Andalucía, cuando apruebe hoy su nuevo Estatuto en el parlamento autonómico, habrá dado un doble mal paso en dirección contraria a la democracia: habrá aprobado un estatuto que nadie reclamaba ni deseaba, salvo los políticos gobernantes y sus cipayos, que pretenden mayores cuotas de poder; por otra parte, lo habrá hecho por mayoría simple, rompiendo así una tradición democrática que establece que las grandes leyes y normas deben aprobarse por consenso o, al menos, por una mayoría cualificada.
Sin embargo, a pesar de que estos dos errores mencionados ya de por sí vulneran las reglas de la democracia limpia, lo peor que ha hecho hoy el PSOE de Andalucía es recuperar la más nefasta costumbre política de la historia de España: la de que una mitad de la sociedad imponga a la otra mitad, por la fuerza de la mayoría, leyes fundamentales.
En el pasado, siempre que la política utilizó ese recurso extremo, se generó división, violencia y resentimiento por parte de los derrotados.
El Parlamento de Andalucía se dispone a aprobar hoy, con los votos del PSOE y de IU, la reforma del Estatuto Andaluz. En su intervención, Manuel Chaves ha defendido la constitucionalidad del texto y ha pedido a los grupos "altura de miras" para aumentar el consenso. Para PP, que vota en contra, junto con el Partido Andalucísta, se trata de un texto que genera "discordia y división".
Manuel Chaves y sus adláteres deberían saber que la democracia no es, como algunos afirman, "el gobierno de la mayoría", sino una cultura de convivencia en armonía que busca siempre el consenso y el acuerdo, dentro de la discrepancia.
Por esa razón, los verdaderos demócratas saben que votar no es el mejor sino el peor recurso de la democracia, porque cuando se vota unos ganan y otros pierden. El debate y el discernimiento, hasta llegar al consenso, siempre es una opción más democrática y armoniosa que el voto, que divide a la sociedad en vencedores y vencidos, sobre todo cuando lo que se vota es algo, como el Estatuto Andaluz, que afecta sustancialmente a la convivencia de los andaluces.
¡Mal día el de hoy para esta tierra!
Sin embargo, a pesar de que estos dos errores mencionados ya de por sí vulneran las reglas de la democracia limpia, lo peor que ha hecho hoy el PSOE de Andalucía es recuperar la más nefasta costumbre política de la historia de España: la de que una mitad de la sociedad imponga a la otra mitad, por la fuerza de la mayoría, leyes fundamentales.
En el pasado, siempre que la política utilizó ese recurso extremo, se generó división, violencia y resentimiento por parte de los derrotados.
El Parlamento de Andalucía se dispone a aprobar hoy, con los votos del PSOE y de IU, la reforma del Estatuto Andaluz. En su intervención, Manuel Chaves ha defendido la constitucionalidad del texto y ha pedido a los grupos "altura de miras" para aumentar el consenso. Para PP, que vota en contra, junto con el Partido Andalucísta, se trata de un texto que genera "discordia y división".
Manuel Chaves y sus adláteres deberían saber que la democracia no es, como algunos afirman, "el gobierno de la mayoría", sino una cultura de convivencia en armonía que busca siempre el consenso y el acuerdo, dentro de la discrepancia.
Por esa razón, los verdaderos demócratas saben que votar no es el mejor sino el peor recurso de la democracia, porque cuando se vota unos ganan y otros pierden. El debate y el discernimiento, hasta llegar al consenso, siempre es una opción más democrática y armoniosa que el voto, que divide a la sociedad en vencedores y vencidos, sobre todo cuando lo que se vota es algo, como el Estatuto Andaluz, que afecta sustancialmente a la convivencia de los andaluces.
¡Mal día el de hoy para esta tierra!