La única solución para acabar con esta dictadura disfrazada de democracia que está destruyendo España es apagar la televisión. La pequeña pantalla oculta verdades, tergiversa, miente y refleja una falsa realidad que, además de fortalecer al gobierno de Sánchez, de quien recibe dinero abundante y otras concesiones y privilegios, corroe la libertad y destruye los valores y la armadura ética de la nación.
España es un enorme laboratorio donde se ha probado el modelo de dictadura televisiva y el resultado ha sido espectacular: un país engañado, con su ética dañada, que vive una realidad ficticia y acaramelada, incapaz de percibir la injusticia, los desmanes y el desastre que le rodea.
Acostumbrados a creer a pie juntilla lo que dicen los medios de comunicación públicos durante la dictadura de Franco, los españoles han seguido otorgando la misma imponente credibilidad a la moderna televisión, aunque ese medio haya sido manipulado, corrompido y sometido al poder del gobierno y de los partidos y no merezca credibilidad alguna.
La televisión ayuda a aliviar los sentimientos de depresión y soledad en los adultos; llega a alterar la capacidad cognitiva de los individuos y a influir poderosamente en la intención de voto; en los jóvenes, la creciente exposición a pantallas está teniendo una influencia muy negativa en el desarrollo cognitivo de niños y adolescentes, especialmente en áreas como rendimiento académico, lenguaje, atención y autorregulación emocional; influye también en los hábitos de consumo y, en términos generales, es capaz de sustituir la realidad por una realidad ficticia, diseñada y programada en ministerios, despachos y estudios.
Los efectos negativos de esa manipulación televisiva ya empiezan a verse en las calles, en la inseguridad ciudadana, en el bajo rendimiento escolar, en la desastre ético y la decadencia de la sociedad. Los daños ya son terribles, a pesar de que queda por llegar lo peor, ya que la manipulación de alta intensidad lleva pocos años funcionando y sus efectos todavía son poco visibles.
Pero su influencia, evidente y poderosa, nunca había sido empleada como lo es hoy en España para someter política y socialmente a toda una nación y convertirla en un rebaño manipulado por el poder. Lo que está ocurriendo en España es todo un asesinato electrónico y mediático de la democracia, de la libertad, de los valores y de los procesos naturales del conocimiento humano.
La televisión es un medio potente y peligroso por su poder persuasivo, capaz de transformar la realidad en los cerebros receptores y de influir en los sentimientos y el comportamiento humano. La persuasión televisiva logra alterar los sentimientos y el comportamiento de las personas y esa fuerza transformadora, que es todo un peligro para la libertad y el libre albedrío, está siendo utilizada por el actual poder político español corrupto, sin prudencia y con una diabólica intensidad.
En lo que se refiere a la política, la televisión, profusa e intensamente manipulada, es capaz de mantener en el poder a un gobierno miserable y destructor, todo un cáncer real que la televisión es capaz de presentar al pueblo como un bien y transformar su natural corrupción y repugnancia en normal y hasta atractiva. El resultado es que la democracia desaparece, sustituida por una dictadura camuflada.
En la España actual prácticamente todas las cadenas tienen sesgo político y practican la manipulación, la ocultación y la mentira. La inmensa mayoría, sobre todo las de mayor audiencia, sostienen el gobierno de Pedro Sánchez, aunque existen otras cadenas, de menor alcance, que ejercen la oposición, aunque también desde la politización, la falta de objetividad y de limpieza y respeto ala vedad, que es la gran víctima de la televisión en España, junto con la ética.
Por todas estas razones, los miembros de la actual resistencia española que se oponen a la deriva enferma, injusta, corrupta y destructiva de la política dominante, han llegado a la conclusión penosa de que la única forma de escapar del desastre que nos amenaza es apagar la televisión.
Francisco Rubiales
España es un enorme laboratorio donde se ha probado el modelo de dictadura televisiva y el resultado ha sido espectacular: un país engañado, con su ética dañada, que vive una realidad ficticia y acaramelada, incapaz de percibir la injusticia, los desmanes y el desastre que le rodea.
Acostumbrados a creer a pie juntilla lo que dicen los medios de comunicación públicos durante la dictadura de Franco, los españoles han seguido otorgando la misma imponente credibilidad a la moderna televisión, aunque ese medio haya sido manipulado, corrompido y sometido al poder del gobierno y de los partidos y no merezca credibilidad alguna.
La televisión ayuda a aliviar los sentimientos de depresión y soledad en los adultos; llega a alterar la capacidad cognitiva de los individuos y a influir poderosamente en la intención de voto; en los jóvenes, la creciente exposición a pantallas está teniendo una influencia muy negativa en el desarrollo cognitivo de niños y adolescentes, especialmente en áreas como rendimiento académico, lenguaje, atención y autorregulación emocional; influye también en los hábitos de consumo y, en términos generales, es capaz de sustituir la realidad por una realidad ficticia, diseñada y programada en ministerios, despachos y estudios.
Los efectos negativos de esa manipulación televisiva ya empiezan a verse en las calles, en la inseguridad ciudadana, en el bajo rendimiento escolar, en la desastre ético y la decadencia de la sociedad. Los daños ya son terribles, a pesar de que queda por llegar lo peor, ya que la manipulación de alta intensidad lleva pocos años funcionando y sus efectos todavía son poco visibles.
Pero su influencia, evidente y poderosa, nunca había sido empleada como lo es hoy en España para someter política y socialmente a toda una nación y convertirla en un rebaño manipulado por el poder. Lo que está ocurriendo en España es todo un asesinato electrónico y mediático de la democracia, de la libertad, de los valores y de los procesos naturales del conocimiento humano.
La televisión es un medio potente y peligroso por su poder persuasivo, capaz de transformar la realidad en los cerebros receptores y de influir en los sentimientos y el comportamiento humano. La persuasión televisiva logra alterar los sentimientos y el comportamiento de las personas y esa fuerza transformadora, que es todo un peligro para la libertad y el libre albedrío, está siendo utilizada por el actual poder político español corrupto, sin prudencia y con una diabólica intensidad.
En lo que se refiere a la política, la televisión, profusa e intensamente manipulada, es capaz de mantener en el poder a un gobierno miserable y destructor, todo un cáncer real que la televisión es capaz de presentar al pueblo como un bien y transformar su natural corrupción y repugnancia en normal y hasta atractiva. El resultado es que la democracia desaparece, sustituida por una dictadura camuflada.
En la España actual prácticamente todas las cadenas tienen sesgo político y practican la manipulación, la ocultación y la mentira. La inmensa mayoría, sobre todo las de mayor audiencia, sostienen el gobierno de Pedro Sánchez, aunque existen otras cadenas, de menor alcance, que ejercen la oposición, aunque también desde la politización, la falta de objetividad y de limpieza y respeto ala vedad, que es la gran víctima de la televisión en España, junto con la ética.
Por todas estas razones, los miembros de la actual resistencia española que se oponen a la deriva enferma, injusta, corrupta y destructiva de la política dominante, han llegado a la conclusión penosa de que la única forma de escapar del desastre que nos amenaza es apagar la televisión.
Francisco Rubiales