El Partido Popular de Andalucía está seriamente afectado por la crisis interna y por la disidencia silenciosa. Nadie se atreve a enfrentarse a la dirección regional, férreamente controlada por Javier Arenas, Antonio Sanz y sus pretorianos, pero la crítica y la disensión toman cuerpo y se abren camino. Son muchos los que cuestionan la decisión del líder de continuar al frente del partido después de tres derrotas frente a Manuel Chaves y son todavía mas los que creen que el actual apoyo de Arenas a Mariano Rajoy frena un debate de ideas que es urgente e imprescindibler para la derecha y que responde más a criterios personales y a juegos de poder que a posiciones ideológicas y de principios.
En privado, entre los suyos, el propio Arenas sostiene que Mariano Rajoy debería retirarse por dos razones: porque difícilmente podrá derrotar a Zapatero y porque el Partido Popular está necesitado de una profunda y urgente renovación, sobre todo de ideas. Sin embargo, su política es justo la contraria y Arenas es hoy el principal sostén de Mariano Rajoy, el principal garante de su victoria en el decisivo próximo congreso y el mayor obstáculo para que la renovación y el debate tomen cuerpo.
¿Lo hace por principios o por estrategias de poder? Muchos creen que el juego de poder está siendo determinante en el apoyo del PP de Andalucía a Rajoy, a pesar de que la mayoría de los dirigentes y militantes creen imprescindibles tanto una profunda renovación del partido como un debate que revitalice las ideas.
Arenas, cuya enemistad con Eduardo Zaplana es tan intensa como notoria, se ha convertido en el principal mentor de Francisco Camps y ambos son hoy los principales baluartes de la continuidad de Mariano Rajoy como presidente del partido. Ellos saben que, uniendo los delegados andaluces y valencianos, la balanza se inclinaría, irremediablemente, del lado de Rajoy en el próximo y decisivo congreso de junio. Si Mariano gana, uno y otro se garantizarían no sólo la continuidad sino también la hegemonia dentro del partido.
¿Pero es eso lo que quieren las bases del PP en Andalucía? A juzgar por lo que dicen en el mismo partido, parece que no, que la opinión mayoritaria se inclina cada día más por una renovación amplia de las personas y por un gran debate de ideas, imprescindible para fortalecer la resquebrajada moral y el dañado espíritu de victoria.
Pero el problema es que el PP, al igual que el PSOE, es un partido vertical y autoritario en el que el criterio de las élites pesa más que el de toda la militancia, la sociedad y la razón juntas.
En privado, entre los suyos, el propio Arenas sostiene que Mariano Rajoy debería retirarse por dos razones: porque difícilmente podrá derrotar a Zapatero y porque el Partido Popular está necesitado de una profunda y urgente renovación, sobre todo de ideas. Sin embargo, su política es justo la contraria y Arenas es hoy el principal sostén de Mariano Rajoy, el principal garante de su victoria en el decisivo próximo congreso y el mayor obstáculo para que la renovación y el debate tomen cuerpo.
¿Lo hace por principios o por estrategias de poder? Muchos creen que el juego de poder está siendo determinante en el apoyo del PP de Andalucía a Rajoy, a pesar de que la mayoría de los dirigentes y militantes creen imprescindibles tanto una profunda renovación del partido como un debate que revitalice las ideas.
Arenas, cuya enemistad con Eduardo Zaplana es tan intensa como notoria, se ha convertido en el principal mentor de Francisco Camps y ambos son hoy los principales baluartes de la continuidad de Mariano Rajoy como presidente del partido. Ellos saben que, uniendo los delegados andaluces y valencianos, la balanza se inclinaría, irremediablemente, del lado de Rajoy en el próximo y decisivo congreso de junio. Si Mariano gana, uno y otro se garantizarían no sólo la continuidad sino también la hegemonia dentro del partido.
¿Pero es eso lo que quieren las bases del PP en Andalucía? A juzgar por lo que dicen en el mismo partido, parece que no, que la opinión mayoritaria se inclina cada día más por una renovación amplia de las personas y por un gran debate de ideas, imprescindible para fortalecer la resquebrajada moral y el dañado espíritu de victoria.
Pero el problema es que el PP, al igual que el PSOE, es un partido vertical y autoritario en el que el criterio de las élites pesa más que el de toda la militancia, la sociedad y la razón juntas.
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