Me lo decía la semana pasada un estratega del socialismo con cargo de asesor de altos vuelos: "Cinco partidos similares en escaños hacen ingobernable el país" y agregó que "España necesita recuperar con urgencia el viejo esquema bipartidista, que en realidad es lo más avanzado y democrático". El asunto se hace más complejo con la reciente aparición de un sexto partido con posibilidad de sacar escaños: el de Íñigo Errejón.
Los partidarios de recuperar el bipartidismo ganan espacio y prestigio dentro de los dos grandes partidos, donde las relaciones con los pequeños (Ciudadanos, Podemos, VOX y los atomizados nacionalistas catalanes, vascos y de otras regiones) se han convertido en un auténtico tormento y en poco menos que una amenaza constante.
La línea dominante de combate es lograr que tres de esos partidos pequeños (Ciudadanos, Podemos y VOX) pierdan una parte importante de sus votos y se debiliten lo suficiente para que se diluyan en un futuro no demasiado lejano. En esa dirección apuntan sospechosamente las encuestas del CIS, en las que tanto Ciudadanos como Podemos y VOX pierden hasta la camisa, lo que lleva a muchos a sospechar que esas encuestas están tan manipuladas que más que retratar el presente diseñan el futuro.
Después está la realidad de que los españoles se sienten más cómodos en la dictadura que en la democracia, un sistema que requiere y exige gastar tiempo en pensar, analizar y adoptar decisiones, cosas que resulta más cómodo que las haga "papá Estado". Esa tendencia de los españoles a obedecer a los que están arriba alimenta el bipartidismo, que tiene la ventaja de que parece una democracia y al mismo tiempo ejerce una verdadera dictadura con alternancia en el poder más o menos pactada y con escasa participación ciudadana.
La cita electoral próxima del 10 de noviembre hay que contemplarla y analizarla desde la óptica de la recuperación del bipartidismo, que es el motor interno que alimentará las dos campañas electorales del PSOE y el PP, ambos incómodos, aunque lo disimulen, con sus actuales aliados y compañeros de viaje, con los que están obligados a pactar, a ceder y a repartirse un botín que antes era por entero de ellos. Tanto el PSOE como el PP lucharán para ganar las elecciones, pero sin olvidar el otro gran objetivo, que será hundir a los pequeños competidores que también quieren parte del botín.
Francisco Rubiales
Los partidarios de recuperar el bipartidismo ganan espacio y prestigio dentro de los dos grandes partidos, donde las relaciones con los pequeños (Ciudadanos, Podemos, VOX y los atomizados nacionalistas catalanes, vascos y de otras regiones) se han convertido en un auténtico tormento y en poco menos que una amenaza constante.
La línea dominante de combate es lograr que tres de esos partidos pequeños (Ciudadanos, Podemos y VOX) pierdan una parte importante de sus votos y se debiliten lo suficiente para que se diluyan en un futuro no demasiado lejano. En esa dirección apuntan sospechosamente las encuestas del CIS, en las que tanto Ciudadanos como Podemos y VOX pierden hasta la camisa, lo que lleva a muchos a sospechar que esas encuestas están tan manipuladas que más que retratar el presente diseñan el futuro.
Después está la realidad de que los españoles se sienten más cómodos en la dictadura que en la democracia, un sistema que requiere y exige gastar tiempo en pensar, analizar y adoptar decisiones, cosas que resulta más cómodo que las haga "papá Estado". Esa tendencia de los españoles a obedecer a los que están arriba alimenta el bipartidismo, que tiene la ventaja de que parece una democracia y al mismo tiempo ejerce una verdadera dictadura con alternancia en el poder más o menos pactada y con escasa participación ciudadana.
La cita electoral próxima del 10 de noviembre hay que contemplarla y analizarla desde la óptica de la recuperación del bipartidismo, que es el motor interno que alimentará las dos campañas electorales del PSOE y el PP, ambos incómodos, aunque lo disimulen, con sus actuales aliados y compañeros de viaje, con los que están obligados a pactar, a ceder y a repartirse un botín que antes era por entero de ellos. Tanto el PSOE como el PP lucharán para ganar las elecciones, pero sin olvidar el otro gran objetivo, que será hundir a los pequeños competidores que también quieren parte del botín.
Francisco Rubiales