicador y regeneracionista que, probablemente, seguirá creciendo en los próximos años, hasta convertirse en una fuerza capaz de transformar la política del país. Los integrantes de esa corriente regeneradora se han inclinado por el voto en blanco, por la abstención, por el voto anulado o por el castigo a los gobernantes en las urnas.
El peronismo tradicional, representado por gente como los Kirchner e infectado de corrupción, partitocracia, abuso de poder y de otros vicios que alejan a Argentina de la verdadera democracia, no tendrá cabida en la futura nación, si los nuevos sentimientos ciudadanos de regeneración y limpieza política toman cuerpo y avanzan, como es previsible.
El movimiento ciudadano argentino que empuja hacia la regeneración de la sociedad y de la vida política se conecta con movimientos similares que están surgiendo en distintos países del mundo, especialmente en aquellos que se autodenominan democráticos, sin serlo. El rasgo común de todos ellos es el desprecio y el rechazo a las castas políticas profesionales, ineficientes y corruptas que, desde el poder político, han prostituido la democracia y apostado más por los intereses y privilegios propios que por el bien común.
Aunque quizás sin merecerlo, la imagen de Francisco De Narváez, el triunfador en Buenos Aires frente al patriarca oficialista Nestor Kirchner, quedó asociada a un nuevo estilo de hacer política y a cierto aire de regeneración y esperanza en una Argentina cansada de malos gobernantes y con deseos de resurgir.
Los esposos Kirchner, símbolos de una Argentina mediocre y sin esperanza que parecía aceptar la corrupción y la ineficacia como males políticos inevitables, han perdido poder e iniciado un declive que convirtirá los últimos dos años de mandato de Cristina en un auténtico calvario.
Muchos analistas y expertos están poniendo especial atención en las nuevas corrientes ciudadanas que están surgiendo en Argentina, en las que ven elementos nuevos y prometedores, especialmente un fuerte contenido reivindicador y regeneracionista que, probablemente, seguirá creciendo en los próximos años, hasta convertirse en una fuerza capaz de transformar la política del país. Los integrantes de esa corriente regeneradora se han inclinado por el voto en blanco, por la abstención, por el voto anulado o por el castigo a los gobernantes en las urnas.
El peronismo tradicional, representado por gente como los Kirchner e infectado de corrupción, partitocracia, abuso de poder y de otros vicios que alejan a Argentina de la verdadera democracia, no tendrá cabida en la futura nación, si los nuevos sentimientos ciudadanos de regeneración y limpieza política toman cuerpo y avanzan, como es previsible.
El movimiento ciudadano argentino que empuja hacia la regeneración de la sociedad y de la vida política se conecta con movimientos similares que están surgiendo en distintos países del mundo, especialmente en aquellos que se autodenominan democráticos, sin serlo. El rasgo común de todos ellos es el desprecio y el rechazo a las castas políticas profesionales, ineficientes y corruptas que, desde el poder político, han prostituido la democracia y apostado más por los intereses y privilegios propios que por el bien común.