La multinacional Delphi, del grupo General Motors, cierra su fábrica de componentes de automóviles en Cádiz y deja en la calle a 1.600 trabajadores, lo que significa la pérdida de más de 4.000 empleos, contando los indirectos, en una provincia andaluza ya devastada por el desempleo.
La catástrofe gaditana ¿es un accidente o una consecuencia lógica y previsible de la globalización? Sin duda, una consecuencia evidente de los procesos de globalización, perfectamente previsible y cuyos estragos en Andalucía no han hecho más que comenzar.
Lo sabemos todos, pero los políticos parecen no saberlo, y sin embargo lo saben. ¿Qué galimatías es éste? Muy sencillo: todos sabemos, incluso los políticos, que muchas empresas hoy instaladas en Andalucía se irán pronto a otros paises donde les resulta más rentable producir. Vinieron a Andalucía atraidas por los bajos costes y se irán de Andalucía atraidas por los bajos costes de otros paises. El fenómeno, anunciado por los expertos desde hace más de una década, es un tema tabú en una Andalucía cuyos políticos ocultan la verdad porque tienen pánico electoral a reconocer la catástrofe que se avecina.
En China, India, Marruecos, Macedonia y otros muchos paises emergentes están dispuestos a ofrecer a Delphi ventajas que, hoy por hoy, son imposibles en una Andalucía burocratizada, encarecida, con demasiada presencia gubernamental, de espaldas al mercado y con masas de obreros engañadas por la demagogia política que se consideran con derecho a un puesto de trabajo que en otros paises saben que hay que ganárselo con terribles esfuerzos.
¿Cómo va a quedarse Delphi en Andalucía cuando en otros paises le ofrecen: recibirla con los brazos abiertos, les cobrarán tres veces menos impuestos, les permitirán registrar sociedades en tres días (en Andalucía se tarda meses), le ofrecen mano de obra cuatro veces más barata, obreros más cumplidores, mejor formados, con índice de absentismo más bajo y otras muchas ventajas.
Los políticos andaluces deben decirle a sus ciudadanos, con urgencia y aunque pierdan votos, que muchas empresas se irán, incluso aquellas recien instaladas en las que, torpe y engañosamente, se han depositado demasiadas esperanzas. Tendrán que decirles, también, que la única manera que Andalucía tiene de mantener la prosperidad es concentrando el esfuerzo en industrias y empresas de mucho valor añadido, lo que significa reformar la enseñanza de los jóvenes, en estado de catástrofe, que los estudiantes estudien cuatro veces más y mejor, investigar siete veces más, invertir tres veces más, bajar los impuestos, erradicar el absentismo y considerar a las empresas como un bien preciado, no como un enemigo. Tendrán que decirles también que mientras las escuelas y universidades funcionen como funcionan hoy, sin disciplina, sin esfuerzo y sin una sólida escala de valores, no hay futuro para las masas que, pésimamente formadas, se incorporan al mercado de trabajo.
Si tuvieran la necesaria ética política, dirían con claridad y sin miedo, aunque se pierdan votos, que hasta la industria aeronautica, recien instalada en Andalucía, receptora de inmensas subvenciones, ya está trasladando algunas de sus encargos de fabricación a países como China, donde, según los expertos, se construirán los aviones del futuro, entre otras razones porque hacerlos allí cuesta menos de la mitad que en España y porque los obreros y técnicos chinos, hoy por hoy, son más disciplinados, más cumplidores, menos exigentes, mejor preparados y menos engañados por políticos desaprensivos.
La catástrofe gaditana ¿es un accidente o una consecuencia lógica y previsible de la globalización? Sin duda, una consecuencia evidente de los procesos de globalización, perfectamente previsible y cuyos estragos en Andalucía no han hecho más que comenzar.
Lo sabemos todos, pero los políticos parecen no saberlo, y sin embargo lo saben. ¿Qué galimatías es éste? Muy sencillo: todos sabemos, incluso los políticos, que muchas empresas hoy instaladas en Andalucía se irán pronto a otros paises donde les resulta más rentable producir. Vinieron a Andalucía atraidas por los bajos costes y se irán de Andalucía atraidas por los bajos costes de otros paises. El fenómeno, anunciado por los expertos desde hace más de una década, es un tema tabú en una Andalucía cuyos políticos ocultan la verdad porque tienen pánico electoral a reconocer la catástrofe que se avecina.
En China, India, Marruecos, Macedonia y otros muchos paises emergentes están dispuestos a ofrecer a Delphi ventajas que, hoy por hoy, son imposibles en una Andalucía burocratizada, encarecida, con demasiada presencia gubernamental, de espaldas al mercado y con masas de obreros engañadas por la demagogia política que se consideran con derecho a un puesto de trabajo que en otros paises saben que hay que ganárselo con terribles esfuerzos.
¿Cómo va a quedarse Delphi en Andalucía cuando en otros paises le ofrecen: recibirla con los brazos abiertos, les cobrarán tres veces menos impuestos, les permitirán registrar sociedades en tres días (en Andalucía se tarda meses), le ofrecen mano de obra cuatro veces más barata, obreros más cumplidores, mejor formados, con índice de absentismo más bajo y otras muchas ventajas.
Los políticos andaluces deben decirle a sus ciudadanos, con urgencia y aunque pierdan votos, que muchas empresas se irán, incluso aquellas recien instaladas en las que, torpe y engañosamente, se han depositado demasiadas esperanzas. Tendrán que decirles, también, que la única manera que Andalucía tiene de mantener la prosperidad es concentrando el esfuerzo en industrias y empresas de mucho valor añadido, lo que significa reformar la enseñanza de los jóvenes, en estado de catástrofe, que los estudiantes estudien cuatro veces más y mejor, investigar siete veces más, invertir tres veces más, bajar los impuestos, erradicar el absentismo y considerar a las empresas como un bien preciado, no como un enemigo. Tendrán que decirles también que mientras las escuelas y universidades funcionen como funcionan hoy, sin disciplina, sin esfuerzo y sin una sólida escala de valores, no hay futuro para las masas que, pésimamente formadas, se incorporan al mercado de trabajo.
Si tuvieran la necesaria ética política, dirían con claridad y sin miedo, aunque se pierdan votos, que hasta la industria aeronautica, recien instalada en Andalucía, receptora de inmensas subvenciones, ya está trasladando algunas de sus encargos de fabricación a países como China, donde, según los expertos, se construirán los aviones del futuro, entre otras razones porque hacerlos allí cuesta menos de la mitad que en España y porque los obreros y técnicos chinos, hoy por hoy, son más disciplinados, más cumplidores, menos exigentes, mejor preparados y menos engañados por políticos desaprensivos.