El Tribunal Constitucional ha rechazado la pretensión de la Junta de Andalucía de rebajar en dos horas y media el horario semanal de los funcionarios andaluces, pero el gobierno andaluz ha decidido que esas dos horas y media se empleen en actividades dudosas que pueden desarrollarse incluso en el propio hogar, como autoformación, meditación y ejercicios varios.
En el fondo se trata de echarle un pulso al alto tribunal, pero los gobernantes socialistas no han medido las consecuencias de su plan, que pueden ser terribles para la economía y la imagen de una Andalucía ya marcada por el atraso, la baja competitividad y el avance de la pobreza.
Aunque duela reconocerlo, la verdad es que en Andalucía, donde obtener una plaza en la Administración ha sido utilizado como recurso de poder, dentro de la política de clientelismo que practica la Junta de Andalucía, sobran muchos empleados públicos y que existen oficinas y empresas públicas donde apenas hay trabajo y sus empleados pasan muchas horas haciendo sudokus o navegando por Internet. La falta de trabajo en el sector público es tan grande que han tenido que inventarse actividades lúdicas y formativas dentro del horario oficial para ocupar el tiempo de miles de ociosos.
La Andalucía socialista arrastra, en España y en Europa, la perniciosa imagen de ser tierra de vagos y subvencionados, un estigma que perjudica su desarrollo económico y contribuye a mantener a la región en la cola de Europa. La obligación del gobierno es combatir esa imagen y demostrar que los andaluces trabajamos como los que más. Sin embargo, al rebajar la jornada laboral de los funcionarios e inducirlos a que realicen actividades como la meditación durante dos horas y media de jornada no sólo han alimentado esa imagen negativa sino que han convertido Andalucía y sus funcionarios en el hazmereir de todo el país.
Andalucía sigue ocupando un espacio destacado en la cola de Europa en aspectos tan negativos como el desempleo, la baja calidad de la enseñanza, el fracaso escolar, el intervencionismo del gobierno, que es enorme, la corrupción y el cobro de impuestos, habiéndose convertido, por méritos propios, en la región española que soporta más tributos e impuestos de todo tipo.
Si hay en España una región necesitada de relanzar su imagen esa es Andalucía, que se ha convertido en una tierra poco acogedora para las inversiones y las empresas. Los elevados impuestos, el excesivo intervencionismo del gobierno, el clientelismo, la burocracia y, sobre todo, la corrupción han hecho de Andalucía una tierra abonada al atraso, a pesar de los muchos miles de millones de euros que ha enviado Europa para modernizarla y relanzarla.
Francisco Rubiales
En el fondo se trata de echarle un pulso al alto tribunal, pero los gobernantes socialistas no han medido las consecuencias de su plan, que pueden ser terribles para la economía y la imagen de una Andalucía ya marcada por el atraso, la baja competitividad y el avance de la pobreza.
Aunque duela reconocerlo, la verdad es que en Andalucía, donde obtener una plaza en la Administración ha sido utilizado como recurso de poder, dentro de la política de clientelismo que practica la Junta de Andalucía, sobran muchos empleados públicos y que existen oficinas y empresas públicas donde apenas hay trabajo y sus empleados pasan muchas horas haciendo sudokus o navegando por Internet. La falta de trabajo en el sector público es tan grande que han tenido que inventarse actividades lúdicas y formativas dentro del horario oficial para ocupar el tiempo de miles de ociosos.
La Andalucía socialista arrastra, en España y en Europa, la perniciosa imagen de ser tierra de vagos y subvencionados, un estigma que perjudica su desarrollo económico y contribuye a mantener a la región en la cola de Europa. La obligación del gobierno es combatir esa imagen y demostrar que los andaluces trabajamos como los que más. Sin embargo, al rebajar la jornada laboral de los funcionarios e inducirlos a que realicen actividades como la meditación durante dos horas y media de jornada no sólo han alimentado esa imagen negativa sino que han convertido Andalucía y sus funcionarios en el hazmereir de todo el país.
Andalucía sigue ocupando un espacio destacado en la cola de Europa en aspectos tan negativos como el desempleo, la baja calidad de la enseñanza, el fracaso escolar, el intervencionismo del gobierno, que es enorme, la corrupción y el cobro de impuestos, habiéndose convertido, por méritos propios, en la región española que soporta más tributos e impuestos de todo tipo.
Si hay en España una región necesitada de relanzar su imagen esa es Andalucía, que se ha convertido en una tierra poco acogedora para las inversiones y las empresas. Los elevados impuestos, el excesivo intervencionismo del gobierno, el clientelismo, la burocracia y, sobre todo, la corrupción han hecho de Andalucía una tierra abonada al atraso, a pesar de los muchos miles de millones de euros que ha enviado Europa para modernizarla y relanzarla.
Francisco Rubiales